8/12/14

La reconciliación entre asesino etarra y víctima exige del primero que pida perdón y de la víctima que esté dispuesta (no está obligada, obviamente) a aceptar su demanda de perdón

"¿Cómo abordar en Euskadi, la situación que se ha generado tras tanto horror y dolor, desde la existencia de ETA particularmente, en los últimos cuarenta años? ¿Cómo abordar la memoria justa, la memoria obligada de lo sucedido, para no caer ni en el olvido ni en la repetitiva rememoración paralizante del dolor padecido? (...)

Esta preocupación, este tema, me ha llevado a escribir un libro: “Tras la losa de ETA. Por una sociedad vasca justa y reconciliada” (Ed. PPC-SM, 2014, 312 páginas), ya en librerías (15 €) o en ebook a mitad de precio

(...) La violencia de ETA, el terrorismo de ETA, no es la consecuencia inevitable del conflicto vasco, sino la constatación, por parte de ETA y quienes la apoyan, de que no lograrían sus objetivos por medios pacíficos y democráticos. Su violencia es originaria y consecuencia de ser un movimiento totalitario de signo nacional-revolucionario, el MLNV. No estamos ante una violencia secundaria.
 
- La violencia de ETA no es la única violencia injusta que hemos padecido en el País Vasco, los últimos 40 años: el GAL, el Batallón Vasco Español, sin olvidar las innumerables torturas y malos tratos de algunos miembros de Fuerzas de Seguridad. 

Pero la violencia de ETA es la más grave, la más prologada, la que más víctimas mortales ha causado. La violencia de ETA no es subsumible, diluible, en el magma de la violencia existente en el País Vasco. Tiene su originalidad propia. (...)

Hay diferentes etapas y niveles en el “vivir con”: la coexistencia, la convivencia incompleta con zonas de sombra (no se habla del pasado, del tema de la violencia), la convivencia plena (asumiendo cada uno su historia personal).

 No otra cosa es el ejercicio o la apuesta de la reconciliación, poniendo en común diferentes historias y relatos del pasado, para compartir el dolor de los otros, sin recrearse ni retenerse en ese dolor, y así dar paso a la convivencia plena y auténtica. (...)

Hay una memoria individual, como tal intransferible, una memoria colectiva que muchas veces corresponde a la memoria de una parte de la población y, por último, la memoria histórica, la que construyen con el tiempo los historiadores, aunque rara vez llegan a un mismo relato. 

Por eso en Euskadi es imposible pensar en un único relato, pero sí en un relato compartido, en el sentido de que hemos sido capaces de escuchar el relato de los que piensan de forma diferente a la mía, a la de los “míos”.
 
-Hay que buscar la memoria justa, el deber de memoria por la deuda contraída con los que más han sufrido, particularmente las víctimas de violencia injustas. Hay que superar tanto la “memoria impedida”, la memoria que nos impide ver lo que hemos mal hecho o han mal hecho los “míos” tratando de ocultárnosla en la recámara de nuestra memoria para que no salga a flote, como la “memoria manipulada”, la memoria con la que se pretende construir una identidad, por lo que magnificaremos lo que los “nuestros” han hecho de positivo y ocultaremos lo negativo.

- Para algunos la reconciliación es imposible; para otros es cosa de personas individuales; algunos la consideran una infidelidad a las víctimas que se pierden en el olvido; muchos piensan que es un sinsentido en el caso vasco donde nunca ha habido dos bandos sino uno que ha agredido y el otro que se ha defendido. Algunas víctimas sienten la reconciliación como una imposición humillante y que equivale a impunidad.

- En mi libro tras razonar sobre esas cuestiones, sostengo que la reconciliación (término del que no hago un cassus belli, sino una etapa para llegar a la convivencia plena, asumiendo el pasado) exige aceptar la totalidad de los hechos violentos, aunque no todos tienen la misma significación y gravedad; no solamente reconocer el daño injusto causado sino la afirmación de que nunca más se volverá a utilizar la violencia terrorista o la injusta violencia antiterrorista. 

La reconciliación exige una promesa de futuro. No se puede asesinar ni torturar en nombre de una idea. La reconciliación exige, como condición “sine qua non”, la superación de la dialéctica “nosotros” y los “otros”. La reconciliación supone reconocer, reparar y ayudar a las víctimas. La reconciliación presupone una justicia justa. En fin, la reconciliación entre victimario y víctima exige del primero que pida perdón y de la víctima que esté dispuesta (no está obligada, obviamente) a aceptar su demanda de perdón

Para lograr la reconciliación a nivel social, hay que tener presente y superar el riesgo de la intolerancia. Me limito a dos citas:

-  Antony Beevor. (“El País” 26/06/ 2006) “Después de que Franco muriese en 1975, el mundo entero admiró el paso de España a una monarquía constitucional y a la democracia. Pero el proceso requirió que se llegase a lo que después se llamaría el pacto de olvido. Ningún general o torturador fue sometido a juicio. Ninguna comisión de la verdad analizó el pasado de España. (…..) 

Lo que España necesita ahora es un pacto de recuerdo, no de olvido, pero debe enfocar la memoria de un modo que evite los fantasmas propagandísticos del pasado que se alimentan a sí mismos; que reconozca libremente las peligrosas consecuencias de negarse a transigir. 

Los españoles tienen muchas y grandes virtudes, especialmente la generosidad, la imaginación, el sentido del humor, el valor, el orgullo y la determinación. Pero no suelen distinguirse por intentar comprender el punto de vista del adversario. Es un vicio infravalorado. La tragedia de la Guerra Civil es sin duda el recordatorio más fuerte del peligro de despreciarlo”.

- Más cercano en el tiempo. Javier Cercas (“El País” Babelia 15/11/14). “Yo creo que, desde hace siglos, el mayor problema de este país (piensa en Catalunya y en España) es la intolerancia: nuestra incapacidad para mantener un diálogo civilizado sobre las cosas para aceptar la discrepancia….la catástrofe de nuestro país (consiste en que) si tu no piensas lo mismo que yo, cojo un garrote y te lo parto en la cabeza”

Hago mías las palabras de Beevor y de Cercas y las aplico, “mutatis mutandis” a Euskadi. Mi libro es un esfuerzo para, en Euskadi, superar la intolerancia y propugnar la escucha del adversario. Sin menoscabo de la justicia, simplemente justa. Por supuesto."        (Javier Elzo , Ssociólogos, 01/12/2014) 

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