"(...) El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de
Valencia, Roberto Viciano, no comparte este esbozo de ideas. Señala
dónde estriba, a su juicio, el quid del problema: “cuando la izquierda,
en su programa, reivindica el nacionalismo, ya está perdiendo una parte
de la batalla, ya que se está plegando a los planteamientos de la
derecha”.
En su análisis reitera la importancia de de diferenciar entre
“grupo”, con sentido de pertenencia a una colectividad, y la idea de
nacionalismo. En otros términos, uno puede sentirse parte de un barrio,
de una ciudad y, más allá, de una comarca, de un estado o de una
tradición determinada.
“Pero eso no es excluyente, de hecho, se trata de
realidades complementarias”, anota el politólogo. Es más, de estas
ligazones afectivas no tienen por qué extraerse consecuencias políticas.
Pero el nacionalismo es cosa distinta, implica un salto
cualitativo: “introduce conflictividad; se posiciona frente a grupos
considerados inferiores, o que permanecen fuera de ese colectivo
nacional; además, se construye a sí mismo, es decir, no parte de unas
bases objetivas sino de fundamentos que pueden ser religiosos,
lingüístico-culturales u otros, según el lugar y periodo histórico de
que se trate”.
En pocas palabras, se trataría de una construcción
artificial (una autocreación) a partir de la cual se marcan los
distingos.
Ahora bien, Viciano concede que el nacionalismo español ha
oprimido a otras culturas y esto hace bien la izquierda en criticarlo.
¿Dónde se halla, entonces, el punto de discrepancia? El problema
aparece, según el docente, cuando la izquierda emprende un salto
cualitativo y se suma al discurso de los desequilibrios: que una
determinada identidad nacional padece una problemática económica y
social diferente de otra.
Éste esquema argumental le conduce a
defender la idea de “patriotismo”, “una noción que no resulta agresiva y
la izquierda debería recuperar”. No sucede lo mismo, insiste Roberto
Viciano, con el nacionalismo, según el cual, “me diferencio respecto a
los que no pertenecen a mi grupo y, además, priorizo la nación y los
intereses de mi colectivo sobre todo lo demás”.
Esta cosmovisión,
remata, resulta incompatible con las ideas de la izquierda,
tradicionalmente fundamentadas en la solidaridad y el internacionalismo
(no en el nacionalismo). Pero es cierto que la izquierda ha tomado en
algunas coyunturas históricas la bandera nacionalista. ¿Cuándo? “Frente
al imperialismo, pero esto no cabe en un estado democrático y con
igualdad de derechos”.
El último argumento de la batería
pergeñada por el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad
de Valencia apunta a lo global. Hoy, sostiene, “no existen
imperialismos de estado sino de mercado, y son estos (los mercados) los
entes que imponen sus criterios a los estados”.
Conclusión: Hacen falta
estados de grandes dimensiones, potentes y no fraccionados, para hacer
frente a los dictados mercantiles (una expresión a menudo utilizada en
el contexto de rescates bancarios es la de que un determinado país es
“demasiado grande para dejarlo caer”).(...)
“La izquierda no puede hacer suyo un discurso independentista, es
decir, votar a favor de desgajarse de un estado; son planteamientos –por
ejemplo, “España se nos lleva el dinero”- que conducen a peleas entre
nosotros, mientras el enemigo se mantiene enfrente, con toda su
fortaleza”.
Al igual que Pisarello, Roberto Viciano se remonta la
transición para interpretar lo que sucede en el presente. Con el llamado
“café para todos” autonómico, opina, aumentaron las reivindicaciones
nacionales en el País Vasco y Cataluña. Además, se configuraron
autonomías donde no existía ninguna tradición previa. “Hay que deshacer
este entuerto”, concluye Viciano.
“Las legislaciones de las diferentes
comunidades autónomas son un refrito que imita los precedentes de
Cataluña y el País Vasco”. Además, el problema básico hoy no
consiste en la cuestión regional o autonómica, a juicio de Roberto
Viciano, ya que lo medular es reforzar el poder municipal, donde la
gente vive, puede participar y exigir explicaciones (además de controlar
la corrupción).
Donde se está más cerca de los representantes que toman
las decisiones. La otra gran pregunta consiste en cómo se diseña la
integración a escala europea, “para enfrentarnos a los poderes
multinacionales y a los mercados”.(...)" (Enric Llopis
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