25/2/14

El problema básico hoy no consiste en la cuestión regional o autonómica, ya que lo medular es reforzar el poder municipal, donde la gente vive, puede participar y exigir explicaciones (además de controlar la corrupción)

"(...) El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia, Roberto Viciano, no comparte este esbozo de ideas. Señala dónde estriba, a su juicio, el quid del problema: “cuando la izquierda, en su programa, reivindica el nacionalismo, ya está perdiendo una parte de la batalla, ya que se está plegando a los planteamientos de la derecha”.

 En su análisis reitera la importancia de de diferenciar entre “grupo”, con sentido de pertenencia a una colectividad, y la idea de nacionalismo. En otros términos, uno puede sentirse parte de un barrio, de una ciudad y, más allá, de una comarca, de un estado o de una tradición determinada.

 “Pero eso no es excluyente, de hecho, se trata de realidades complementarias”, anota el politólogo. Es más, de estas ligazones afectivas no tienen por qué extraerse consecuencias políticas. 

Pero el nacionalismo es cosa distinta, implica un salto cualitativo: “introduce conflictividad; se posiciona frente a grupos considerados inferiores, o que permanecen fuera de ese colectivo nacional; además, se construye a sí mismo, es decir, no parte de unas bases objetivas sino de fundamentos que pueden ser religiosos, lingüístico-culturales u otros, según el lugar y periodo histórico de que se trate”.

En pocas palabras, se trataría de una construcción artificial (una autocreación) a partir de la cual se marcan los distingos. 

Ahora bien, Viciano concede que el nacionalismo español ha oprimido a otras culturas y esto hace bien la izquierda en criticarlo. ¿Dónde se halla, entonces, el punto de discrepancia? El problema aparece, según el docente, cuando la izquierda emprende un salto cualitativo y se suma al discurso de los desequilibrios: que una determinada identidad nacional padece una problemática económica y social diferente de otra. 

Éste esquema argumental le conduce a defender la idea de “patriotismo”, “una noción que no resulta agresiva y la izquierda debería recuperar”. No sucede lo mismo, insiste Roberto Viciano, con el nacionalismo, según el cual, “me diferencio respecto a los que no pertenecen a mi grupo y, además, priorizo la nación y los intereses de mi colectivo sobre todo lo demás”. 

Esta cosmovisión, remata, resulta incompatible con las ideas de la izquierda, tradicionalmente fundamentadas en la solidaridad y el internacionalismo (no en el nacionalismo). Pero es cierto que la izquierda ha tomado en algunas coyunturas históricas la bandera nacionalista. ¿Cuándo? “Frente al imperialismo, pero esto no cabe en un estado democrático y con igualdad de derechos”. 

El último argumento de la batería pergeñada por el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia apunta a lo global. Hoy, sostiene, “no existen imperialismos de estado sino de mercado, y son estos (los mercados) los entes que imponen sus criterios a los estados”. 

Conclusión: Hacen falta estados de grandes dimensiones, potentes y no fraccionados, para hacer frente a los dictados mercantiles (una expresión a menudo utilizada en el contexto de rescates bancarios es la de que un determinado país es “demasiado grande para dejarlo caer”).(...)

  “La izquierda no puede hacer suyo un discurso independentista, es decir, votar a favor de desgajarse de un estado; son planteamientos –por ejemplo, “España se nos lleva el dinero”- que conducen a peleas entre nosotros, mientras el enemigo se mantiene enfrente, con toda su fortaleza”.

 Al igual que Pisarello, Roberto Viciano se remonta la transición para interpretar lo que sucede en el presente. Con el llamado “café para todos” autonómico, opina, aumentaron las reivindicaciones nacionales en el País Vasco y Cataluña. Además, se configuraron autonomías donde no existía ninguna tradición previa. “Hay que deshacer este entuerto”, concluye Viciano.

 “Las legislaciones de las diferentes comunidades autónomas son un refrito que imita los precedentes de Cataluña y el País Vasco”. Además, el problema básico hoy no consiste en la cuestión regional o autonómica, a juicio de Roberto Viciano, ya que lo medular es reforzar el poder municipal, donde la gente vive, puede participar y exigir explicaciones (además de controlar la corrupción). 

Donde se está más cerca de los representantes que toman las decisiones. La otra gran pregunta consiste en cómo se diseña la integración a escala europea, “para enfrentarnos a los poderes multinacionales y a los mercados”.(...)"            (Enric Llopis

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