"Algunos de los escritores catalanes que escriben en lengua española y
que hasta ahora nunca habían opinado sobre el asunto se apresuran, en
estos últimos meses, a manifestarse del modo más sonoro posible.
Gente
que nunca había opinado sobre el nacionalismo, la inmersión lingüística,
el derecho a decidir, intenta hacerse oír ahora en el fragor de la
batalla. También yo, pese al tedio y la perplejidad, voy a dar ese paso.
Algunas razones para el silencio anterior: queríamos creer que no había
un verdadero problema, o que como mucho era un artificio político sin
verdadera respuesta en la calle; cuando eso cambió, cuando la gota
malaya de la política logró que la sociedad se volviera permeable al
conflicto, tuvimos miedo. Aunque se disfrazaba de pereza, quiero
llamarlo por su nombre: miedo.
Nadie nos perseguía, ni
corría nuestra integridad física riesgo alguno. Miente quien diga lo
contrario: nadie ha ido a la cárcel en Catalunya por hablar o escribir
en español. Pero sí éramos conscientes de que la opinión pública se
había ido domando hasta sucumbir al pseudo argumento de que si no te
manifestabas a favor de las tesis del nacionalismo catalán eras un
españolista irredento. Un facha, vamos.
Uno de los grandes aciertos
estratégicos del soberanismo ha sido la estricta reducción binaria de
todo pensamiento político. Eres o no eres; sientes o no sientes;
compartes, o no.
Hubiera sido bonito, por ejemplo, poder elaborar la
idea de que la necesaria protección del catalán en las escuelas aceptara
un cierto grado, un matiz que permitiera enseñar, por ejemplo, dos o
tres asignaturas con el español como idioma vehicular, y acaso una o dos
en inglés. Pero no: había que estar a favor o en contra de la
inmersión. Y punto.
Ahora tenemos nuevas razones para callar: una
es la resignación, la noción (acertada, me temo; pero muy nociva) de
que ya no hay nada que hacer. La otra es la vergüenza, porque al alzar
la voz ahora que ya no sirve, ahora que ya es visible la fractura (tan
buscada, por cierto, desde la insensatez aznariana del otro extremo), no
podemos evitar la sensación de que todo esto lo tendríamos que haber
dicho mucho antes." (Enrique de Hériz, escritor y traductor, Premi Llibreter 2004, en un artículo publicado este miércoles en El Periódico)
No hay comentarios:
Publicar un comentario