"Javier Cercas, escritor, en un artículo publicado en El País Semanal, este domingo:
"Es posible que en los últimos tiempos estemos viviendo en Cataluña una suerte de totalitarismo soft;
o, por usar de nuevo el término de Pierre Vilar, una suerte de
"unanimismo": la ilusión de unanimidad creada por el temor a expresar la
disidencia.
El instrumento de esta concordia ficticia no es la
violencia, sino el llamado derecho a decidir: quien está en favor del
derecho a decidir no es sólo un buen catalán, sino también un auténtico
demócrata; quien está en contra no es sólo un mal catalán, sino también
un antidemócrata. [...]
Es natural que, salvo quienes sacan un rédito de
ello, en Cataluña casi nadie se atreva a dudar en público de un derecho
fantasmal que no ha sido argumentado, hasta donde alcanzo, por ningún
teórico, ni reconocido en ningún ordenamiento jurídico; también es
natural que nadie se resuelva a decir que, aunque parezca lo contrario,
no hay nada menos democrático que el derecho a decidir. [...]
Los partidarios del derecho a decidir
sostienen que precisamente para eso, para saber si existe, es
indispensable un referéndum (en este asunto, las encuestas no sirven,
como comprobamos en las anteriores elecciones); pero, antes de usar ese
recurso excepcional e imprevisible, cualquier político honesto y
prudente usaría el recurso previsto por la ley: las elecciones.
Quiero
decir: unas elecciones en las que todos los partidos declaren, clara e
inequívocamente, su posición sobre la independencia. [...] ¿Cuántos
diputados sumarían los independentistas si en unas futuras elecciones el
resto de partidos dijera con claridad si quiere la independencia o no?
Eso es lo que deberíamos saber antes de tomar la vía azarosa del
referéndum: si hay una mayoría de partidarios de la independencia, habrá
que celebrar un referéndum; si no la hay, no.
[...] CiU sabe que si defiende la
independencia en unas elecciones, las perderá (y antes se habrá roto por
dentro: aún no sabemos si Convergència es independentista, pero sí
sabemos que Unió no lo es), así que seguirá sin decir la verdad a sus
electores; en cuanto a la izquierda, todo indica que seguirá atrapada en
la telaraña ideológica que le ha tejido CiU -de ahí que acepte el
derecho a decidir-, cavando su propia tumba y minando la democracia.
No
veo otra forma de decirlo: se puede ser demócrata y estar a favor de la
independencia, pero no se puede ser demócrata y estar a favor del
derecho a decidir, porque el derecho a decidir no es más que una argucia
conceptual, un engaño urdido por una minoría para imponer su voluntad a
la mayoría". (Crónica Global, 16/09/2013)
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