"El melón de la financiación autonómica ya amarga y el Gobierno ni siquiera lo ha abierto.(...)
El sistema tiende hacia un modelo menos solidario y en el que las
comunidades tendrán más responsabilidad efectiva sobre los impuestos,
según la media docena de expertos consultados para elaborar esta
información.
“Es conveniente limitar la solidaridad, porque si no los
incentivos se invierten y se preferiría un Gobierno pobre que obtenga
más recursos. Pero nadie tiene una solución óptima”, argumenta Alain
Cuenca, investigador de Funcas. (...)
Eso es, precisamente, lo que quieren las comunidades más ricas
(básicamente Cataluña y Madrid): limitar la solidaridad hasta garantizar
los servicios esenciales y evitar que las comunidades más pobres tengan
más dinero por persona que ellas tras el reparto del fondo común. Y eso
es lo que asumen los expertos que ocurrirá tarde o temprano. (...)
“La ordinalidad [el principio que evita que las comunidades más
ricas, tras aportar al fondo común, bajen puestos en financiación per
cápita] no implica menos solidaridad”, apunta De la Fuente, investigador
en el Instituto de Análisis Económico (CSIC), que insiste en que “no
hay que entender que se pierde solidaridad al llevar a Extremadura desde
un índice de financiación de 110 hasta la media de 100 para poder hacer
lo mismo con Valencia subiéndola de 93 a 100”.
Y añade: “Lo que hay que
hacer es igualarlas. No hay mayor solidaridad que asegurar que todas
las comunidades puedan prestar servicios similares con el mismo esfuerzo
fiscal”, añade este experto.
“Desde el punto de vista de los
principios, el de ordinalidad es irreprochable”, abunda Carlos
Monasterio, catedrático de la Universidad de Oviedo. “Uno de los
obstáculos para aplicarlo es el concierto económico del País Vasco y
Navarra, que produce un beneficio de esas regiones sobre el resto”,
añade.
En el fondo, el debate no es más que la vieja discusión económica
sobre la redistribución de recursos escasos. ¿Hasta dónde se limita la
solidaridad? “El problema es el grado, y eso es una decisión política.
Hay que limitar la solidaridad, pero hasta dónde. La redistribución debe
producir que las personas tengan acceso a los mismos servicios”, apunta
Cuenca, de Funcas.
“Las comunidades tienen que tener financiación para
las competencias que se les han traspasado, no para aquellos gastos que
decida como las televisiones autonómicas o el sector público
empresarial...”, remarca Monasterio. (...)
“El límite a la solidaridad debe ser lo que el Estado central defina
como servicios públicos fundamentales”, señala Julio López Laborda,
catedrático de la Universidad de Zaragoza. Una vez definidos —serían la
sanidad, la educación y los servicios sociales—, se observa que
representan cerca del 75% del gasto de las comunidades.
Entonces, el
Estado “no podría poner en marcha un sistema de nivelación inferior al
75%”. La nivelación es un concepto por el que se trata de igualar los
desequilibrios en la distribución de renta entre los habitantes de un
Estado. El sistema español tiene una nivelación plena a través de varios
fondos (el de garantía, suficiencia, competitividad, convergencia y
cooperación).
El fondo de garantía nivela para que las autonomías tengan
la misma financiación para atender los servicios básicos. El resto de
fondos completan el sistema para pagar otros servicios públicos
(justicia, ordenación del territorio, medio ambiente) y eliminar los
desequilibrios de las regiones más pobres.
Pero su funcionamiento es
complejo, opaco y termina provocando distorsiones, según todos los
expertos consultados. “Se está nivelando todo pero por la puerta de
atrás”, admite López Laborda, quien concluye: “Vamos a un sistema menos
solidario”.
La clave entonces sería definir unos servicios esenciales básicos y
garantizar que todas las comunidades reciben los recursos necesarios
para financiarlos. Pero, ¿cómo se establece el criterio de reparto? “Por
la población ajustada”, coinciden De la Fuente y López Laborda. Así se
tendría en cuenta el número de habitantes, el envejecimiento de la
población, el número de escolares... Definir este parámetro es uno de
los puntos de conflicto. (...)
Los expertos creen que habría que destacar la visibilidad fiscal de las
autonomías. Todo el mundo sabe quién cobra el IBI, pero con los
impuestos regionales no es así, dice Cuenca. Todos coinciden en que hay
que aumentar la responsabilidad fiscal efectiva y no se oponen a que,
por ejemplo, se establezca un tramo autonómico del IVA cuyo tipo se
decida de forma colegiada. (...)" (
Jesús Sérvulo González
, El País, 15 OCT 2013)
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