"(...) ¿Es pertinente continuar hablando del “Procés”?
Creo que sí, porque hay un movimiento
nacionalista cíclico, aún en ascenso. También podemos ir cambiándole de
nombre, como hace Guillen Martínez. Pero quizá habría que denominarlo,
con más propiedad, repliegue nacional o identitario, porque es muy
análogo a otros fenómenos similares que se están dando por el mundo.
En cualquier caso, se metamorfosea…
La naturaleza del “Procés” permanece. Lo que
cambia es el relato. Antes había, por ejemplo, lo de “España nos roba” y
ahora se habla de democracia, haciendo valer el 155. Pero, en
definitiva, el “Procés” continúa siendo un impulso identitario. Sigue
predominando en él un discurso supremacista, a veces de manera algo más
sutil, otras de forma más evidente. Siguen proliferando los ataques por
las redes…
Pudo parecer que en cierto momento se debilitó, pero de
alguna manera también se va rearmando y, con las elecciones, vuelve a
fortalecerse. Está legitimando cosas fantasiosas, cono siempre lo ha
hecho. Y, en definitiva, sigue siendo algo muy peligroso. No creo que el
“Procés” este mutando hacia el fascismo, pero sí es cierto que va
adquiriendo rasgos muy fanáticos, propios de esta ideología.
¿No parece esta deriva identitaria un poco extraña a Cataluña?
La identidad está siempre presente en el
nacionalismo, a veces más larvado, no tan fanático, otras más virulento.
Se explicita permanentemente en sus discursos, aunque muchas veces lo
hace a la defensiva, como si se fuera víctima de un ataque, de una
agresión. Así empezó, haciendo valer un tema económico, el pacto fiscal…
Y va deslizándose hacia lo identitario, hasta considerar enemigos a
quienes no comparten sus puntos de vista. Permanentemente, se recurre a
la autoafirmación (“somos un solo pueblo”, “somos los mejores…”) Hay una
continua reafirmación en el “nosotros”, que también refleja una cierta
debilidad, en el sentido de que va reduciendo su espacio, su forma de
pensar, a lo étnico.
¿Conlleva todo esto algo de frustración?
Los nacionalismos siempre han surgido de frustraciones sociales. Crisis, miedo a la globalización, una especie de disconformidad permanente que se va retroalimentando. Nada satisface y, en definitiva, se pierde vista a los culpables y se proyecta el malestar en otra dirección.
Es más,
los responsables de los males sociales se perciben como hermanos. Como
dicen los politólogos, el eje vertical, de clase, acaba siendo
sustituido por el eje horizontal. De ahí, tanto fervor en la defensa de
los presos relacionados con el “Procés”, y tanta distancia, por no decir
desentendimiento absoluto, con presos por otras causas o de otros
lugares porque, sencillamente, “no son de los nuestros”.
Acaban de
hacerse públicas las sentencias por el caso Palau y apenas se habla de
su vinculación con el “Procés”. Es más, se vuelve a votar al partido
implicado en él. Es decir, en el “Procés” se miden las cosas con un
doble rasero y se hace porque existe un movimiento identitario
nacionalista que defiende estructuras, liderazgos, de “pertenencia a un
pueblo”.
Más allá de la autonomía de la política, ¿Cree
que en la comunidad nacionalista de Cataluña late una quiebra social, a
la que no es ajena un cierto sentimiento agónico?
Sí, pero como consecuencia del “Procés”, no tanto en su origen. En su
inicio se trasluce un interés de las élites. Soy emigrante y he pasado
por crisis económicas mucho más graves de la que se ha vivido aquí y
que, sin embargo, no han desembocado en algo parecido al “Procés”. Aquí
no se ha tocado fondo con la crisis.
Disponemos todavía de partes del
Estado de bienestar, a pesar de los recortes. Europa sigue siendo la
zona con menos desigualdad del mundo. Por eso, poner como origen del
“Procés” un trasfondo de crisis social no me parece suficiente. Empezó
siendo un artilugio de las élites del poder´ para tapar la corrupción y
con la clara finalidad de dividir a la izquierda. Y eso, desde luego, lo
fue logrando.
Hay que verlo en perspectiva, analizar longitudinalmente
el “Procés” y ver la tendencia. En 2014, todavía costaba explicar lo que
estaba sucediendo como un movimiento nacionalista. Pero hemos llegado
muy lejos, por no frenarlo en su momento, y ahí la izquierda llamada
transformada (a la izquierda del PSC, para entendernos) tiene mucha
culpa, por no saber situar bien donde estamos, por no explicarse el
fenómeno… ¿Por qué? Porque se asusta. Porque desmontar esto se asociaba a
un ataque a la identidad de Cataluña.
¿Una herencia quizá del catalanismo?
Sí el catalanismo se reivindicaba de las
clases populares, de la lucha antifranquista. Es cierto. Era un paraguas
muy grande bajo el que se guarecía mucha gente, incluida gran parte de
la clase trabajadora, los emigrantes del resto de España y los de fuera
de ella. El “Procés” quebró eso. Lo primero que se cargó fue el
catalanismo y luego los partidos.
Al principio el PSC, que sufrió una
crisis, luego hubo mucho pressing sobre
Iniciativa, sobre la propia Esquerra Republicana, que acabó comprando a
Convergencia el programa y formaron Junts pel Sí. Hasta la CUP quedo
profundamente dividida. Recordemos sus asambleas, cuando había que votar
a Mas.
El “Procés” ha ido provocando destrozos a su alrededor. Ahora
Podemos y España. Si no hubiera existido el “Procés”, quizá podríamos
haber estado gobernados por la izquierda. Otro grave error de la
izquierda que ahora empezamos a ver.
El catalanismo fue un espacio de
pertenencia a Cataluña, vinieras de donde fuera, que aglutinaba a gente
progresista y también socialdemócrata, de extrema izquierda y liberal.
Tuvo, sin duda, diferentes lecturas, pero muchos lo vivieron así. El
nacionalismo es algo más extremo. (...)
¿Se vislumbra algo de luz al final del túnel?
Hay que continuar denunciando y desmontando el movimiento nacionalista. Hay que entender y explicar que está pasando. Y hay que comunicarlo claramente, superando lo guay, el quedar bien. Hay que descontaminar a la izquierda de nacionalismo y dejar de prestarle argumentos legitimadores, que tan rápidamente instrumentaliza. Nada parece invitar al optimismo, pero hay esperanza. Hay que mirar al mundo.
La izquierda
tiene que reaccionar, recapacitar, reconocer hasta qué punto ha estado
en connivencia con el “Procés”. Hay que volver a forjar una alianza
amplia, quizás en torno a un federalismo progresista.
Y tenemos también
un problema con la política, que se ha transformado en algo poco
reflexivo, muy de redes sociales, de marketing…, donde predominan
líderes histriónicos. Sin embargo, el federalismo es diálogo, sensatez,
humildad, reflexión… Se necesita tiempo, pero que hay que apurarse
porque el “Procés” continúa. Por eso tenemos que reaccionar."
(Entrevista a Gaby Poblet, antropóloga, investigadora en migraciones internacionales. Responsable de migraciones de ICV. Forma parte de Comuns Federalistes y de Federalistes d’Esquerres. Peru Erroteta, El Triangle, 05/02/18)
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