"(...) Los temores al efecto disolvente de la
inmigración se expresan de distintos modos en décadas más recientes.
Algunos analistas han querido verlos en la obsesión de Jordi Pujol por
construir estructuras de poder que aseguren la preeminencia de la
cultura catalana. Más evidente es su influencia sobre algunos dirigentes
nacionalistas que no han escondido sus ideas xenófobas, como Heribert
Barrera. (...)
El problema ha sido el ideal nacional con el que distintos grupos han pretendido que se identificaran los nuevos catalanes que debían abrazarlo. La idea de un sol poble la han blandido quienes bienintencionadamente pretendían contribuir a construir una sociedad donde nadie quedara socialmente rezagado por no conocer y manejar adecuadamente el catalán; pero también por quienes se han escudado detrás de ella para construir un proyecto nacional que pudiera culminar en la creación de un Estado propio que arrebatara a millones de catalanes la posibilidad de mantener sus vínculos de ciudadanía con el Estado al que siguen sintiéndose conectados por múltiples vías (derechos adscritos y adquiridos, lazos personales, conexiones emocionales, etcétera). (...)
Lo que parecía difícilmente imaginable es que este proyecto acabara encabezado por un Molt Honorable President
que hubiera hecho gala, en sus escritos en redes digitales y prensa, de
inclinaciones marcadamente etnicistas y supremacistas. Y digo
difícilmente imaginable porque este tipo de orientaciones, aunque
presentes en la sociedad catalana, son afortunadamente bastante
minoritarias. (...)
Sin embargo, aunque los
catalanes con orientaciones etnicistas representen una minoría, el
‘procés’ ha aupado a varios de ellos a lugares de preeminencia pública, desde donde han tenido la oportunidad de ofrecer sus puntos de vista, generalmente en forma de pequeñas cápsulas o memes que han trasladado visiones supremacistas y propagado la idea de que la sociedad se dividía en buenos y malos catalanes. (...)
Los ‘memes’ son unidades culturales de información mínima que aparecen recurrentemente de manera identificable y plenamente reconocida. Uno muy habitual en Cataluña durante los años del procés ha sido la de explicitar un desprecio por lo español desinhibido y procaz, no pocas veces acompañado de descalificaciones e insultos. (...)
Humoristas y bufones como Pepe
Rubianes, Albert Pla, Toni Albà o Toni Soler han aprovechado su papel
para prodigar este tipo de intervenciones –emulando figuras que, en otros contextos, también se han permitido la licencia populista desde el humor, como ‘Beppe’ Grillo.
Un ejemplo notorio, que alcanzó gran
eco en medios y redes, fueron las declaraciones del actor Pepe Rubianes
en un programa de tarde de TV3 en que era entrevistado:
“A mí, la unidad
de España me suda la polla por delante y por detrás; que se metan a
España en el puto culo, a ver si les explota dentro y les quedan los
huevos colgando del campanario; que vayan a cagar a la puta playa con la
puta España, que llevo desde que nací con la puta España, vayan a la
mierda ya con el país…”.
Varias versiones del vídeo están colgadas en YouTube. Conjuntamente, tienen más de medio millón de visualizaciones.
El éxito de este tipo intervenciones es que no dejan a nadie indiferente. Consiguen dividir a los espectadores en dos segmentos:
los que los consideran admisibles (como una expresión que ampara la
libertad de expresión, el margen que debe concederse a la trasgresión
dentro del humor, etc.) y los que se sienten ofendidos. La reacción de
estos últimos (que en el caso de Rubianes dio pie a una querella por
ultraje a España, finalmente archivada) se convierte en un dispositivo
de resonancia que amplifica el efecto del mensaje.
Este tipo de memes también pueden servir para deslizar estereotipos y prejuicios sobre lo español.
En tertulias y las redes aparecen verdaderos especialistas en el
escarnio y la descalificación ofensiva: Salvador Sostres (en su etapa
nacionalista, interrumpida por su fichaje por medios estatales), Enric
Vila, Mark Serra o el propio Quim Torra son algunos de los más
conocidos. (...)
Otros se suman gustosos al festival. Joan Oliver, ex-director de TV3, afirmó en la tertulia del programa radiofónico El Món de RAC1: “Los españoles son españoles y son chorizos por el hecho de ser españoles”. En este sentido, la “españolización” corrompe a Cataluña, como sugiere el sociólogo Salvador Cardús en Twitter: “La corrupción en Cataluña es consecuencia de su españolización en las últimas décadas”.
Aunque se trata de expresiones
que aparecen puntualmente, conectan con insinuaciones menos explícitas
sobre lo español, que aparecen de manera más continua en la
producción audiovisual catalana. Conecta también con corrientes de
fondo, que se expresan con mucha contundencia en las redes sociales y en
la calle.
El menosprecio hacia lo español enlaza muchas veces con una puesta en valor de lo catalán. El norte de Europa es el espejo de Cataluña. En una entrevista de Pilar Rahola a Artur Mas en La Vanguardia, el president
se refiere a la existencia de un ADN cultural carolingio en Cataluña,
derivado de su pertenencia a la Marca Hispánica en el siglo IX, “ un
cordón umbilical que nos hace más germánicos y menos romanos”
(24-2-2012).
Desde este punto de vista, Cataluña no sería la tierra de
mestizaje donde la inmensa mayoría de la población ha nacido en otra
comunidad autónoma o tiene antepasados y parientes nacidos fuera, o
donde el castellano es la lengua más hablada. Cataluña tendría raíces
milenarias que conforman una personalidad propia, un Geist genuino e irreductible. (...)
Ni siquiera los académicos
aparentemente más serios desaprovechan la oportunidad de afirmar la
superioridad catalana. Un excelente ejemplo es el artículo en El País del catedrático de Ciencia Política Jordi Matas Dalmases, Choque de culturas políticas
(4-11-2013).
En él esencializa, sin invocar ningún tipo de literatura
académica que lo respalde, rasgos culturales españoles y catalanes para
explicar el conflicto:
“En España predomina una percepción excesivamente
maniquea de la política que quizás sea fruto de un influyente proceso
de socialización basado en las distintas manifestaciones (social,
religiosa, política o bélica) de dos Españas irreconciliables.
La
cultura política española se inclina por una valoración dicotómica de la
realidad política, no suele policromar los debates sociales y se
materializa en un bipartidismo simplificador que protagonizan PP y PSOE
tanto en el Congreso de los Diputados como en la mayoría de parlamentos
autonómicos (…).
En Cataluña existe una ancestral cultura del pacto que
es consecuencia de factores históricos, geográficos, económicos y
sociales. Dicha cultura concibe la dinámica política como la gestión de
la negociación, de la integración, del pluralismo y también del
pragmatismo”.
Otros, como el abogado y articulista Jordi Cabré Trias
−director general de Derecho y Entidades Jurídicas de la Generalitat−
prefieren evitar circunloquios: “ Somos mejores” (Avui, 5-3-2015). Se dice y punto.
Con más o menos cautela, economistas
de prestigio internacional agrupados en torno al Col·lectiu Wilson dan
pábulo a la idea de que, con la independencia, Cataluña tiene ante sí
una gran oportunidad de dar un salto económico hacia adelante.
En
distintos textos, la independencia es presentada como una oportunidad de
desprenderse de estructuras institucionales y económicas ineficientes, y
de establecer nuevas reglas de juego que permitirían que Cataluña se
convirtiera en un país más atractivo para la creación de riqueza y su
disfrute. Aunque nunca se analizan las razones para pensar que los
gobernantes y la sociedad catalana se dotarían de estructuras más
eficientes y equitativas, sí señalan que Cataluña tiene preferencias e intereses diferentes a los de los españoles que saldrían beneficiadas en caso de poder promoverse en el marco de un Estado propio. (...)
Así, el profesor de Economía Xavier Sala i Martín afirma sin tapujos, en una entrevista en Vilaweb, que Cataluña está en condiciones de convertirse en un país tan próspero y competitivo como Suiza (5-1-2012).
De forma más chabacana, la escritora Isabel Clara-Simó, vaticinando la independencia, señala en el diario Avui:
“Seremos la cuarta potencia europea, y Europa estará orgullosa de
tener, por fin, un Estado civilizado en el sur del continente”
(30-11-2010). (...)
La inclinación a dividir catalanes
entre buenos y malos lleva anidando en la sociedad catalana desde hace
décadas. Está presente en diversas ocasiones en el discurso nacionalista
de Pujol, especialmente cuando se sintió acosado por la Fiscalía
española a raíz del proceso contra Banca Catalana.
Pero el procés
incorpora al primer plano del escenario político nuevos actores
dispuestos a negar sistemáticamente a otros la condición de simple
adversario político. En las declaraciones de políticos nacionalistas
aparece la noción de enemigo para referirse a los líderes de
otros partidos que representan a cientos de miles de catalanes.
El
Partido Popular y Ciudadanos se convierten pronto en el blanco de duros
ataques retóricos, en los que en mayor menor grado participan los
principales dirigentes del independentismo. En pocos años, el Partido
Popular pasa de ser socio de gobierno de Artur Mas durante su primeros
dos años de legislatura a ser acusado de coartar la libertad de los
catalanes y reprimir su deseo legítimo a decidir.
De Ciudadanos se llega
a decir en sede parlamentaria que su objetivo político es la
liquidación de Cataluña (Homs en el Parlament, 11-12, 2013). Su máxima
dirigente, Inés Arrimadas, termina siendo invitada a retornar a Cadiz
(su lugar de nacimiento) por Nuria de Gispert, ex presidenta del Parlament. Posteriorment, los ataques se extienden al PSC, tachado de colaboracionista, fundamentalmente tras la aplicación del 155.
Esta retórica representa un auténtico
salto cualitativo que tritura bases de entendimiento mínimo y dificulta
cualquier tipo de diálogo. Inés Arrimadas llega a reconocer en una
intervención parlamentaria que los diputados de uno y otro lado no se saludan en los pasillos
(24-3-2018).
La política catalana ha entrado en una fase de deterioro
de la comunicación entre grupos, sin aparentes paliativos. Insinuar la
posibilidad de dialogar con el enemigo, aceptar condiciones
mínimas para iniciarlo, explorar alguna vía de acuerdo que se aparte del
compás antagonístico impuesto por los más radicales entraña grandes
riesgos de sufrir el descrédito de los tuyos.
“You need two to tango”, dicen los anglosajones. La activación de ideas etnicistas
y supremacistas tiene el peligro de alimentar actitudes similares en el
colectivo que se siente agredido o en riesgo. Son procesos descritos
profusamente en la literatura sobre conflictos civiles o religiosos. Algunos, en ambos lados, parecen deseosos de que comience el mambo (la CUP lo reclama en un video electoral). Confiemos en que una sociedad madura como la catalana les recuerde la voluntad mayoritaria de no romperse." (
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