"Vive entre París, donde es profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, y Gerona (...)
«Hay que entender que estamos en un momento en que lo racional ha
perdido definitivamente la batalla frente a las emociones y que el
independentismo es un movimiento que exige fe, una especie de religión»,
asegura.
-¿El «procés» es kafkiano»
-Sí,
en el sentido de asombroso, caótico, inesperado, absurdo, angustioso.
Y, al mismo tiempo, Kafka tiene un libro que se titula El proceso, en
el que Joseph K. se enfrenta a un proceso aparentemente incomprensible y
una inagotable fuente de sorpresas e incredulidad. Por eso titulo así
el libro.
-¿Esto tiene arreglo a corto plazo?
-No.
Habrá que ver hasta dónde llega la acción judicial, qué ocurre en
Europa, pero no le veo solución a corto plazo. Cataluña es en estos
momentos una sociedad fracturada por la mitad, y es una fractura a la
que algunos han dedicado mucho tiempo, no es casual, sino que han
trabajado para que no haya vuelta atrás. La Cataluña que se han cargado
ya no se puede reconstruir en la España de las autonomías, que en parte
también se han cargado.
Hay que repensar lo que hemos hecho mal, los
errores cometidos, entre ellos haber cedido excesivamente con algunas
autonomías. El silencio y los pactos por la necesidad de los votos
nacionalistas han hecho, por ejemplo, que el departamento de Educación
de la Generalitat no reconozca determinadas leyes o que TV3 se haya
convertido en un inmenso monstruo que no hay manera de controlar.
-Se apela mucho al diálogo como solución. ¿Cómo lo ve usted?
-El
problema es con quién y cómo se dialoga. Uno de los éxitos del
nacionalismo es haber pervertido el lenguaje, usar términos como
diálogo, democracia o libertad a su conveniencia. Por lo tanto, cómo
vamos a dialogar si no hablamos el mismo lenguaje. El único diálogo
posible es en base a la ley y la Constitución. Otra cosa es con quién
hablamos.
Hay una parte de los líderes independentistas que se han
autodescartado de cualquier diálogo. No hay ninguna posibilidad con
alguien como Puigdemont, vive en otro mundo ya. Con otros que parece que
han aprendido la lección y son más sensatos, tipo Junqueras, podría
haber alguna posibilidad.
-¿La estrategia de la huida esá dando resultado a Puigdemont?
-Es
un tipo del que nadie esperaba nada, por eso lo eligieron presidente, y
tiene una gran ventaja, que es independentista de toda la vida, no
tiene que disimular como Artur Mas. Ha apostado por el todo o nada en un
momento de radicalización del proceso que le ha resultado más útil que a
Junqueras. Ha formado un equipo de personas que le tiene lealtad
absoluta, dispuestas a ir hasta el final y que están por el cuanto peor
mejor, si hay que cargárselo todo se lo cargarán.
-¿Ha habido violencia en el «procés»?
-Depende
de lo que entendamos por violencia. Violencia física ha habido
relativamente poca. Pero acoso y violencia moral y psicológica, mucha, y
la sigue habiendo. Se ha intentado limitar la violencia tanto como se
ha podido, aunque últimamente se les está escapando de las manos. La CUP
se ha organizado y tiene la misma forma de actuar que Herri Batasuna,
señala los objetivos, ya no para matarlos como hacía ETA pero sí para
marcarlos diciendo, por ejemplo, dónde viven el juez Llarena o alguien
el PSC o de Ciudadanos.
Soy pesimista, creo que la violencia en Cataluña
solo ha empezado. Los CDR son peligrosos. Cada vez hay más
enfrentamientos en la calle y creo que solo es un inicio de lo que
viene. No descarto que la violencia vaya a más. (...)" (Entrevista a Jordi Canal, Javier Clemente, La Voz de Galicia, 23/04/18)
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