"(...) Después de la consulta del 9-N –que representó un gol espectacular
del soberanismo y el Govern Mas a los poderes del Estado–, Sáenz de
Santamaría y su equipo de guardia han aprendido la lección, han tomado
las hechuras al adversario y han encontrado el eslabón más débil.
Como
es obvio, el punto más frágil de la dimensión institucional del proceso
es la parte funcionarial de las decisiones del primer Govern
inequívocamente independentista.
Ponemos un ejemplo, basado en algo que
ahora ocurre en la conselleria de Romeva: la acción depende de la firma
de un interventor pero este se hace esperar. Firmar según qué puede
tener graves consecuencias penales. El proceso se estrella contra una
firma, como un cohete mojado.
El funcionario detecta rápidamente quien
tiene la capacidad de coerción y de punición. No hay que suspender la
autonomía: basta con esperar a que la suma de cortocircuitos en la
cadena de mando político-funcionarial detenga y colapse cualquier
preparación de las bases de un Estado catalán independiente.
El pasado jueves, la ANC presentó un estudio elaborado por expertos y
basado en jurisprudencia del Supremo según el cual el funcionariado no
debe preocuparse, porque todo lo que se ejecute “de acuerdo con las
normas dictadas por el Parlament y el Govern, en ningún caso supondrá la
comisión de un delito, de acuerdo con los requisitos señalados en el
informe, que estudia todos los ilícitos penales que podrían tener algún
tipo de incidencia en la actuación de los trabajadores públicos
catalanes”.
Sin restar mérito a este trabajo, hay que subrayar que las
ambigüedades y lagunas propias de un proceso sin precedentes alimentan
las prevenciones de los responsables de hacer funcionar la
administración.
¿Qué pueden hacer Puigdemont y sus consellers? ¿Cómo
ejercer un poder como si fuera constituyente cuando el poder efectivo
–el monopolio de la violencia legítima en un territorio– lo tiene otro?
Este gap entre el mandato político y la tarea funcionarial coloca el
soberanismo ante la obligación de repensar con urgencia ciertas
estrategias. (...)" (El eslabón más débil, de Francesc-Marc Álvaro, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 29/02/16)
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