"(...) Por su propio interés, la Unión Europea y la eurozona no van a tardar en aceptar a Cataluña como Estado miembro.
Esta es la confusión que más nos sorprende: lo han negado unánimemente
las instituciones europeas, sus representantes y sus expertos legales.
Pero como el apoyo a la independencia caería en picado si se aceptara
que la aventura de la independencia puede convertirse en un viaje a
tierra de nadie, sus defensores hacen oídos sordos a la evidencia.
Desgraciadamente, la independencia de Cataluña plantea un problema
estructural de fondo.
Es cierto que Cataluña podría ser un Estado perfectamente viable en
unos hipotéticos Estados Unidos de Europa, cosa que no es la Unión
Europea, en la que hay muchas Cataluñas potenciales, y los
Estados a los que pertenecen no están interesados en su independencia.
Pero el problema de fondo es que la Unión Europea carece de una
estructura federal y su funcionamiento sería imposible con una multitud
de pequeños Estados centrados sobre sí mismos e incapaces de entenderse
con sus vecinos. Europa es interdependiente.
En realidad, la hoja de ruta que proponen los independentistas es
costosa, con un final muy incierto y se basa en un discurso erróneo. Sus
partidarios insisten en que España no puede cambiar, cuando ha cambiado
tanto; no ven que Europa —en la que separados apenas contaríamos— está
avanzando hacia una mayor integración, y se cierran en que la solución a
los problemas de los catalanes —tan parecidos a los de los españoles—
no pasa por la solidaridad y por la complicidad colectiva, sino por
crear un Estado que piense exclusivamente en los intereses dels catalans. ¿Por qué nos resultará tan difícil reconocer nuestros errores?" (
Ramon Marimon /
Javier Díaz-Giménez /
Juan F. Rubio Ramirez /
Sevi Rodríguez Mora
, El País, 26 SEP 2015)
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