"Un aficionado del Manchester United que reside en Manchester tiene una
relación con su equipo similar a la de uno que vive en Madagascar. Un
aficionado del Real Madrid que reside en Madrid o uno del Barcelona que
reside en Cataluña vive su pasión de manera muy distinta al de
Madagascar.
Sí, todos celebran los triunfos de su equipo, todos se
deleitan con los grandes goles que marcan sus jugadores favoritos, pero
los nativos del Madrid y del Barça habitan un terreno mental más amplio y
más complicado, con códigos indescifrables para los que no son de
España. (...)
La rivalidad entre los dos grandes clubes españoles lleva una carga
histórica y política imposible de comprender para el inocente aficionado
africano, americano, asiático o inglés. Incluso a veces se agregan a la
mezcla factores económicos o empresariales. Aquellos lectores que
todavía no han evolucionado al papel impreso y siguen anclados en la
venerable tradición de leer nuestros textos en Internet sabrán a qué nos
referimos.
Los comentarios que se publican al fondo de las páginas web,
además de los tuiteos y tal que brotan de ellas, insisten con tediosa
frecuencia en que los periodistas de este diario forman parte de una
conspiración Prisaica contra el Real Madrid. Esto es chino para el
empresario de Madagascar, para el banquero neoyorquino o para el fan
inglés.
Si los periodistas deportivos del Times de Londres escriben que
Alex Ferguson es un borde o un manipulador por echar la culpa de sus
derrotas a los árbitros, o por menospreciar a un entrenador rival, a
nadie en Inglaterra se le pasa por la cabeza que el grupo mediático de
Rupert Murdoch (al que pertenece the Times) ha tomado la decisión
estratégica de declarar la guerra al Manchester United. (...)
La rivalidad Barcelona-Real Madrid está empapada de dogmas y
prejuicios que nada tienen que ver con el deporte. Hay un sector, bien
representado en las filas madridistas, al que los nacionalistas
catalanes llaman nacionalistas españoles.
Estos son los que clasifican a
“los catalanes” como si pertenecieran a otra especie, como si cada uno
de ellos no tuviera su compleja e indescifrable personalidad.
Solo que, a
diferencia de otros animales, no se les mira con neutralidad o
indiferencia, sino con resoluta animadversión. Muchos nacionalistas
catalanes, ampliamente representados en las filas barcelonistas,
deshumanizan a los madrileños, o a los ciudadanos del “Estado español”,
de la misma manera.
Alimentan su indignación y a la vez labran su
identidad colectiva con recuerdos de la Guerra de Sucesión de principios
del siglo XVIII, la Guerra Civil española, la guerra por Di Stéfano de
1953, la más reciente guerra del cava, la guerra de la Supercopa 2011
(la del dedo en el ojo) e infinidad más de agravios percibidos.
Muchos se han preguntado esta semana a qué se debe el espectacular
brote de sentimiento independentista en Cataluña. Evidentemente bastante
tiene que ver la crisis económica. Como escribió Josep Ramoneda en este
diario, se “ha convertido en verdad social indiscutida en Cataluña que
estar en España tiene un coste altísimo para su bienestar”.
(También
podríamos decir que la crisis ha generado una similar “verdad social” en
Alemania, donde existe un consenso de que se ha pagado un coste interno
demasiado alto por subvencionar durante años a los catalanes y al resto
de los ciudadanos del sur de Europa).
Pero existe otro factor para
explicar el creciente catalanismo, menos determinante sin duda, pero no
desdeñable, y es la rivalidad Madrid-Barça, que en los últimos tres o
cuatro años ha alcanzado niveles de hostilidad nunca vistos. (...)
Para el aficionado del Manchester United el antagonismo que pueda sentir
en determinado momento por el Liverpool no va a condicionar en lo más
mínimo su pensamiento político o su intención de voto. Para el del Barça
y, posiblemente en menor medida, para el del Madrid, sí existe una
conexión.
Estamos hablando del terreno de los sentimientos, de la lógica
del corazón más que de la ciencia, y en España, donde más del 70% de la
población se identifica o con el Madrid o con el Barça, hay una fluidez
de tránsito entre el tribalismo futbolero y el tribalismo político que
no existe en ningún otro país del mundo." (
John Carlin El País,
15 SEP 2012)
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