"(...) No sé si hemos estado en manos -estamos todavía- de unos
sinvergüenzas, unos inconscientes, unos pardillos o las tres cosas a la
vez.
¿Valía la pena el proceso? ¿Marear la perdiz todo este tiempo para acabar pactando con el PSOE?(...)
¿Para eso le tumbaron también los Presupuestos? ¡Cuantos meses perdidos! Desde luego, Esquerra ha hecho lo único que podía hacer.
Pero el proceso ha vuelto a la línea de salida: El PSOE sólo ofrecerá
diálogo dentro del marco constitucional e institucional. Se los han
llevado al huerto. La consulta será sobre los acuerdos adoptados, no sobre la
independencia, ni siquiera sobre la autodeterminación lo vendan como lo
vendan.
¿Ustedes se dan cuenta del daño que ha hecho el proceso?
No me refiero sólo a los daños políticos -la aplicación del 155, la
suspensión del autogobierno, la destitución del Govern, la convocatoria
de elecciones desde Madrid- o económicos como la marcha de empresas. Me refiero sobre todo a los daños morales, más imposibles de
cuantificar pero que se prolongaran durante mucho tiempo. Quizá incluso
generaciones. Una sociedad fracturada por la mitad no se arregla en dos
días.
Las energías gastadas en objetivos imposibles, la degradación de las
instituciones -la Generalitat, los Mossos, TV3, el CAC, el Síndic de
Greuges-, los numeritos en Palau o en Bruselas.
Por favor, que dejen de ir también de víctimas. Aragonès lo volvió a
decir ayer: “hemos de acabar con la vía judicial y policial y dejar paso
a la política”. Lo primero que tienen que hacer es autocrítica, examen de conciencia, incluso pedir perdón. Estoy por asumir el lema indepe por antonomasia: “Ni olvido ni perdón”.
¿Que se creían que el Gobierno no tomaría decisiones, que el Estado
se quedaría con los brazos cruzados, que la justicia no abriría
diligencias, que Europa nos recibiría con los brazos abiertos? Se pasaron por el forro las notificaciones del TC, los informes del
Consell de Garanties Estatutàries o de los letrados del Parlament.
Incluso el propio sentido común.
El daño hecho por el proceso es inmenso. De entrada a la propia
autoestima de los catalanes, después a nuestra imagen exterior -nos
hemos convertido en una piedra en el zapato- e incluso si me apuran a
nuestra confianza en nosotros mismos. ¿Por qué lo enviamos -lo enviaron- todo a la mierda apenas 40 años de
recuperado el autogobierno? ¿Sabemos los catalanes gobernarnos o somos
la confirmación de la teoría de Weber?
Un apunte final si me permiten. Esto de Esquerra es un poco
esquizofrénico: acabaron el acto con gritos de “in-inde-independència”
tras haber aprobado el pacto con los que apenas unas semanas antes
llamaban “carceleros”. Pero la culpa no es sólo de Esquerra -Marta Rovira llamando
“botifler” a Puigdemont aquella noche en Palau y Junqueras callando-
sino de Mas, que puso a Puigdemont -nunca te recuperarás, Artur-; de
Puigdemont, que puso a Torra.
También de todos los agoreros mediáticos que propulsaron el proceso
-Rahola, Sanchis, Álvaro, etc-; de los intelectuales que callaron o se
apuntaron al carro -Cardús, Culla, Ramoneda- de los historiadores que
fabricaron una historia a medida -Sobrequès, Riquer y alguno ya
fallecido- y sobre todo de una profesión periodística que puso una
alfombra roja o directamente excitó al personal: Sanchis, Terribas,
Basté, Graset, etc.
¿Dónde están también los valientes? Los alcaldes con la vara, los de
la CUP -¡Ana Gabriel salió huyendo cuando ni siquiera le pedían penas de
cárcel!- y sobre todo los que presumían en twitter del tot o res:
Toni Castellà, Antonio Baños, Titon Laïlla, Jordi Cuminal, Albert
Batalla. Bueno sí, algunos continuan pegados al escaño. Espero que por
poco tiempo.
Sí, lo sé: me dejo nombres. Este es un artículo de urgencia. Hecho
desde la indignación, la tristeza y la incredulidad. Algunos -pocos- lo advertimos.
Tiempo habrá de recordarlos para que nuestros hijos y nuestros nietos
no olviden de quien fue la culpa del desaguisado, del estropicio, del
batacazo. No sólo fueron dirigentes políticos. Tambén sus aledaños.
Catalunya ha demostrado con el proceso que no es que sea una nación,
es que somos una sociedad fallida. Hemos vuelto a los tiempos de la
tribu.
Y a los incombustibles que todavía creen en el proceso, en Puigdemont
o en los milagros hay que decirles claramente dos cosas: no sólo se han
cargado la posibilidad de que Catalunya sea independiente -el Estado no
dejará pasar ahora ni una- sino que se han cargado una cosa peor: la
cohesión social.
Los que tenemos una cierta edad todavía recordamos las vallas que
colocó Convergencia a mediados de los 70, tras la muerte del dictador:
"Es catalán todo el que vive y trabaja en Catalunya". Luego añadieron "y
lo quiere ser". Yo me acuerdo de una en mi barrio, en la Meridiana. Bueno, pues eso. Se han cargado exactamente esto. Han dividido el
país en dos sociedades irreconciliables. Y que la cosa no vaya a peor." (Xavier Rius, director de e-notícies, 03/01/20)
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