"Los paralelismos históricos están repletos de trampas, así que Slavanka Drakulić
(Rijeka, Croatia, 1949) prefiere abordar el problema de Cataluña
reflexionando sobre lo que ya ocurrió y tan bien conoce: la volatilidad
incontrolable que genera una inflamación nacionalista.
Periodista,
novelista y ensayista, es una de las voces más independientes y
traducidas de los Balcanes, aunque ahora vive en Suecia. Ha escrito los
mejores libros y artículos sobre la descomposición de la antigua
Yugoslavia, títulos como 'Café Europa: la vida después del comunismo' o 'No matarían ni una mosca' (traducido al español). Colabora con 'The New York Times', 'The Guardian' y 'Süddeutsche Zeitung'.
Pregunta. El interés de esta entrevista, es evidente, tiene que ver con la crisis desatada en Cataluña. Cada vez tenemos más banderas en los balcones en toda España y las expresiones de odio se multiplican, por ejemplo en las redes sociales.
Respuesta. Mi experiencia dice que el principal obstáculo a una guerra es el psicológico. No puedes salir y empezar a matar a tus vecinos, españoles o catalanes, porque serías considerado un loco. Necesitas una justificación para empezar a matar, necesitas ser convencido de que estás haciendo lo correcto, de que estás defendiéndote de un enemigo diabólico que quiere hacerte daño.
El virus del nacionalismo
ha despertado en tu país, pero todavía necesitas construir una
justificación psicológica para llegar a un conflicto real, persuadir y
contaminar a la gente para justificar la violencia. La gente necesita
estar dispuesta a matar y morir por sus objetivos.
Esto,
afortunadamente, tarda un tiempo en suceder. De manera que hay que tener
esperanza en que aún estamos a tiempo de explorar posibilidades que
eviten un conflicto fatal en España.
P. Hablemos de lo que pasó en
su país. En 1984, Yugoslavia era uno de los lugares de Europa Oriental
donde mejor se estaba, con un nivel de vida muy parecido al de España
entonces. Sarajevo alojaba unos Juegos Olímpicos de Invierno y, en
general, parecían situados en el lado favorable de la historia. Nadie
podía imaginarse lo que acabó ocurriendo tras una crisis económica y una
inflamación nacionalista alimentada desde el poder.
R. Nadie lo vio venir, nadie pensaba que podría ser
posible algo así. Y no ocurrió tan rápido. Los conflictos y las guerras
generalmente no se desatan de la noche a la mañana, aunque desde fuera
lo parezca
En la antigua Yugoslavia se tardó al menos cinco años en que
cuajase la propaganda nacionalista y la homogeneización de la
población, la división entre “nosotros” y “ellos” que preparó los
conflictos sangrientos después. Recuerda que todo empezó cuando Slobodan
Milosevic llegó al poder en Serbia y lanzó el 'apartheid' en Kosovo, en
los ochenta.
En cierta manera, el despertar del nacionalismo croata fue
una respuesta al despertar del nacionalismo serbio, especialmente
cuando la minoría serbia proclamó la autonomía en Croacia. Una vez que
se consumó eso, Milosevic, con el Ejército Yugoslavo del Pueblo, sintió
que estaba legitimado para atacar.
P. ¿Cuales fueron las primeras señales preocupantes?
R. Los medios de comunicación fueron cruciales en el
proceso de crear un enemigo. Mis colegas periodistas, escritores,
intelectuales, académicos… participaron con voluntad en la propaganda
nacionalista, algunos porque eran creyentes auténticos y otros por puro
oportunismo. Tenemos que ser conscientes de que la historia se repite:
lo primero es definir quién es el enemigo.
Ese es el objetivo principal
de la propaganda nacionalista y resulta mucho más fácil cuando hay un
conflicto histórico, cuando se puede recurrir a un agravio pasado. En
Yugoslavia serbios y croatas tenían muy presente la Segunda Guerra Mundial.
Con la ayuda de los elementos históricos, se van alimentando mitos y
medias verdades. Y al final se consigue una mezcla emocional explosiva.
P. Cuando los conflictos entran en una fase emocional es cuando empiezan a ser impredecibles.
R.
La ideología puede imponerse a la economía y a la razón. Siempre
infravaloramos el poder de las emociones. Y la más poderosa de todas es
el miedo a que el ‘enemigo’ pueda quitarte tu territorio. Si la
propaganda nacionalista consigue crear ese terror, el paso hacia el
conflicto está ya dado. Después llega el primer baño de sangre y el
problema se convierte en algo real.
El olor de la sangre dispara la
confrontación. En la primera fase las víctimas son muy pocas, individuos
aislados y todos conocen sus nombres. La guerra empieza cuando ya no
puedes conocer los nombres de todas las víctimas, cuando empiezan a ser
personas totalmente anónimas.
P. Las
posiciones intermedias, los conciliadoras, son las primeras en ser
silenciadas y despreciadas. Equidistancia equivale a traición.
R.
Eso es justo lo que la guerra hace a los individuos, les obliga a tomar
partido. Cuando esto pasa es ya demasiado tarde para las voces
conciliadoras, que normalmente son silenciadas mucho antes. Su
acorralamiento es un siniestro signo de que los problemas están a punto
de agravarse. En Yugoslavia no hubo una oposición suficientemente fuerte
a la amenaza del conflicto.
P. ¿Por qué?
R. Yo lo atribuyo a dos razones.
La primera, la propia naturaleza de la sociedad autoritaria y no
democrática en la vivíamos, que evitó que se desarrollase una verdadera
sociedad civil. Yugoslavia era un país sin una alternativa política como
la que había en otras naciones del entorno como Polonia, Hungría o
Checoslovaquia.
El otro problema era que mi generación, nacida a finales
de los cuarenta y principios de los cincuenta, debería haber hecho un
trabajo que no hizo. Estábamos mimados y satisfechos con migajas de
libertad, como la posibilidad de viajar al extranjero, una calidad de
vida superior a la de otros países…
Al revés que otros lugares que he
mencionado y que estaban en el bloque soviético, nosotros no tuvimos
suficiente represión como para generar una alternativa política
democrática, ni tampoco líderes como Lech Walesa, Adam Michnik o Vaclav Havel. La clave es que cuando el nacionalismo apareció en la escena política, ya no había una alternativa real.
P.
En la antigua Yugoslavia la mayoría de las familias tenían parientes de
todas las nacionalidades. Era una sociedad muy mezclada y, sin embargo,
se volvieron unos contra otros. ¿Cómo ocurrió?
R. Yugoslavia era un país federal, una mezcla de
varias naciones. Como suele decir el historiador polaco Adam Michnik, el
virus del nacionalismo está presente en todos lados, pero especialmente
en una sociedad multinacional.
Nunca basta por sí mismo, hacen falta
ciertas circunstancias sociopolíticas para despertarlo. La antigua
Yugoslavia, obviamente, tuvo éxito en reunir esas circunstancias.
Bosnia Herzegovina
era un ejemplo de convivencia entre serbios, croatas, musulmanes
bosnios… pero la guerra fue peor precisamente allí. No solo por el
número de víctimas. En Srebrenica, en 1995, los serbios ejecutaron a más
de 8.000 musulmanes, hombres y niños. En Bosnia, cerca de 30.000
mujeres musulmanas fueron violadas en campos de violación.
P.
Se suele explicar como un conflicto religioso, de musulmanes contra
ortodoxos y ortodoxos contra católicos, pero en realidad la población
estaba muy mezclada.
R. Antes de 1991, un año antes de la guerra, en torno al 30 por
ciento de los niños venían de matrimonios mixtos. El nacionalismo y el
conflicto dividió a las familias. Parece que las emociones son más
fuertes que la razón e incluso que los lazos familiares.
P.
Una de las escenas más chocantes de 'No matarían ni una mosca' es esa
imagen de los excriminales de guerra responsables de las peores masacres
haciéndose amigos y cenando juntos en la prisión de La Haya cuando
acabó la guerra. ¿Cómo se puede explicar eso?
R. Es
paradójico, estoy de acuerdo. Pero no es tan difícil de entender. Esos
hombres hablaban el mismo idioma porque el serbo-croata era obligatorio
en las escuelas. Todos habían vivido y crecido en la antigua Yugoslavia y
compartían un pasado, una cultura, una tradición gastronómica, musical,
un montón de memorias compartidas, incluso tenían amigos comunes.
Por
eso desarrollaron relaciones personales. Incluso aunque sus ejércitos
luchasen, ellos no tenían ningún problema personal. La
ideología y la política los dividía, pero ellos no veían nada personal
en ello. No mataron a miembros de sus familias, por ejemplo.
En otras
palabras, había más elementos para unirlos que para dividirlos y un
centro de reclusión es un lugar cerrado, es difícil aislarse
completamente. Por ejemplo, con independencia de su nacionalidad y su
bando, todos los criminales de guerra saludaban a Milosevic como
“presidente”.
P. Me pregunto cómo sería Yugoslavia si nada de esto hubiese
pasado. Cuando viajas por los Balcanes entiendes que sigue habiendo un
trauma enorme, ni las generaciones nacidas después de la guerra se
libran.
R: Afecta a todo el mundo, incluso a aquellos que
no luchan directamente o que viven en el extranjero. La destrucción y
el dolor es de tales proporciones que es dificil de sobrellevar y
olvidar.
En Bosnia, por ejemplo, con más de 100.000 muertos,
prácticamente todo el mundo perdió a alguien cercano. Eso sin mencionar
la destrucción de casas, pueblos enteros, incluso ciudades como Vukovar
(Croacia). No es fácil recuperarse de la pérdida, hace falta mucho
tiempo.
P. Pero incluso en el clima político sigue estando muy
presente. Una vez que el tigre sale de la jaula no hay quien vuelva a
meterlo.
R. Hay mucha manipulación y los políticos evocan
la guerra intencionalmente cada vez que quieren justificar sus
intenciones. Hay muy poco interés en la reconciliación porque la
reconciliación depende de la verdad y esto es realmente difícil de
conseguir.
Este fue, además de la Justicia, la misión de Tribunal
Internacional para la antigua Yugoslavia. La verdad no siempre es
cómoda, así que incluso las sentencias de esta Corte tienden a ser
despreciadas por los políticos y las sociedades.
P. El nacionalismo sigue siendo fortísimo hoy en los seis países de la antigua Yugoslavia y hay regiones que reclaman su propia independencia en Bosnia, Serbia, Croacia, Kosovo… Nunca se acaba.
R.
Eso es así porque todavía no ha habido una reconciliación. Hay dos
maneras de superar las guerras, la española y la alemana. La española
es, o al menos era, dejar el pasado dormir en paz, sin evocar los
espíritus malignos del nacionalismo o el fascismo.
La alemana es
confrontar el pasado fascista a pecho descubierto para poder seguir
adelante sin las cargas del pasado. Nosotros, especialmente en Serbia y Croacia,
no somos capaces de discutir ni siquiera sobre la Segunda Guerra
Mundial y mucho menos de las guerras más recientes.
Hay razones
históricas, por ejemplo que nosotros solo aprendimos la interpretación
comunista de la historia, en lugar de los hechos. Creo que ha llegado la
hora de cambiar eso.
P. ¿Cree que la Unión Europea aprendió alguna lección de lo
que pasó en Yugoslavia? ¿Reaccionarían distinto si volviese a ocurrir
algo así?
R. Durante mucho tiempo, la UE no prestó
atención al fuego en su patio trasero. Además, Yugoslavia no era un
miembro de la UE. Un nacionalismo irrelevante, en un país irrelevante
que estaba deshaciéndose en guerras sangrientas en Croacia, Bosnia, Kosovo… Dos millones de personas desplazadas y refugiados…
Al final, los EEUU
acabaron con la guerra en Bosnia, pero la UE sigue pagando
financieramente el funcionamiento de Bosnia. Creo que no se ha aprendido
ninguna lección de las guerras en la antigua Yugoslavia. Ni siquiera
para reconocer los signos y los peligros del nuevo nacionalismo que está
levantando la cabeza en todos lados, no solo en la UE.
P. Algunos expertos subrayan que hay dos tipos de
nacionalismo. El romántico, basado en el idioma, las tradiciones, la
tierra, el derecho de nacimiento y las diferencias étnicas. Y el
nacionalismo político, basado en ideas o valores democráticos, como lo
fue durante años en EEUU. ¿Está de acuerdo?
R. No hay duda de que la ideología nacionalista
fue importante a la hora de crear la identidad nacional y el
estado-nación. Pero no me gusta mezclar nacionalismo con patriotismo,
algo que hacemos a menudo.
El nacionalismo es una ideología que necesita
un enemigo, que se constituye como una confrontación contra el otro,
necesita al otro. El patriotismo es diferente porque no necesita un
enemigo, no tienes que probar que tu país es mejor que otro para decir
que lo quieres. No necesitas justificación."
(Entrevista a Slavanka Drakulić , Ángel Villarino, El Confidencial, 08/10/17)
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