14/1/20

Xavier Rius, director de e-notícies: No sé si hemos estado en manos -estamos todavía- de unos sinvergüenzas, unos inconscientes, unos pardillos o las tres cosas a la vez. ¿Valía la pena el proceso? El daño hecho por éste es inmenso. De entrada, a la propia autoestima de los catalanes. Catalunya ha demostrado que no es que sea una nación, es que somos una sociedad fallida

"(...) No sé si hemos estado en manos -estamos todavía- de unos sinvergüenzas, unos inconscientes, unos pardillos o las tres cosas a la vez.

¿Valía la pena el proceso? ¿Marear la perdiz todo este tiempo para acabar pactando con el PSOE?(...)

 ¿Para eso le tumbaron también los Presupuestos? ¡Cuantos meses perdidos! Desde luego, Esquerra ha hecho lo único que podía hacer.

Pero el proceso ha vuelto a la línea de salida: El PSOE sólo ofrecerá diálogo dentro del marco constitucional e institucional. Se los han llevado al huerto. La consulta será sobre los acuerdos adoptados, no sobre la independencia, ni siquiera sobre la autodeterminación lo vendan como lo vendan.

¿Ustedes se dan cuenta del daño que ha hecho el proceso? 

No me refiero sólo a los daños políticos -la aplicación del 155, la suspensión del autogobierno, la destitución del Govern, la convocatoria de elecciones desde Madrid- o económicos como la marcha de empresas. Me refiero sobre todo a los daños morales, más imposibles de cuantificar pero que se prolongaran durante mucho tiempo. Quizá incluso generaciones. Una sociedad fracturada por la mitad no se arregla en dos días. 

Las energías gastadas en objetivos imposibles, la degradación de las instituciones -la Generalitat, los Mossos, TV3, el CAC, el Síndic de Greuges-, los numeritos en Palau o en Bruselas.

Por favor, que dejen de ir también de víctimas. Aragonès lo volvió a decir ayer: “hemos de acabar con la vía judicial y policial y dejar paso a la política”. Lo primero que tienen que hacer es autocrítica, examen de conciencia, incluso pedir perdón. Estoy por asumir el lema indepe por antonomasia: “Ni olvido ni perdón”.

¿Que se creían que el Gobierno no tomaría decisiones, que el Estado se quedaría con los brazos cruzados, que la justicia no abriría diligencias, que Europa nos recibiría con los brazos abiertos? Se pasaron por el forro las notificaciones del TC, los informes del Consell de Garanties Estatutàries o de los letrados del Parlament. Incluso el propio sentido común.

El daño hecho por el proceso es inmenso. De entrada a la propia autoestima de los catalanes, después a nuestra imagen exterior -nos hemos convertido en una piedra en el zapato- e incluso si me apuran a nuestra confianza en nosotros mismos. ¿Por qué lo enviamos -lo enviaron- todo a la mierda apenas 40 años de recuperado el autogobierno? ¿Sabemos los catalanes gobernarnos o somos la confirmación de la teoría de Weber?

Un apunte final si me permiten. Esto de Esquerra es un poco esquizofrénico: acabaron el acto con gritos de “in-inde-independència” tras haber aprobado el pacto con los que apenas unas semanas antes llamaban “carceleros”. Pero la culpa no es sólo de Esquerra -Marta Rovira llamando “botifler” a Puigdemont aquella noche en Palau y Junqueras callando- sino de Mas, que puso a Puigdemont -nunca te recuperarás, Artur-; de Puigdemont, que puso a Torra.

También de todos los agoreros mediáticos que propulsaron el proceso -Rahola, Sanchis, Álvaro, etc-; de los intelectuales que callaron o se apuntaron al carro -Cardús, Culla, Ramoneda- de los historiadores que fabricaron una historia a medida -Sobrequès, Riquer y alguno ya fallecido- y sobre todo de una profesión periodística que puso una alfombra roja o directamente excitó al personal: Sanchis, Terribas, Basté, Graset, etc.

¿Dónde están también los valientes? Los alcaldes con la vara, los de la CUP -¡Ana Gabriel salió huyendo cuando ni siquiera le pedían penas de cárcel!- y sobre todo los que presumían en twitter del tot o res: Toni Castellà, Antonio Baños, Titon Laïlla, Jordi Cuminal, Albert Batalla. Bueno sí, algunos continuan pegados al escaño. Espero que por poco tiempo.

Sí, lo sé: me dejo nombres. Este es un artículo de urgencia. Hecho desde la indignación, la tristeza y la incredulidad. Algunos -pocos- lo advertimos. Tiempo habrá de recordarlos para que nuestros hijos y nuestros nietos no olviden de quien fue la culpa del desaguisado, del estropicio, del batacazo. No sólo fueron dirigentes políticos. Tambén sus aledaños.
Catalunya ha demostrado con el proceso que no es que sea una nación, es que somos una sociedad fallida. Hemos vuelto a los tiempos de la tribu.

Y a los incombustibles que todavía creen en el proceso, en Puigdemont o en los milagros hay que decirles claramente dos cosas: no sólo se han cargado la posibilidad de que Catalunya sea independiente -el Estado no dejará pasar ahora ni una- sino que se han cargado una cosa peor: la cohesión social.

Los que tenemos una cierta edad todavía recordamos las vallas que colocó Convergencia a mediados de los 70, tras la muerte del dictador: "Es catalán todo el que vive y trabaja en Catalunya". Luego añadieron "y lo quiere ser". Yo me acuerdo de una en mi barrio, en la Meridiana. Bueno, pues eso. Se han cargado exactamente esto. Han dividido el país en dos sociedades irreconciliables. Y que la cosa no vaya a peor."                 (Xavier Rius, director de e-notícies, 03/01/20)

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