"Asegura que el independentismo esconde intereses proteccionistas. Juan Ignacio Palacio Morena, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Castilla-La Mancha, es miembro de Economistas Frente a la Crisis, (...)
—Pregunta. Asegura que el independentismo agravaría la crisis económica, ¿por qué?
—Respuesta. Fundamentalmente porque no he oído ni leído en ningún
momento propuestas de ningún tipo que permitan tener una idea de cómo se
pretenden afrontar los problemas de desempleo, deterioro educativo y
social desde un Gobierno propio de Cataluña, al margen del Estado español.(...)
—¿La secesión solo interesa a una clase privilegiada?
—Nunca el tema económico está aislado de los demás aspectos
sociales. En Cataluña, como en el resto de España, se mantienen
políticas proteccionistas que en vez de favorecer intereses colectivos y
comunitarios, benefician a ciertos grupos privilegiados y debilitan la
competencia. El independentismo tiene que ver con una burguesía catalana que quiere tener más margen de maniobra para proteger sus intereses sin tener que dar cuentas al Estado español.
—¿En qué consisten esas políticas?
—Subsisten numerosas normas, prácticas y obstáculos que segmentan los mercados y los protegen de la competencia.
Los ayuntamientos y comunidades autónomas tienen un margen de
regulación propia, pero sobre todo de aplicación de las normas, que
generan monopolios u oligopolios locales. Se dificulta la concesión de
licencias cuando las obras no se van a realizar con empresas “amigas” de
los gestores de la Administración correspondiente.
Se establecen
concursos restringidos a empresas del ámbito local o autonómico. Se
fragmentan tareas a realizar para evitar sobrepasar la cuantía que exige
un concurso público. El sector público al diseñar la estructura de
infraestructuras y servicios de carácter universal, como la sanidad y la
enseñanza, lo hace en función de intereses espurios que los hacen
ineficientes y dificultan la deseable coordinación con agentes de otros
ayuntamientos y comunidades autónomas.
—¿Cómo combatir las corruptelas?
—Son consecuencia de la falta de cercanía y democracia.
Cercanía no es lo mismo que localismo y democracia no es lo mismo que
elección de representantes políticos. La cercanía es un sentimiento
personal y eso sólo existe en muchos pueblos y comunidades autónomas
para unos pocos, nunca o casi nunca para los más débiles o ciertas
minorías, que tienen ciertas ventajas o privilegios en detrimento de esas minorías
que juntas son con frecuencia la parte mayoritaria de un pueblo o
región.
La democracia es participación activa, lo que empieza porque la
política, como cualquier otra labor representativa (presidente de una
comunidad de vecinos, delegado de alumnos, rector de universidad) no se
convierta en una profesión.
Un representante por definición no puede
convertir su labor en una profesión. El superior de cualquier
institución no es el que manda sino el que tiene autoridad, que es una
cuestión distinta, y además por lógica desempeña esa función por un
periodo temporal relativamente corto.
—Los independentistas hablan de “discurso del miedo” para rechazar las críticas, ¿qué opina?
—Eso es lo que se dice desde el propio independentismo
cuando se afirma que hay represión, se perjudica económicamente a
Cataluña y se amenaza con el Ejército.
Nada de eso es cierto. Lo que sí es verdad es que el cumplimiento de la
normativa europea, pues ese es el marco legal común fundamental, se
hace a través del Estado español, como ocurre con cualquier Estado
alemán, o región de cualquier otro país europeo.
—¿Se trata de no dar cuentas al Estado español?
—Si dar cuentas al Estado español se interpreta como miedo
es como si cualquiera tuviese miedo de tener que responder a los órganos
coordinadores propios de cualquier institución, incluidas las empresas
donde lógicamente hay una estructura organizativa. (...)
—Reprocha a la izquierda que no haya sabido
contrarrestar el discurso de que con la independencia todo iría bien,
¿qué ha faltado?
—Han faltado alternativas y no sólo denuncias y buenos
deseos. La izquierda rechaza por lo general entrar en la cuestión de la
competencia. Quizás porque presupone que mayor competencia supone
desregulación cuando en realidad implica lo contrario. Como ocurre en
cualquier competición, se requieren reglas de juego (normas) para que
pueda haber competencia. Y esas normas hay que tratar de irlas mejorando
poco a poco.
A su vez tiene que haber órganos de defensa de la
competencia que vigilen el cumplimiento de esas normas (árbitros o
jueces). Y lo más importante de todo, si eso se logra hay de verdad
competencia, es decir, innovación. El ajuste simple de precios no es
signo de competencia sino más bien de lo contrario.
—¿Y desde el punto de vista intelectual?
—Se ha confundido desde la izquierda la diversidad con la desigualdad. Con ello se suele caer en posturas defensivas.(...)" (Entrevista a Juan Ignacio Palacio Morena, Crónica Global, 24/11/17)
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