"Este párrafo: «En cuanto a lo de Cataluña, cada día estoy más persuadido
de que eso se perdió. No sé lo que saldrá, qué engendro nacerá, pero
aquel trozo de tierra ya nunca será como antes.» (...)
¿Realmente conocimos Félix y yo una Cataluña distinta? ¿O ya somos
nosotros los distintos? Pero al fin creo que mi amigo tiene razón. Sí,
hubo algo que se perdió. Cataluña quizás tenga una dimensión más
confusa, inabarcable.
Pero creo que es seguro que hubo una Barcelona que
se perdió, y que Félix y yo -más él que yo- la conocimos. La ciudad que
fue, como tituló FJL su hermoso y verídico libro de memorias. Y también
creo que, en efecto, ya nada volverá a ser como antes. (...)
La lucha está garantizada y llegará, exactamente, hasta el punto que
los nacionalistas quieran llegar. Pero esta resolución incuestionable
no oculta un fondo de violenta tristeza: la ley ganará el combate, pero
aquella Cataluña, ¡libre!, no volverá, al menos en el tiempo de las
vidas de los que van a luchar.
La fabricación masiva de extranjería es una de las consecuencias más
dramáticas de cualquier proceso nacionalista. Y ya se verifica en
Cataluña, con una potencia realmente perturbadora y unos resultados
ciertamente paradójicos.
A los ojos de los que no comparten el proyecto
nacionalista Cataluña ha quedado en manos de una suerte de extranjeros
morales que han destruido fundamentos preciosos, éticos y estéticos, de
lo que hasta ahora había sido la convivencia entre los catalanes.
Una
rara invasión endógena. No pueden ni deben vencer. Pero en lo que pueda
tener esta lucha de asunto personal e intransferible nuestra derrota
está igualmente garantizada." (Arcadi Espada, El Mundo, 25/06/2014)
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