22/3/19

La Constitución catalana contemplaba la ilegalización de los partidos que se opusieran a la independencia y a la Constitución catalana, restringiendo notablemente el pluralismo político respecto al Estado español donde no es delito oponerse a la Constitución en vigor

"(...) el comportamiento de Puigdemont se inscribe en una larga tradición del nacionalismo catalán según la cual el presidente de la Generalitat concentra la legitimidad y la autoridad carismática del movimiento y en torno al cual se construye una suerte de culto a la personalidad. 

Así sucedió con Francesc Macià y con Lluís Companys, aunque en este caso después de su trágica muerte, que continuó con Josep Tarradellas y que culminó con Jordi Pujol. Este carácter autoritario de la presidencia de la Generalitat se evidenció en la llamada ley de transitoriedad, aprobada el 7 de septiembre de 2018 y suspendida por el Tribunal Constitucional, donde el president de la Generalitat tenía la facultad de elegir a los miembros del Tribunal Supremo de la República Catalana y de emitir decretos-ley que no podían ser recurridos ante ninguna instancia judicial.

 Ello suponía cuestionar la separación de poderes de las democracias liberales y confería al presidente atribuciones casi dictatoriales.

Por ello no deja de resultar paradójico que desde los medios independentistas se critique la escasa calidad de la democracia española y se afirme que la República catalana hubiera sido una democracia más avanzada.

 Eso sin contar con que, en el proyecto de Constitución elaborado por el ex juez Santi Vidal, se contemplaba la ilegalización de los partidos que se opusieran a la independencia y a la Constitución catalana, restringiendo notablemente el pluralismo político respecto al Estado español donde no es delito oponerse a la Constitución en vigor.  (...)"                 (Antonio Santamaría , El Viejo Topo, 13/03/19)

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