"Llevamos demasiados años a la espera; mucho tiempo en el que una tensión
política extrema esconde la ausencia de políticas reales. (...)
Un debate en que los símbolos, la tensión emocional y la vaciedad
argumental lo ocupan casi todo, tanto en Catalunya como en el resto del
país.
El debate catalán sirve para esconder, en todos lados, la vaciedad de
las políticas reales.
En Catalunya la Generalitat hace tiempo que no
opera. Tras los brutales recortes que realizó el primer gobierno de Mas
(el que pomposamente se autodenominó “Govern dels Millors”), toda la
actividad se centró en dar vuelo al procés, en convencer a la
gente de que todos los problemas venían de Madrid y de que el futuro
sería maravilloso una vez que se alcanzara la independencia. (...)
Pero del procés, como del jamón, se aprovecha todo. Y si en
Catalunya ha sido útil para tapar la política de la derecha catalana, en
el resto del país ha servido para dar a la derecha una batalla a la que
apuntarse y tapar también sus vergüenzas. (...)
Tan bueno ha sido el producto que hasta lo ha comprado una parte de la
izquierda radical (todos los grupos afines al trotskismo, parte del
comunismo ortodoxo y el anarcocarlismo cupero). (...)
Escribir hoy, cuando ha habido en Barcelona movilizaciones de parte de
la profesión médica, de parte de los docentes, de los estudiantes
universitarios y de los bomberos, puede dar la impresión de que las
cosas están empezando a cambiar,
(...) los que se movilizan son en gran medida una parte de los mismos que han apoyado entusiásticamente el procés
(por ejemplo, la movilización de enseñanza ha sido organizada por
IAC-USTEC y CGT, los dos sindicatos que convocaron el año pasado una
huelga general en apoyo del independentismo). (...)
Todo conspira para que el empantanamiento no tenga fin. En Catalunya hay bastante gente con influencia mediática que vive del procés.
Por otra parte, ninguno de los actores está dispuesto a hacer una
autocrítica o una seria revisión de lo inviable de la propuesta
independentista, y cuando aparece alguna indicación al respecto,
enseguida es sepultada por un exabrupto de alguien más radical que
impide profundizar en esta línea.
De hecho, tampoco las bases están
dispuestas a hacer este ejercicio de reflexión pues nadie tiene interés
en reconocer que se ha dejado engañar o ha participado alegremente en
una aventura insensata. (...)
A la espera de que los movimientos sociales ganen fuerza (aunque no
sabemos muy bien cómo fortalecerlos), mientras seguimos empantanados en
Catalunya, en toda Europa emerge con fuerza una nueva derecha
ultranacionalista, reaccionaria, autoritaria que nunca se fue, pero que
ahora se alimenta de las amenazas simbólicas y reales que genera la
globalización. (...)
No cabe duda de que el procés ha hecho mucho por alimentar a la
bestia en nuestros lares. Pero la dimensión del fenómeno indica que se
trata de un proceso más general, que tiene que ver no sólo con el
impacto de las políticas de ajuste y la frustración de las expectativas
sociales (recortes que han afectado de forma muy desigual en los
distintos países europeos), sino sobre todo con el miedo a la “invasión
de los bárbaros” y el rechazo a las voces agoreras de la crisis
ecológica y el fin del crecimiento. (...)
Estamos en una situación tan peligrosa como la de los años treinta,
aunque las circunstancias son otras. Entonces el peligro venía de una
movilización de fuerzas reaccionarias para atajar la expansión de la
revolución proletaria y las frustraciones generadas por la crisis de
1929.
Se basó en promover una intensa movilización social, de corte
militarista, y en ofrecer políticas claramente orientadas hacia el
expansionismo imperialista. Era un reaccionarismo “hacia afuera” aunque
también incluyera una criminal política de limpieza interna.
Ahora el
modelo apunta hacia otra variante, el de blindarse hacia adentro y el de
generar un autoritarismo por delegación compatible con mantener a la
gente aislada y enganchada a los diferentes juguetes de la industria
electrónica. La limpieza interna puede ser incluso más suave, por cuanto
en una sociedad mediática el ostracismo es un potente mecanismo de
control social.
Frente a esta amenaza no parece que haya otra opción que desarrollar
un amplio frente de gente dispuesta a parar una nueva experiencia
reaccionaria. Hace unos años, con el 15-M, Occupy Wall Street o el
ascenso electoral de Syriza y Podemos, parecía que estábamos en otra
fase de cambio intenso.
Hoy, en cambio, la situación ha virado en muchos
sitios hacia la amenaza de un giro radical a la derecha. En este
contexto, no queda otra que hacer frente a esta amenaza tejiendo un
verdadero movimiento social en defensa de los valores democráticos de
base que deben sustentar cualquier sociedad decente.
Para tratar de
generar una respuesta racional, socialmente avanzada, organizada a los
problemas que ha hecho aflorar la globalización, a los impactos de la
última crisis, a las transformaciones que plantea la amenazante crisis
ecológica. Y para ello no parece que la batalla principal pase ni por la
cuestión nacional ni por un enfrentamiento entre reforma y revolución.
Mientras cada cual siga ensimismado en su parcela, el empuje
reaccionario se nos puede llevar por delante. Empieza a ser hora de
despertar, de buscar mediaciones para reconocer dónde está la amenaza
principal."
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