" Sabían que habían fracasado en su tarea de testigos pues, aunque lo
ocurrido en los campos de exterminio fuera de dominio común, Europa se
construía de espaldas a la experiencia de la barbarie. Hasta para el
Gobierno alemán pesa más la deuda soberana que la culpa histórica (en
alemán deuda y culpa se dicen con el mismo término, schuld).
No
les agradaba sellar el fracaso de los testigos que habían logrado, sí
dar a conocer los hechos, pero no impregnar el presente de pasado.
Fracaso pues, no en historia, sino en el discurso político. (...)
El crimen físico se refuerza con otro de tipo hermenéutico, invocando
explicaciones tales como fue necesario, fue inevitable, fue merecido o,
simplemente, no existió. El relato que quede de los hechos dependerá de
quién gane la batalla interpretativa.
Esa ley del doble crimen también se está dando entre nosotros, salvadas las distancias, a propósito del final de ETA.(...)
La batalla hermenéutica se ventila entre estas dos tesis: o la centralidad de las víctimas o la de los presos.
Si
las víctimas ocupan el centro es porque ellas encarnan los múltiples
daños del terrorismo a los que necesariamente tiene que enfrentarse
desde ahora una política sin ETA. Los daños de la violencia pasada no se
disuelven con el abandono de las armas, por eso no tiene sentido lo de
"poner el contador a cero".
Solo puede haber un nuevo comienzo, es
decir, una superación de la situación anterior, si todas las partes se
enfrentan a las injusticias de los daños causados. Hay daños
irreparables cuya única forma de justicia es la memoria de la
injusticia: ¿cómo plantear entonces pasar página? Y como la violencia ha
producido daños sociales que han fracturado y empobrecido a la sociedad
vasca, pasar página sería renunciar al deber político de solucionar los
problemas reales de la sociedad.
La tesis de la centralidad de las
víctimas no se basa en el respeto que nos merecen las víctimas (que está
fuera de toda duda), sino en el lugar de la justicia en una política
democrática.
La izquierda abertzale entiende, por el
contrario, que es "absolutamente necesario que el respeto a los derechos
de las personas presas y exiliadas ocupe un lugar central en el debate
político y social".
Por supuesto que siempre es central el respeto de
los derechos humanos; claro que tenemos que hacernos cargo del
sufrimiento de los presos y de sus familias, pero el debate sobre los
presos debe verse desde la centralidad de las víctimas porque el
problema mayor de los presos no es que salgan o dejen de salir de la
cárcel, sino la superación del daño que el crimen ha hecho en ellos,
daño que no solo afecta a su humanidad sino también a su relación con la
sociedad vasca.
El crimen político es, en efecto, un delito y,
además, una culpa. Si solo fuera delito, el problema del delincuente
sería la pena, es decir, la cárcel. Pero es también culpa, entendida
esta en sentido moral y no ya religioso.
Esa culpa es, dice Hegel, la
cicatriz o señal que deja el crimen en el criminal. Reconocerse culpable
es entender que su vida presente y futura está ligada a la vida
arrebatada del otro.
Recordemos al caso de Raskolnikov en Crimen y castigo
de Dostoievski. Mata a la anciana para darse con su dinero la gran
vida, pero enseguida descubre que eso es imposible, que su vida depende
de la vida quitada y que ojalá aquello no hubiera ocurrido.
Ese camino
que remite el destino del victimario al de la víctima; ese camino que va
del delito a la culpa es el que este mundo abertzale tiene que recorrer si quiere ser consecuente con el rechazo de la violencia." (REYES MATE: El último testigo. El País, ed. Galicia, 26/09/2011, p. 23)
............................... las cosas de la clase media ..........................
27/9/11
"El problema mayor de los presos no es que salgan o dejen de salir de la cárcel, sino la superación del daño que el crimen ha hecho en ellos... Reconocerse culpable es entender que su vida presente y futura está ligada a la vida arrebatada del otro"
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