"(...) "No se ha producido algo similar a lo que está pasando en Cataluña en ningún otro país europeo, es algo inédito", explica Álvaro Gil Robles,
ex Defensor del Pueblo y el primer comisario de Derechos Humanos del
Consejo de Europa. "Ninguna región, ni en Italia, ni en Francia, ni
tampoco Escocia se ha actuado así contra el orden constitucional
democrático", prosigue este experto en derechos humanos, actualmente
presidente de la Fundación Valsaín.
Tras la ruptura pacífica entre Chequia y Eslovaquia en 1993, los últimos flecos de aquel gigantesco cambio en las fronteras terminaron de cerrarse en la década de los años 2000. Montenegro,
que formaba junto a Serbia lo poco que quedó de Yugoslavia, logró su
independencia en 2006 gracias a un referéndum pactado con Belgrado y
supervisado por la comunidad internacional, que siguió además las reglas
de la ley de transparencia canadiense (la participación debía superar
el 50% y los síes, el 55% de los votos emitidos). (...)
De hecho, el único paralelismo posible con la situación catalana lo
encuentra el analista suizo Matthias Bieri, experto en nacionalismos
europeos del Center for Security Studies de Zurich y autor en 2014 del
informe Separatismo en la UE, con la República Srpska (República
Serbia), una de las dos entidades que forman Bosnia-Herzegovina.
"Se
trata de un contexto muy diferente, ya que Bosnia vive una posguerra con
todavía una presencia internacional", precisa, "pero el presidente de
la República Serbia, Milorad Dodik, ha reiterado que quiere organizar un
referéndum de independencia en 2018, sin el acuerdo de las autoridades
nacionales ni internacionales".
"Existen otros movimientos nacionalistas
que quieren organizar referéndums, como el Süd-Tiroler Freiheit en el
Tirol del Sur", agrega Bieri. Este partido político quiere unir la
provincia italiana de Bolzano con el Tirol austriaco por ahora con muy
poco predicamento: en las últimas regionales, lograron el 7% de los
votos.
Egoísmo económico
Detrás de la mayoría de los separatismos europeos, se oculta un
egoísmo económico: suelen ser las regiones ricas las que desean romper
con el Estado al que pertenecen o aquellas que imaginan una perspectiva
de riqueza (Escocia y el petróleo del mar del Norte).
El analista
francés Bernard Guetta resumió recientemente la situación: "Es cierto
que en Cataluña como en Escocia, en Flandes o, en menor medida, en
Córcega, pero también en el norte de Italia se han inventado la
identidad nacional para camuflar el simple deseo de no compartir las
riquezas con otras regiones. Del egoísmo regional a la reafirmación de
una cultura propia, las aspiraciones independentistas se nutren en
Europa de numerosas causas. El problema es que los Estados europeos se
debilitan actualmente a un ritmo superior al que la UE se hace fuerte y
eso podría provocar, un día, una especie de vacío".
Dentro de la UE, la crisis, tanto económica como institucional del
proyecto europeo, ha impulsado los movimientos separatistas, en algunos
casos transformados en partidos xenófobos y antieuropeos como la
italiana Liga Norte
y, en otros, con una apuesta muy fuerte por la identidad sin, por
ahora, tener ningún tipo de consulta independentista en el horizonte,
como ocurre con la Nueva Alianza Flamenca
en Bélgica.
En los casos escocés y catalán, en cambio, su separatismo
se nutre de la falsa perspectiva de seguir en la UE. "Los separatistas
catalanes están condenados a tener un discurso de absoluta lealtad a lo
que significa la U E, porque si tuviesen el contrario perderían el 80%
de sus seguidores", explica Álvaro Gil Robles.
"Hoy nadie está dispuesto
a quedarse aislado y por eso mienten desesperadamente sobre el hecho de
que una hipotética Cataluña independiente quedaría fuera
automáticamente". Después de todos los avatares de la primera parte del
siglo XX, del desastre al que los nacionalismos condujeron la
exYugoslavia, la UE es todavía el principal garante de la paz en Europa.
Pero la historia representa la principal advertencia de que, cuando se
sacan de la botella algunos genios, todo puede ir realmente mal." (
Guillermo Altares
, El País, 21/09/17)
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