" En algún sitio dice Cioran que se puede en el mejor de los casos
gobernar sin crímenes pero nunca sin injusticias: sin embargo, hay
ciertas injusticias que acaban convirtiéndose en un crimen de lesa
sociedad. (...)
Las medidas gubernamentales en campos que conozco algo mejor, como el de
la educación, son inquietantes. No por ideológicas, pues tan ideología
es el laicismo como la confesionalidad, ni por conservadoras —¡ojalá
conservásemos lo mucho ganado en las últimas décadas!— sino porque
parecen apuntar retrocesos en cuestiones que se estaban consolidando a
trancas y barrancas como universalizadoras de la ilustración y la
compensación a los desfavorecidos.
Pretender a estas alturas del siglo XXI separar por sexos a los
alumnos, favorecer la enseñanza concertada o privada en detrimento de la
pública…
Está muy bien, desde luego, garantizar la posibilidad de
elegir el castellano como lengua vehicular frente a ese invento
neofranquista, la inmersión lingüística, pero no se trata de
“españolizar” a nadie (aunque otros si hablen sin escándalo público de
“euskaldunizar” o “catalanizar”) porque ser español no es nada distinto a
ser catalán, vasco, gallego o andaluz: consiste en saber que se es
cualquiera de esas cosas junto con los demás y bajo una estructura
política común.
Precisamente para explicar este patriotismo
constitucional hubiera venido bien la asignatura de Educación para la
Ciudadanía, suprimida por el ministerio para satisfacer a los
supersticiosos…" (Fernando Savater, EL PAÍS, 18/10/12, en Fundación para la Libertad, 18/10/2012)
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