Pere Aragonès, número tres de la consejería de Economía tras Junqueras, en la cárcel; Lluís Salvadó, el de las tetas gordas; y Josep Maria Jové, el de la agenda moleskine. Parece que incluso se perfila como nuevo hombre fuerte de ERC (e-notícies)
"En política lo han perdido todo y siguen hacia el precipicio, pues parecen incapaces de virar. Empecinados. O tal vez carezcan de timón. Conservan la capacidad de movilizar a los fieles. O quizá éstos se movilizan solos, ay ay, ay. Que la sangre no llegue al río.
El independentismo catalán actúa como si no se diera cuenta de que ha
sido derrotado políticamente y de que su ruidosa hegemonía social es
sin embargo limitada, pues su modo de actuar le contrapone a la mayoría
de la población de Cataluña y se la enajena.
El independentismo buscó legitimación para un proyecto ilegal en un simulacro de referéndum, el happening
social del 1 de octubre de 2017: convocó a la población catalana a un
referéndum ilegal, a sabiendas de que además no había censo, ni urnas
transparentes y vacías, ni mesas electorales sorteadas, pudiéndose votar
en cualquier parte, sin recuento fiable. Un falso referéndum sin
garantías.
El happening organizado y los tumultos por entrar en “colegios” cerrados consiguieron que la Guardia Civil se comportara como se habían comportado los mossos en
el desalojo de la plaza de Catalunya del movimiento 15M, y las pelotas
de goma filmadas generaron la única legitimidad que recibió aquel happening en el que la mayoría de los catalanes no participó. Nunca una bola de goma o un descalabro fue más útil políticamente.
La clase política independentista tal vez había querido creer lo que
para cualquiera con dos dedos de frente era un imposible: que se podía
conseguir la independencia de Cataluña simplemente desobedeciendo las
leyes. Las mismas leyes que configuraban su poder institucional.
La
pregunta relevante es la siguiente: ¿alguien puede pensar que una región
italiana, un departamento francés, un land alemán, es capaz de
independizarse contra la legalidad de los Estados correspondientes?
¿Alguien cree que en Francia, Italia o Alemania eso se podría hacer
impunemente? Es más: en esos estados, ¿es siquiera imaginable?
Los dirigentes políticos del independentismo catalán han inducido una
situación en que parte importante de la población de Cataluña sueña una
quimérica república catalana reñida con la realidad y sobre todo con
los procesos democráticos.
Si esa movilización notable se dirigiera a
objetivos compartibles por quienes no piensan como los movilizados
respecto a la institucionalización política de Cataluña, entonces sería
posible crear una fuerza democratizadora importante para toda España,
sobre todo para los de abajo de toda España.
Pero eso es imposible: la obnubilación que han creado en sus bases sociales las induce a ver como extranjeros a quienes
no comparten sus ideas en Cataluña, y su desconfianza hacia el régimen
político español —un régimen de libertades deficiente, pero seguramente
el mejor que hemos tenido nunca— se extiende a la sociedad española,
incluso a sus conciudadanos: una desconfianza geográfica, o, lo que es lo mismo, una desconfianza racista.
Esta obnubilación disparatada, impulsada por emociones cuyas teclas
saben tocar muy bien los irresponsables políticos independentistas —esa
catalanidad llorona, quejosa, ofendida por lo que quiere verse ofendida,
creyente en un credo histórico sesgado cuando no imaginario—, es su
principal aportación a nuestra desgraciada historia. Que los políticos
independentistas hayan dado lugar a esto no es delictivo; es mucho peor
que un delito: es una ruindad.
Por lo demás, en Cataluña hay un falseamiento político muy básico: su
norma electoral reduce a 85 los más de 130 escaños del Parlament que
deberían poder elegir los habitantes de la provincia de Barcelona. (...)
Los responsables de las violaciones del derecho se presentan como
víctimas, y al hacerlo, en su obstinación por seguir recorriendo hasta
el final un curso político derrotado, impiden que podamos solidarizarnos
con ellos —tampoco ellos se solidarizaron con las angustias y
preocupaciones que causaron y causan a la mitad de los catalanes—.
Es cierto que la prisión preventiva, previa a una condena penal
firme, es una decisión muy dura y altamente discutible. Aunque también
se les aplicó a golpistas del 23F sin que protestara nadie. El amplio
margen de interpretación de las normas jurídicas que tienen los jueces,
sobre todo los magistrados del Tribunal Supremo, les permite a éstos,
ante delitos flagrantes, continuados, y con la nada irrazonable
perspectiva de su reiteración, adoptar decisiones duras.
Y es la
flagrancia delictiva continuada, y no los insultos reiterados a los
jueces y tribunales —el independentismo, no muy inteligentemente, les ha
acusado de parciales, de prevaricadores, de seguir instrucciones del
gobierno, se ha envanecido de desacatarlos, etc.—, es esa flagrancia lo
que tal vez explica la represión actual. ¿Es ésta excesiva?
Probablemente; pero la fuga al extranjero de algunos responsables sin
duda tiene que ver con esas decisiones judiciales que no gustan.
Tendrá que ser más adelante, siendo ya firmes las inevitables
condenas, cuando, en atención al sufrimiento de los parientes de los
condenados, pidamos también nosotros a las instancias correspondientes
que se atenúen las bien merecidas penas, reduciéndolas a confinamientos o
a arrestos domiciliarios.
Un daño colateral de la división política y social originada es que
ha acabado destruyendo a la izquierda política en Cataluña. Los
dirigentes de lo que quedaba de ésta no han sabido callarse cuando se
tenían que callar.
Y con solidaridades con los políticos nacionalistas
burgueses que nadie les exigía, un afecto que repartían gratis —sobre
todo desde el ayuntamiento de Barcelona—, han empujado a los de abajo a
huir de ellos y a apoyar políticamente a la peor derecha del país: a
Ciudadanos.
Construir un espacio político de izquierda no será nada fácil en la
Cataluña real. Eso necesitará mucha autocrítica, mucha prudencia,
aprender y reconstruir unos vínculos dinamitados.
Bueno: que cada palo aguante su vela." (Juan Ramón Capella, Mientras Tanto, 28/03/18)
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