"(...) tal vez cabría acuñar, sin embargo, otra que dijese algo así: “No hay
cosa más tonta que un andaluz, un extremeño o un gallego etc
secesionista”. Viene esto a cuento de la asistencia del Sindicato
Andaluz de Trabajadores (SAT) a la manifestación independentista
catalana (aunque en realidad era todo menos catalana) del pasado 17 de
marzo en Madrid.
Se entiende mal que los habitantes de las regiones más deprimidas,
que lógicamente son beneficiarias de los mecanismos redistributivos del
Estado, sean independentistas, como resulta también difícil de explicar
que desde la izquierda se persiga la desintegración del Estado cuando, a
pesar de todos sus defectos, es el único baluarte que tienen contra el
poder económico.
Hace mucho tiempo que resulta imposible justificar la
postura de IU y de Podemos, que de forma progresiva han ido
identificando sus actuaciones y posiciones con las reivindicaciones de
los sediciosos. Comenzaron justificando el derecho a decidir y han
terminando participando en una manifestación a favor de los golpistas y
en contra de la Constitución y de la Justicia. (...)
Hoy se quiere arrojar por el desagüe el agua junto con el niño.
Incluso a algunos, como a los golpistas catalanes, les importa muy poco
el agua sucia, de lo que pretenden librarse es del niño. Por eso resulta
tan inexplicable que la izquierda se preste a ser compañera de viaje de
los que, con absoluta deslealtad, están dispuestos a quebrantar el
Estado y miran con desprecio y superioridad a los demás españoles.
Habría que sorprenderse, si no fuese porque nos tienen curados de
espanto, de que IU Madrid en un tuit convocase a manifestarse el pasado
17 de marzo tras los supremacistas Torra y Mas con el argumento de que
sin derecho a decidir no hay democracia. Frase que, si aparentemente
tiene visos de veracidad, constituye una trampa retórica muy burda y
bastante manida. Porque el problema radica precisamente en saber lo que
cada uno tiene derecho y puede decidir.
La democracia constituye el
sistema que ordena el método y la forma de decisión. La libertad de cada
uno termina donde comienza la libertad de los demás. Si cada uno
pretendiese decidir sobre todo, y sin límite alguno, estaríamos
instalados en la anarquía y serían los más débiles los que no decidirían
nunca.
El neoliberalismo económico también defiende el derecho a decidir,
libertad económica. Que cada uno decida sobre el destino de todo su
dinero. Nada de sistema fiscal progresivo, nada de pensiones públicas,
que todos los ciudadanos vayan al colegio y al médico que quieran
(siempre que puedan pagárselo, claro).
El derecho a decidir de los ricos
deja sin capacidad de decisión, e incluso de subsistencia, a los menos
afortunados económicamente. Conceder el derecho a la autodeterminación a
los habitantes de Cataluña impide que los andaluces, extremeños,
castellanos o madrileños decidan acerca de la estructura y configuración
del Estado español, a lo que tienen derecho.
La soberanía, y por lo
tanto el derecho a decidir, pertenece a la totalidad de los españoles.
Una parte no puede decidir sobre lo que corresponde al todo, y casi
siempre que pretende hacerlo es porque es la parte más opulenta y se
resiste a perder su posición privilegiada.
Los líderes de Podemos e IU han metido a sus organizaciones en un
charco cenagoso del que les va a ser imposible salir. ¿Cómo convencer a
las clases populares de Andalucía, Asturias, Castilla, Aragón y en
general de toda España que sus intereses son los mismos que los de
Puigdemont, Torra y el resto de los golpistas? Tontos, de esos con los
comenzamos el artículo, no hay tantos.
¿Cómo persuadirles de que su
situación va a mejorar -ni siquiera la de los catalanes- con la
desintegración del Estado? No tiene nada de extraño que sus resultados
electorales sean cada vez peores y vayan perdiendo adeptos.
Solo los errores de Podemos, de IU y de las confluencias están haciendo que el PSOE crezca. Es el tradicional abrazo del oso.(...)" (Juan Francisco Martín Seco, República.com, 28/03/19)
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