"(...) se han multiplicado las indagaciones y preguntas sobre el
sentimiento nacional. Cuántos se sienten solo catalanes, cuántos mitad y
mitad, cuántos solo españoles, y cosas así. Algunos se han interesado
incluso por lo que nos queremos los unos a los otros.
Confieso que
siempre he tenido dificultades con esos sentimientos; para sentirlos y
para entenderlos. Quizás no los entiendo porque no los siento o no los
siento porque no los entiendo.
Tengo un pariente que se siente español; afirma incluso con frecuencia que se siente muy español.Como
yo estoy muy interesado en saber en qué consiste eso, le pregunto
incesantemente qué clase de estado emocional es ese de ser español y qué
contenido tiene.
Nunca ha acertado a explicármelo. Despierta mi
curiosidad recordarle tratando de escaquearse del servicio militar
(cuando lo había) e intentando eludir el pago de sus impuestos sin
mengua al parecer de ese profundo sentimiento. Por lo visto, la emoción
española no va de eso.
Es un sentir más telúrico, o quizás más racial.
Compatible al parecer con ocultaciones al fisco y maquinaciones contra
el público. Sentirse español parece tener poco que ver con el interés
general de los españoles. Es otra cosa. Pero mi pariente no sabe
decírmela.
También tengo amigos y parientes que se sienten catalanes. Y con
ellos pasa lo mismo. No aciertan a decirme en qué consiste eso de ser
catalán. Tienen identidad catalana, pero no saben cuál es su contenido
más allá de hablar la lengua, respetar la tradición, disfrutar del
paisaje y ser del Barça; como tantos otros que no experimentan esa
emoción misteriosa.
Por lo que estamos viendo, también los hay que viven
simultáneamente el sentimiento de la catalanidad y las actividades de
evasión fiscal.
Sea ello como fuere, lo cierto es que se ha producido en Cataluña un
fenómeno político insólito: se ha acertado a excitar sesgadamente ese
sentimiento hasta formar una coalición política unidimensional que lo ha
llevado al éxito en las elecciones autonómicas. Un éxito relativo, es
verdad, pero éxito en todo caso.
Seguro que apelando a otras dimensiones
de la identidad individual no se habría conseguido tanto. Si, por
ejemplo, se hubiera preguntado a la gente si se sentía de derechas, de
centro o de izquierdas, no hubiera podido armarse una coalición
victoriosa. Y lo mismo con tantos otros pliegues de aquella identidad. (...)
Porque sucede que, como ya nos han advertido muchas veces (no hace tanto
Amartya Sen), con eso de las identidades se pueden cometer dos errores
serios: primero, no reconocer que son fuertemente plurales, y que la
importancia de una no disminuye la importancia de las demás.
Y segundo,
atribuir un valor disparatado a una de ellas hasta producir un conflicto
con las restantes. Y acabar así en dos peligrosos reduccionismos:
ignorar identidades muy nuestras y muy importantes, y entregarnos medio
ciegos a una filiación singular y excluyente. En Cataluña se están
cometiendo ambos errores, con sus consiguientes simplismos. Las
consecuencias no se harán esperar, y si las cosas no cambian mucho,
serán funestas para sus ciudadanos. (...)" (Francisco J. Laporta , El País ,25 ENE 2016)
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