2/4/18

El diálogo debe ser entre las dos partes enfrentadas. En Cataluña, los dos bandos no son “los catalanes” y “el gobierno de Madrid”. Los dos bandos son “catalanes independentistas” y “catalanes no independentistas”. Negociar va a ser imposible hasta que los independentistas acepten de una puñetera vez que el problema no son sus ideas sino que Cataluña no son ellos...

"Es hora de buscar una solución para el conflicto en Cataluña.  (...)

Es hora de hablar.

Lo que no podemos olvidar, sin embargo, es que esta conversación no debe ser entre Puigdemont y Rajoy, o entre Junqueras y Rajoy, o entre Torrent y Rajoy. Para resolver un conflicto, la negociación, las cesiones, el diálogo debe ser entre las dos partes enfrentadas, los dos bandos con posiciones incompatibles que chocan repetidamente sin alcanzar una solución. 

En Cataluña, los dos bandos no son “los catalanes” y “el gobierno de Madrid”. Los dos bandos son “catalanes independentistas” y “catalanes no independentistas”.

 Este es el nucleo del problema. (...)

El conflicto real no es de Cataluña contra España, sino entre catalanes. En Cataluña un grupo de dirigentes políticos que representan algo menos de la mitad de la población del país (pero por azares electorales, tienen mayoría en el parlament) están intentando impulsar un programa político consistente en un cambio total y completo de la legalidad vigente, incluyendo cambiar la ciudadanía de toda la población. Este programa a la otra mitad de la población no le hace absolutamente ninguna gracia.  (...)

En una democracia, en un estado de derecho, las leyes están para proteger los derechos de aquellos que no han ganado las elecciones. Los tribunales están ahí para garantizar que los políticos no abusen su poder.

 Cuando el poder judicial interviene en Cataluña contra los dirigentes independentistas, no lo está haciendo porque son una institución autoritaria, antidemocrática y anticatalana, sino porque los políticos independentistas estaban utilizando las instituciones para vulnerar los derechos fundamentales de la mitad de la población del país. 

Que Puigdemont hubiera ganado las elecciones es irrelevante; lo crucial, el punto fundamental del problema es que su gobierno estaba aprobando leyes saltándose todos los procedimientos legales que garantizan que los derechos de aquellos que no mandan no sean pisoteados.

 La prioridad de Llarena no es defender “la unidad de España”; es defender mi derecho, y el de la mitad larga de la población catalana, a que la decisión más importante sobre el futuro de mi país no sea tomada por las bravas en un pleno parlamentario grotesco con una mayoría minúscula. El Tribunal Supremo no os oprime; me está protegiendo de vosotros. (...)

El juez está metiendo a gente en la cárcel porque los primeros estaban imponiendo a los segundos sus ideas desde las instituciones, sin el más mínimo respeto al estado de derecho.  (...)

Negociar nada va a ser completamente imposible, sin embargo, hasta que los independentistas acepten de una puñetera vez que el problema no son sus ideas sino que Cataluña no son ellos, y que el conflicto lo tienen con la otra mitad del país y no con “España”.  (...)

Esto implicará, por ejemplo, que los independentistas dejarán de tratar a los que no lo somos como “colonos” y presentarán medidas concretas para cerrar la fractura social que han creado, incluyendo poner fin al monopolio de la representación civil nacionalista en TV3 y muchas instituciones catalanas. 

También implicará que se comprometan a nunca forzar una secesión sin consenso social amplio, acuerdo firme con el resto de España,  ni supermayorías estables. 

Si eso no sucede pronto, me temo que las cosas irán a peor, y no estaremos hablando de jueces, sino de una división social profunda y real, estilo Irlanda del Norte. Y todo porque la mitad de la población catalana parece haber decidido que la otra mitad no contamos. Hasta que Cataluña no haga las paces consigo misma será completamente imposible arreglar nada."          (Roger Senserrich, Politikon, 26/03/18)

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