21/4/22

Ramón de España: Todas las reacciones en el rollo del proceso han sido pusilánimes. De una gran cobardía. Porque, cojones, eso no era Euskadi, aquí no te pegaban un tiro en la cabeza... Pero toda la gente que ha estado callada por prudencia o por no ser señalados... coño, que no te jugabas la vida... Aquí, aparte de los convencidos, ha habido el gran triunfo de la pusilanimidad. Empezando por los que mandan

 "Ramon de España suele decir que empezar hace años hablando de David Bowie y acabar hablando de Puigdemont, demuestra que va por el mal camino. Pero uno opina que esto demuestra la decadencia, no del cronista, sino de su Cataluña y su Barcelona. 

Y pensar que un día Barcelona quiso ser la Nueva York del Mediterráneo... 

Eso decíamos varios ilusos a finales de los setenta. Pensábamos que, desaparecido Franco y entrando en Europa, podríamos convertirla en una ciudad moderna. No habíamos contado con que había otros planes, que era convertirla en la capital de una nación milenaria. Éstos ganaron, y ahora tenemos lo que tenemos.

 ¿Qué tenemos? 

Una ciudad de provincias cada vez más irrelevante, por culpa de la pinza criminal entre los nacionalistas y los populistas de la Colau. Esto Barcelona, ​​que Cataluña a lo que aspiraba era a ser la Dinamarca de sur. Según el día. Algunos días tocaba Dinamarca del sur, otros Kosovo y otros Massachusetts. Dependía de cómo se levantara el Astuto.

 ¿En el libro evoca con nostalgia su Barcelona? 

Nada de nostalgia, la intención es que sea una cápsula temporal, como las que envían al espacio con un libro de Gala y un disco de Mocedades. También puede considerarse una autobiografía mediante personas y lugares interpuestos, en su mayoría muertos y desaparecidos. Cuando tienes más años detrás que delante, te da por recordar.

 ¿Había más libertad? 

Hubo un interregno entre la muerte del caudillo (sic) y la llegada de Pujol, cinco años que no se sabía qué estaba permitido y qué no, (...). Todo el mundo hacía lo que le salía de las narices. Ya desde finales de los sesenta había gente que se comportaba como si el gallego llevase veinte años muerto.

 Usted vivió la llegada del nacionalismo desde Barcelona. Imagine los que la vivimos en la Cataluña profunda. 

No quiero ni pensarlo. Pero alguna pega debe tener en Girona, para ser la capital de Cataluña catalana. El problema de Barcelona es que ha sido siempre una ciudad demasiado grande para un país demasiado pequeño. El poder nacionalista siempre le ha tenido cierta manía, porque había gente de todas partes y se hablaba demasiado castellano. ¡Había incluso extranjeros y librepensadores! Barcelona era molesta. Por eso le hicieron toda a puñeta que pudieron. Y se lo siguen haciendo.

 ¿Cómo ve de salud  al nacionalismo? 

Ahora ERC intenta volver al autonomismo sin que se note mucho, y quienes no tienen nada que perder porque están en Flandes tocándose las narices, se dedican a pedir muertos, como la vieja bruja Ponsatí. Con un poco de suerte, ERC y Junts acabarán a hostias.

 Hace poco, Rufian les acusó de jugar a James Bond. 

Confío en que con todo el lío con los rusos -la UE está en guerra con Rusia, no nos engañemos-, les jodan el euroescaño. No sé si nos los van a devolver aquí, pero ese es el peor momento para ser un Puigdemont o un Alay.

 ¿Acaso no considera Puigdemont un mesías? 

¿Qué se puede opinar de un periodista que para escribir un libro llama a otro periodista? Al estar en un lío monumental, debe decir cosas para hervir la olla y para justificar la pasta que supongo que le estamos enviando bajo mano. Pero se está convirtiendo en un personaje muy ridículo.

 Dice en el libro que «en Barcelona tenemos estupidez para dar y regalar» ¿Por qué desmerece así el resto de Cataluña? 

Se da por supuesto que también la tienen, pero el libro va de mi querida ciudad. Habría sido más divertido vivir en Nueva York en los años 30 y tratar con Scott Fitzgerald y Dorothy Parker, pero me tocó Barcelona en los 70 y tratar con Carmen de Mairena. Soy de las momias de lo que ahora llaman «régimen del 78», que se ve que fue muy malo, horroroso.

 Aparecen muchos amigos que han muerto. ¿Eso asusta?

 Es el precio de hacerse mayor. Ya tengo una edad. O dos. Tengo que acostumbrarme a ver cómo mi generación la va diñando, y confiar en no diñarla yo de un día para otro. Lo mejor es el ictus, que no avisa. Sin embargo, creo que he evitado el tono fúnebre.

 Con dosis justas de ironía y muy poco sarcasmo. 

La ironía es defensa propia. El sarcasmo es un ataque que debe reservarse para los que se lo merecen en serio. 

Como dice en un capítulo, ¿la naturaleza suele conceder más vida a los inútiles? 

Temo que existe una relación entre no servir absolutamente para nada y durar mucho. Es algo que no entiendo. Antes pensaba que llegado a una edad lo entendería todo, incluso lo que hago en el mundo.

 ¿Y qué? 

No entiendo una mierda. Sigo tan perdido como a los veinte años. Lo único bueno de la edad es que pierdes totalmente la noción de trascendencia, esto lo dejas para gente como Javier Marías. Las cosas dejan de ser de vida o muerte, porque lo que se avecina es la muerte. Se va incrementando el fatalismo, que no debe confundirse con el pesimismo.

 ¿Tenía razón Vázquez Montalbán cuando decía que la lucha de clases es compatible con una buena borrachera? 

Manolo tenía frases para justificarlo todo. Mi preferida era cuando alguien le recordaba que era comunista pero vivía como un cerdo burgués, y respondía «yo asumo mis contradicciones». Me parece admirable. Otra cosa es que estas contradicciones las asumieran también los demás. Era un personaje curioso, seguía combatiendo el franquismo cuando hacía quince años que Franco estaba muerto. En cambio, el Pujolismo, que lo teníamos delante, ni lo olió, no dijo ni una palabra.

 Todavía existen, que combaten el franquismo. Sí, es una especie que se reproduce constantemente.

 Usted viene de familia militar. ¿Debería recuperarse la mili? 

Sólo porque serviría para perder de vista a todos estos que acuden a concursos de Telecinco. Habría una desaparición masiva de gente que mejor estaría cavando zanjas que haciéndose tatuajes. Yo tardé tres meses en convencer al médico militar (...) y que me volviera a casa. Si me hubiesen convertido en una máquina de matar, lo habría agradecido, el problema es que era una pérdida de tiempo.

 Tantos años en el oficio, y nunca ha dirigido nada. 

Fui director de una revista durante un número. Era una revista mensual, y necesité un mes para darme cuenta de que no se cobraba. Dimití. 

 ¿No le gusta mandar? 

Me gusta más conspirar. Es decir, no ser la cabeza pero estar en la cuadrilla rectora. Era lo que hacíamos en la época buena de los cómics. Es como el de estar en nómina, lo intenté y no me probaba. Esto de ir cada día al mismo sitio y encontrarme a la misma gente, me deprimía mucho.

 Estuvo en el TBO. ¿Ya no existe porque lo sustituye TV3? 

Mmm... No había caído en la posible relación. TV3 se dedica a aquella asignatura que se llamaba Formación del Espíritu Nacional. Ha cumplido y sigue cumpliendo una misión de adoctrinamiento, de decirnos lo que debe hacerse para ser un buen catalán. Con una programación dirigida básicamente a ambientes rurales.

 ¿Me está mirando a mí, cuando habla de ambientes rurales? 

No se lo tome como algo personal. Pero es que estos programas como El Foraster, que envían un tío a Villamerda del Arzobispo para decir que son todos estupendos, que viven en el centro del universo y que son cojonudos... Pueblo a pueblo, irá saliendo toda la Cataluña profunda.

 Me ha parecido que volvía a mirarme, cuando ha dicho «Cataluña profunda». (Risas) 

Y cada pueblo recordará perfectamente a Quim Masferrer, el típico chico catalán, buen chaval, templado, simpático. El yerno ideal de Cataluña. Y con esto, vamos tirando.

 En el libro confiesa que jugaba al Risk. Como experto geoestratega, ¿qué aconseja hacer en Ucrania?

 Tenemos un peligro público que es Putin, debería eliminarse, directamente. Total, Rusia tampoco es tan rica, tiene un PIB inferior en Italia o España, y en España no estamos para invadir a nadie, la última invasión fue en el islote de Perejil, un gran éxito de Aznar. En Ucrania se trata de minimizar daños: Zelenski, tú no entres en la OTAN, y tú Vladimir, echa atrás, que te estás arruinando. Me cuesta mucho creer que se pueda ser tan imbécil de montar una tercera guerra mundial, porque como dijo Einstein, la cuarta la haremos a pedradas.

 ¿Tiene ya el carné del Consejo de la República? 

Al ver que no servía ni para conseguir descuento en el Bonpreu, renuncié. Por el momento no sirve para una mierda. Quizás hay que poner algo de fe.

 ¿Qué ha sido la prensa catalana durante el proceso? 

Un grupo de calzonazos, básicamente. La figura del calzonazos se sacralizó con aquel editorial conjunto, una especie de «viva mi dueño» firmado por todos los periódicos. La prensa catalana se ha dedicado, en el mejor de los casos, a no buscar problemas. Y en el peor, en recoger todas las subvenciones que ha podido. Que lo pregunten al Conde de Godó, que cuando tenía por ahí a Pepe Antich, le entraba la pasta de Convergència que daba gusto.

 ¿Y actualmente? 

Sigamos un poco igual. Es eso tan catalán del «sí pero no, no pero sí, pero hablemos...». Todas las reacciones en el rollo del proceso han sido pusilánimes. De una gran cobardía. Porque, cojones, eso no era Euskadi, aquí no te pegaban un tiro en la cabeza, en Catalunya sólo te matan de aburrimiento, de dar la tabarra. 

Pero toda la gente que ha estado callada por prudencia o por no ser señalados...coño, que no te jugabas la vida. Yo llevo años diciendo lo que me sale de las narices y nunca se me ha acercado nadie ni siquiera para romperme la cara, y espero no dar ideas. Aquí, aparte de los convencidos, ha habido el gran triunfo de la pusilanimidad. Empezando por los que mandan.

 ¿A quién se refiere? ¿Usted cree que un banquero, que es quien tiene la sartén por el mango, debe cambiar la sede de Barcelona a Valencia? 

Lo que tiene que hacer es llamar a Mas o al chapucero de turno, y decirle «¡deja de hacer el capullo! Yo no me voy a ninguna parte, te vas tú!». Es que incluso los banqueros son de quedar bien con todo el mundo, de no enfadarse, de no golpear la mesa...

 ¿Lo volverán a hacer? 

No pueden. Ya han visto cómo termina la cosa. A menos que estén realmente dispuestos a jugarse la vida, con la Ponsatí delante, haciendo de «abuela metralleta». Ahora se quejan de que estamos volviendo al autonomismo, pero la pregunta es: ¿hemos abandonado alguna vez el autonomismo? ¡Si la independencia duró ocho segundos y el principal responsable salió corriendo! Lo único que pueden hacer es mostrarse muy contrariados y muy desagradables; quedar mal en todas partes. 

A eso se dedica el niño barbudo que tenemos de presidente: «si viene el rey, llego tarde, así no le saludo y de paso quedo como un capullo con todos los demás». Ahora mismo, aparte de quedar mal y hacernos quedar mal a todos, no hay muchas opciones más. Refunfuñar y basta. 

 Refunfuñar es muy catalán. 

Es que todo lo que vaya más allá de gruñir, tropieza con el Código Penal. Y ya se ha visto que estas cosas acaban o en el trullo o en el maletero del coche."

(Entrevista a Ramón de España, Albert Soler, Diari de Girona, 17/04/22)

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