"(...) ¿Quienes somos? Venimos originariamente de toda Europa, las Américas,
África y Asia. Dependiendo de nuestra procedencia y color de piel, somos
guiris o inmigrantes. En TV3 nos llaman els nous catalans, lo cual transmite un aire de bienvenida pero sólo sirve para reconocer nuestra presencia, no nuestra existencia. (...)
Jordi Pujol acuñó la famosa frase de que cualquier persona que vive y
trabaja en Cataluña puede considerarse un catalán. Esto es imperialismo
cultural fingiendo ser una alfombra roja de bienvenida.
Es como si la
única cosa en la que alguna vez hemos soñado es en volvernos catalanes,
igual que mariposas culturales atascadas en el estadio larvario: Pujol
nos ofrecía la posibilidad de transformarnos en imagos. En otras palabras, los únicos habitantes aceptables son los catalanes, nous o de sempre. Esto se llama asimilación; no es integración.
En un reciente mitin de Convergència, Artur Mas, una vez más en su
modalidad Guifré el Pilós, dijo que "el pueblo de Cataluña no tiene nada
contra los pueblos de España". Fíjense en la singularidad del pueblo
catalán y la pluralidad del español. No obstante, la realidad no es
singular en absoluto.
No sólo las encuestas nos muestran de manera
consistente que más de la mitad de la población se considera tan
española como catalana, sino que cerca de una quinta parte tiene
múltiples identidades, una de las cuales puede ser la catalana. Sin
embargo, esta multiplicidad no encaja en la narrativa, por lo que a
nosotros se nos convierte en invisibles.
No se nos consulta. ¿Qué diríamos si se nos consultara? Si se nos
preguntara, por ejemplo, qué pensamos de la inmersión lingüística en las
escuelas, la mayoría de nosotros diría que la acepta pero que si nos
dieran a escoger, preferiríamos que nuestros hijos recibieran una
educación bilingüe o incluso trilingüe.
Después de todo, una gran parte
de nosotros llegamos aquí siendo bilingües, hablando tanto nuestra
lengua como la de nuestros antiguos amos imperiales: quechua y español;
urdu e inglés; amazig o wolof y francés. Nos sentimos satisfechos de
hablar catalán pero tenemos una necesidad más acuciante de adquirir una
lengua adicional de alcance mundial que otra lengua minoritaria.
Sin embargo, la pregunta importante es: ¿nos preguntarán? Si alguna
vez tiene lugar la consulta, ¿podremos votar? Se ha hablado de realizar
la consulta basándose en el referéndum escocés. Allí, donde apenas el 4%
de la población es de fuera, han decretado que todos los ciudadanos de
los 27 estados miembros de la UE residentes en Escocia van a poder
votar.
Esto incluiría a unos 300.000 de nosotros, nous catalans.
Los escoceses también han otorgado el voto a todos los ciudadanos de la
Commonwealth residentes en Escocia. La Commonwealth es lo que queda del
Imperio Británico y sobre esta base, los 320.00 latinoamericanos que
viven aquí deberían poder votar ya que son descendientes del
imperialismo español. (...)
El último grupo numeroso está compuesto por los magrebíes, alrededor
de 350.000. Dado que muchos de ellos pueden ser considerados
descendientes de los bereberes y los árabes que fueron expulsados hace
500 años después de una permanencia en España de 800 años, también
debería otorgárseles el derecho al voto. Todo ello nos llevaría a
sobrepasar la cifra de un millón, un gran número de votos.
Últimamente tanto Mas como Oriol Junqueras han estado cortejando al
cinturón de Barcelona admitiendo que allí hay personas que sienten "un
cierto afecto por España" y a los que realmente les gusta que gane la
Roja. El tono de los dos políticos es paternalista, parecido al de
alguien que habla cariñosamente pero con pesadumbre de la debilidad de
su hijo por las natillas.
Y nosotros, ¿qué? ¿Cómo seremos cortejados y con qué? Si nos
preguntaran nuestra opinión sobre la independencia, ¿qué diríamos? Si
implica abandonar la Unión Europea, casi seguro que la respuesta sería
no, gracias. Nadie que ha vivido el desarraigo de dejar su hogar y su
familia en Lima, Dakar o Islamabad lo hizo para acabar viviendo en una
versión actualizada de la ciudad amurallada medieval.
Y, ya que no nos
sentimos conmovidos por sentimientos ni excitados por banderas, para
nosotros la cuestión sería ¿por qué? ¿Por qué estaríamos mejor y de qué
manera? ¿Qué clase de sociedad se nos propone, aparte de una sociedad
separada de España? Sobre todo, ¿se nos incluirá? O dicho de otra
manera, ¿nos convertiremos en visibles? (...)" (Stephen Burgen, Crónica Global, Martes, 22 de octubre de 2013)
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