"(...) El imaginario movilizado por la ANC higieniza la política en busca de
superar las diferencias en el proyecto de construcción nacional. El
conflicto fundamental, allí donde se encuentran todos los problemas, se
proyecta hacia un afuera de «nuestra» comunidad. En este imaginario de
«lo común» bajo el significante «Catalunya» no se perciben élites ni
oligarquías, mucho menos corrupción de la política.
No existen sujetos
excluidos de la ciudadanía, ni racismo, ni xenofobia, ni centros de
internamiento para extranjeros. Nadie parece haber sido desposeído de
sus derechos; no hay desatención sanitaria ni desahucios, ni
malnutrición infantil o represión de la protesta. Esta política
higiénica es, en realidad, la representación de una Catalunya
internamente despolitizada propugnada por las voces hegemónicas en el
reclamo del «Estat independent».
Parece casi una banalidad señalarlo.
Pero incluso para algunas posiciones políticas que reconocen conflictos
«internos» de Catalunya, estos parecen quedar aparcados o pospuestos
para un segundo momento: la lucha que vendrá «después» de alcanzar la
soberanía.
Primero conseguir un Estado propio, del resto, «ja en
parlarem». Cabe preguntar si acaso es posible diferenciar entre estos
dos momentos del conflicto: ¿qué efectos políticos tiene el permitir que
sea hegemónico el imaginario higienizado de una sociedad que en
realidad se encuentra inevitablemente atravesada por las diferencias?
Una sociedad donde la cotidianidad de las personas, lejos del relato
costumbrista de roces entre vecinos compatriotas, se desliza hacia el
deterioro vertiginoso de las condiciones de vida de la mayoría.
¿Qué
resultados tiene situar el objetivo de la nación por delante de la vida
real de las personas? ¿Se puede concebir una comunidad por fuera, antes o
más allá de sus conflictos internos, de la manera como en su interior
se administra incluso la violencia que unos sujetos ejercen contra
otros? ¿Quiénes se pueden permitir aparcar o posponer sus conflictos o
sus diferencias en favor de qué lugar común? (...)
Sea como sea, creemos importante no confundir el proceso con su
determinación finalista. La cuestión que importa no es el futuro de un
Estado catalán, sino cómo se está conformando el actual proceso
soberanista. Durante el pasado 11 de septiembre, la Diada fue escenario
de otras manifestaciones diferentes de la Via Catalana, como fue el caso
de “Encerclem la Caixa» –Rodeemos la Caixa–.
Pero resultaron casi
invisibles frente a la representación hegemónica del soberanismo. Bajo
el poder emocional y el poder político efectivo del imaginario
higiénico, ¿se hace posible poner en dificultades reales a las élites
enriquecidas por el desempoderamiento criminal y la desposesión violenta
de la ciudadanía?
¿Se hace posible construir un proceso de emancipación
inclusivo de quienes hoy son despojados hasta de su mera condición de
ciudadanos?
¿Cómo hacer de la revolución democrática un proceso que no disimule
frente a la debacle histórica que está provocando el poder financiero?
¿Qué tipo de alianzas políticas se han de establecer entre los
fragmentos de una sociedad dividida, rota en favor de los intereses de
las élites?
¿No es en solidaridad y alianza política con los sujetos
desposeídos del resto de los territorios europeos —lo que incluye al
resto de la península— donde invertir los esfuerzos de una revolución
democrática? En una coyuntura histórica grave y urgente, ¿podemos seguir
permitiéndonos que la Nación se sitúe en el centro, desplazando la
multiplicidad de conflictos de la sociedad existente?" (Diagonal, Fundación de los Comunes, 16/09/2013)
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