"Después de muchos años gobernados en Cataluña por la derecha nacionalista, en ocasiones con la aportación de la izquierda sumisa, henos ahora metidos de hoz y coz con un presidente de la Generalitat de extrema derecha, racista y xenófobo.
La componente religiosa aparece como signo de exclusividad del supremacismo.
No es banal que la mesa de conversaciones entre el presidente huido de
la justicia, y de sus responsabilidades, con este fantasma salido de las
cloacas de la subvención pública, Quim Torra,
intelectual doméstico y cuyo único empleo social fue, como en una broma
macabra, vendedor de seguros de una compañía suiza, esa mesita, digo,
esté presidida por la imagen de la Virgen, La Moreneta, el símbolo de Montserrat y del catalanismo más apegado a las tradiciones conservadoras.
Hemos entrado, pues, en el terreno del nacional catolicismo catalanista, y si alguien se ofende por sus bellaquerías racistas
y xenófobas, “lo sienten”. Es decir, los ciudadanos de segunda no
podemos pedirle más a nuestro pastor de almas y pueblos.
Habría que
empezar con la consideración de que su lenguaje es anterior a la
introducción de la ciudadanía. Su mundo perdido de la libertad --imagino
que espiritual y sólo para cruzados de la fe-- terminó con el Antiguo
Régimen de 1714. (...)
Racismo, xenofobia y La Moreneta. Con eso se construyó el carlismo
dominante en tantas zonas de España, la provincia de Girona sin ir más
lejos, semillero actual del nacional-catolicismo catalán que amenaza
nuestra ciudadanía. Lo único que cambiaba eran las vírgenes. A cada uno
la suya.
Cataluña tiene un presidente de la Generalitat que no puede, o debe, usar varias dependencias del Palau
de la plaza Sant Jaume porque pertenecen al Ausente. Pero la colección
de genialidades chuscas no queda sólo ahí. La izquierda radical de la
CUP apoya esta su última oportunidad de influir en el Parlamento, y
avala con su gesto aupar a un reaccionario meapilas y xenófobo.
En su
candor de criaturitas a la búsqueda de su día de gloria antes de
integrarse en los negocios paternos, creen que un régimen puede cambiarse con una declaración, un corte de autopistas y una intimidación a los adversarios. La república
es una cosa seria que no admite líderes de chichinabo pagados con
dinero público. No se derrota a un Estado con un piquete adolescente,
igual que no se crea una Generalitat fuerte con empleados y funámbulos.
La broma de un diario digital
que publicó un artículo utilizando las mismas expresiones que Quim
Torra, el presidente-marioneta, usó respecto a los no catalanes, pero
refiriéndolo a ellos mismos, provocó una cascada de indignación en el
macizo de la raza catalana --¡ya ven, ahora hay que habituarse al
lenguaje de posguerra!--.
Hasta que se dieron cuenta del sarcasmo y
retiraron sus letanías victimistas de las redes sociales. Este es un país que tiene un gran sentido del humor, siempre y cuando se refiera a los otros.
El
triunfo, no electoral sino de compadreo y miedo ante la oportunidad de
gobernar y distribuir el presupuesto, no es lo más grave. Ni siquiera
que el poder efímero de un neofascista desvergonzado, con señora profesora en el colegio más racista de Cataluña, el Thau, creado por el difunto Joan Triadú, un fanático de los dos legados incuestionables de la catalanidad, lengua e Iglesia. Tampoco eso.
Lo inquietante es que el ambiente de violencia
está subiendo de grados. E igual que sucede cuando alguien se dedica a
provocar, sin otro ánimo que exacerbar al adversario, ocurre siempre que
en ese momento aparecen puñados de voluntarios para comprobar si la
gasolina desparramada son Aromas de Montserrat o líquido incendiario. Se masca la violencia. Hay quien sueña con ella." (Gregorio Morán, Crónica Global, 19/05/18)
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