"Pluralidad cultural:
Todas las lenguas expresan formas de ser de la naturaleza
humana, igual que los bailes, las religiones, la música, la gastronomía y
tantas otras cosas, y esa pluralidad es una enorme fuente de riqueza y de
conocimiento de nosotros mismos.
La verdadera conciencia de la necesidad de
conservar la pluralidad cultural surge de la comprensión auténtica del valor
que representa en sí misma y no de ideologías como el nacionalismo, que
solamente usa este recurso de forma retórica para ocultar otros intereses.
Esta
doctrina es, en el fondo, enemiga de esa pluralidad que dice defender porque su
interpretación de la realidad es unidimensional: una "nación" debe
tener una única cultura "nacional", que siempre coincide, por cierto,
con la cultura de los nacionalistas. (…)
La contradicción en que incurre el nacionalismo radica en
afirmar que debe respetarse la pluralidad cultural, pero niega ese derecho
dentro de su "nación" a quienes poseen una cultura distinta de la
considerada como propia por parte de esos nacionalistas.
Si la pluralidad es un
bien en sí mismo, también debería serlo dentro de la "nación". Sin
embargo, su argumento pluralista excluye a todos los que poseen una cultura
distinta de la que consideran genuinamente "nacional".
Debemos
concluir que realmente no defienden la pluralidad, sino la preeminencia de una
cultura sobre las demás que están presentes en su "nación". Muchos
nacionalismos esconden detrás de la careta de la defensa de la pluralidad un
proyecto de hegemonía cultural "nacional"; hablan a favor de la
pluralidad, pero persiguen realmente la homogeneidad.”
(Cita de: Roberto augusto: El nacionalismo ¡vaya timo!, Editorial Laetoli, 2012, pág. 54/5)
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