Listas únicas en las que las ideas se sacrifican por la unidad nacional; carácter de movimiento, que se identifica con el pueblo
(y en consecuencia convierte a quien no se suma a él en enemigo del
pueblo, traidor a la nación y merecedor de la muerte, por el momento
civil); culto al líder, visto como el guía que al mismo tiempo lleva al pueblo al paraíso y encarna a la nación; falta de respeto a las leyes, que deben dejar paso a la “voluntad del pueblo”, evidentemente definida por ellos mismos; estado de propaganda permanente; sanciones para los disidentes
y desafectos (como las sanciones solicitadas para los medios que no
emitieron propaganda del butifarrèndum); apelaciones constantes a que
vivimos momentos excepcionales que justifican cualquier abuso, también excepcional; y una ininterrumpida victimización
que resuelve todos los problemas descargando toda responsabilidad sobre
un chivo expiatorio, los malos, los otros, culpables de todos nuestros
males (espanyansroba, ensvolenaixafar…).
En definitiva, los mecanismos que adopta el nacionalismo separatista en Cataluña ya no se esconden y se muestra cada vez más abiertamente con rasgos inequívocamente fascistas.
La próxima vez que señalemos los paralelismos (quina por!) entre
nacionalismo catalanista y fascismo, antes de descalificarnos y negarlo
airadamente, harán bien algunos en analizar con frialdad la realidad de unos gestos y unos discursos que parecen salidos de los años 30 del siglo pasado." (Dolça Catalunya, 05/12/2014)
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