"Alfons López Tena (1957) es el independentista heterodoxo oficial de la comunidad catalana. Para empezar, es valenciano. Además de exvocal del Consejo General del Poder Judicial, bestia negra
de los medios de comunicación nacionalistas —que no le invitan a sus
tertulias ni por equivocación— y mosca cojonera del procés separatista. Especialmente esto último.
En una región volcada en el masoquismo,
las entrevistas de López Tena son leídas con la misma mezcla de dolor y
placer que se siente cuando uno presiona con la punta de la lengua una
muela cariada.
Porque López Tena, buen conocedor de lo que se cuece
entre bastidores del procés, no suele reprimirse a la hora de
decir aquello que todo separatista de bien se niega a creer: que
Cataluña jamás será independiente; que los catalanes no quieren en
realidad la independencia, sino desear la independencia; y que los
líderes del procés jamás han tenido otra intención que
implantar una dictadura comunitarista maquillada por el voto popular de
la mitad de los catalanes.
López Tena fue el inventor de uno
de los eslóganes más exitosos, pegadizos e irritantes de la historia de
la democracia española (“¡España nos roba!”). Pero él se siente casi más
orgulloso de su segunda ocurrencia brillante: la del término procesista, que le sirve para definir a aquellos que han hecho del procés un modus vivendi. (...)
¿Usted ha dejado la política activa?
No. Hace tres años anuncié que no quería
participar en la vida pública catalana. Lo cual no quiere decir que no
participe en la vida política catalana. Pero desde la clandestinidad.
¿En qué consiste esa clandestinidad?
En hacer caer el régimen procesista.
Pero si usted es independentista.
Pero para mí la independencia es un proyecto político como cualquier otro, no un elemento identitario.
Como sí lo es en cambio para los que usted llama 'procesistas'.
Ya se ha visto. Tanto Convergència (o
cómo se llame hoy) como ERC como la CUP no han tenido jamás ninguna
intención de conseguir la independencia de Cataluña. Sólo han jugado a
ello para conseguir lo que les interesa, que son los votos y el control
de los presupuestos públicos. A los hechos me remito.
¿A qué hechos se refiere?
Ahora se ha sabido, por ejemplo, que el
día que Puigdemont iba a anunciar elecciones anticipadas convocó a todo
el Gobierno y al grupo parlamentario en el palacio de la Generalidad y
les dijo: “Para que quede claro: no tenemos nada preparado, no hay nada
hecho, no hay estructuras de Estado, no tenemos ningún apoyo, no tenemos
nada. ¿Se entiende? Pues venga”.
Pero si juraban que llevaban desde el 2012 preparándolo todo.
Y ahora la CUP dice aquello de Casablanca:
“¡Qué escándalo! ¡Aquí se juega! ¡No había nada preparado!”. Bueno, ¿y
qué habéis hecho vosotros? Participabais en el Gobierno, le dabais apoyo
e ibais a todas las reuniones. ¿Ahora os enteráis?
Y eso que la CUP tiene fama de coherente.
La CUP es, como dijo el biógrafo de
Pujol, “carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre”. Y no sólo
biológicamente. Forman parte de la misma mentalidad y tienen los mismos
objetivos que Convergència y ERC. Es decir, el control clientelar de la
sociedad catalana. (...)
¿Qué opina de la actuación del Gobierno español con respecto al 'procés'?
En el fondo lo han hecho bien. Porque
ellos sabían desde el primer día que esto era un farol por parte de Mas,
Puigdemont y Junqueras. Que sólo se trataba de subir el nivel de ruido
para sentar al Gobierno español en una mesa y conseguir contenidos del
Estatuto que fracasó en 2010.
Y entre otras cosas lo sabían porque los
mismos Mas, Puigdemont y Junqueras se encargaron de ir diciéndolo por
Madrid. “Es que no nos hacen ninguna oferta, es que nos tenéis que hacer
una oferta, es que tenéis que darnos algo”.
El problema es que si tú lanzas un farol
y la otra parte no se la cree, has perdido la partida. Que es lo que le
ha pasado a ellos. Por eso no ha habido diálogo político. Ha habido un
“no” y ya está.
Por otro lado, tampoco ha habido ninguna
oferta política por parte del PP, del PSOE o de Ciudadanos. Y eso quedó
claro con el anterior Estatuto. Para el Estado, el Estado de las
autonomías es el punto de llegada, no el de partida. Y la estrategia del
Tribunal Constitucional en este sentido fue devastadora. Liquidaron
cualquier posibilidad de autogobierno. Ahora, el Estado no tiene nada
que ofrecer a Cataluña en términos de poder. Pero hay un tercer punto.
¿Cuál?
De la misma forma que lo peor que le
puede pasar a un hipocondríaco es caer enfermo, porque eso le reafirma
en su hipocondría, lo peor que le puede pasar a esa mitad de los
catalanes que obtienen placer del victimismo, de la sentimentalización,
de la falta de proyecto político y de la negativa a rendir cuentas de
nada, es que efectivamente se les trate como a víctimas. Porque entonces
se hunden en eso.
Sólo hay que mirar la situación actual.
Media Cataluña se ha dedicado al folclore sentimental: a los lazos
amarillos, a los conciertos, a las manifestaciones y a tocar la
guitarra. Es decir, a algo que no es ya un proyecto político, sino un
constante darse satisfacción por lo buenos que son y lo mucho que les
persiguen. Alguno hay que ha hecho incluso un paralelismo entre Artur
Mas y Nelson Mandela.
Y en este sentido, la táctica del
Gobierno ha sido muy efectiva. Porque ha metido a los catalanes en un
carril sin salida: el de la queja victimista. Y esto va para largo,
porque los presos van a estar en la cárcel durante muchos años. Y con
eso el Gobierno ha dejado de tener un problema político y ha pasado a
tener un problema, en todo caso, de orden público. (...)
Pero no es que al Estado le vaya bien arruinar a Cataluña. Le va bien
desplazar el poder económico catalán hacia España. Y todo esto lo ha
acelerado. (...)
la independencia debería ser un proyecto político, no esta cosa paternalista que han hecho los procesistas.
El objetivo debería ser que los contrarios a la independencia la vieran
como un proyecto político y no como una amenaza existencial.
Esa
condescendencia, ese paternalismo, esa mentira continua que los procesistas
han utilizado puede funcionar para los suyos. Porque es un
comunitarismo autoritario. Pero en los contrarios levanta todas las
alarmas. Y esa es la segunda parte: no se puede hacer una independencia
que implique una guerra civil.
No es lo que se ha hecho durante los últimos años, está claro.
Mi tesis es que los catalanes desean la
independencia, pero no la quieren. Como decía Atatürk, no existen los
pueblos oprimidos. Si están oprimidos es porque se dejan. Y yo añadiría
que si están oprimidos es porque quieren, porque lo desean.
En Cataluña se sigue votando a los
mismos hagan lo que hagan, digan lo que digan, prometan lo que prometan.
¿Por qué? Porque lo que quieren es eso: alguien que les proteja de los
abusos y prepotencias del Estado central, pero que no les lleve a la
independencia. Porque no la quieren, en realidad. Lo que desean es
desearla indefinidamente. (...)
la independencia debería ser un proyecto político, no esta cosa paternalista que han hecho los procesistas.
El objetivo debería ser que los contrarios a la independencia la vieran
como un proyecto político y no como una amenaza existencial.
Esa
condescendencia, ese paternalismo, esa mentira continua que los procesistas
han utilizado puede funcionar para los suyos. Porque es un
comunitarismo autoritario. Pero en los contrarios levanta todas las
alarmas. Y esa es la segunda parte: no se puede hacer una independencia
que implique una guerra civil.
No es lo que se ha hecho durante los últimos años, está claro.
Mi tesis es que los catalanes desean la
independencia, pero no la quieren. Como decía Atatürk, no existen los
pueblos oprimidos. Si están oprimidos es porque se dejan. Y yo añadiría
que si están oprimidos es porque quieren, porque lo desean.
En Cataluña se sigue votando a los
mismos hagan lo que hagan, digan lo que digan, prometan lo que prometan.
¿Por qué? Porque lo que quieren es eso: alguien que les proteja de los
abusos y prepotencias del Estado central, pero que no les lleve a la
independencia. Porque no la quieren, en realidad. Lo que desean es
desearla indefinidamente.
(...) a mi modo de ver, es imposible la independencia de Cataluña.
¿Y eso tiene remedio? Es una inercia histórica muy pesada.
No tiene remedio. Si lo tuviera, yo me dedicaría a ese proyecto.
En Madrid se suele decir que el Estado ha desaparecido de Cataluña. ¿Es cierto?
No. Basta con mirar el orden del día de
una sesión del Congreso o del Senado y mirar una del Parlamento de
Cataluña. O comparar la lista de los acuerdos del Consejo de Ministros
de una semana cualquiera con la lista de los acuerdos de la Generalidad.
Y se verá que en un caso se trata de asuntos sustanciales y en el otro…
bueno… se trata poco más que de jugar a las guarderías. Yo estuve en el
Parlamento de Cataluña y le puedo asegurar que aquello es la nada.
(...)
Usted ha llegado a utilizar la palabra “dictadura”.
¿Recuerda cuando jugaron a la república
de la señorita Pepis, esa república que no tenían ninguna intención de
implementar? ¿Recuerda la ley fundacional de la república? ¿La
delegación en blanco de la facultad legislativa del Parlamento al
Gobierno para que este pudiera legislar por decreto en todas las
materias que fueran desarrollo de esa ley? Que, como era una ley
fundacional, lo incluía todo.
Y algo más. No sólo nombran ellos los
jueces, sino que esos jueces no pueden juzgar ninguno de los decretos
que haga el presidente en desarrollo de la ley fundacional. A eso no se
han atrevido ni Putin ni Erdogan. A eso sólo se atrevió Hitler con la
Ley Habilitante.
Así que, ¿cuál es el proyecto político que tiene esta
gentuza en la cabeza? ¿Qué es lo que harían si pudieran?
Y eso lo ha hecho Carles Viver
Pi-Sunyer, lo ha hecho Jordi Turull, lo ha hecho Carles Puigdemont, lo
ha hecho Marta Rovira y lo han hecho los de la CUP. ¿Cómo se llama un
régimen así?
Dictadura, obviamente.
Una dictadura con voto popular. ¿Quién
utiliza en Europa el eslogan de “la voluntad de un pueblo”? Marine Le
Pen. ¿Quién dice “la voluntad del pueblo está por encima de las leyes”?
Erdogan, Putin, Trump y el partido polaco Ley y Justicia. ¿Quién dice
“los jueces no pueden perseguir a los gobernantes”? También Erdogan,
Putin, Trump, y el partido polaco Ley y Justicia.
Nadie ha reaccionado.
Sólo reaccionó Jordi Cañas. En 2010, por
ejemplo, hicieron presidente a Mas con marranadas. Porque las
marranadas de ahora son las que han hecho siempre, sólo que antes no se
les prestaba atención. En 2010, por ejemplo, invistieron al presidente
antes de constituir los grupos parlamentarios. Porque sin grupos
parlamentarios no tienes Junta de portavoces. Y tan contentos.
Ese año, en 2010, Oriol Pujol dijo: “No,
no, aquí hay remos para todos”. Y yo me quedé con la boca abierta.
“Oiga, ¿y eso del Gobierno, la oposición y tal?”. La gente te ha votado
para que te opongas al Gobierno, no para que remes en las galeras de Ben-Hur
mientras Oriol Pujol toca el tambor. Y a nadie le pareció raro. Excepto
a Jordi Cañas, con el que nos cruzamos una mirada de “¿Pero y esto qué
es?”.
Recuerdo que en ese momento di una rueda
de prensa en la que dije que pensaba que había llegado al Parlamento
para defender la independencia, pero que me iba a tocar más bien
defender la democracia. (...)" (Entrevista a Alfons López Tena, Cristian Campos, El Español, 22/04/18)
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