"(...) En Catalunya, una de las regiones más laicas de Europa y del mundo,
hace tiempo que se ha remplazado a Dios por la lengua catalana. Las
bíblias y crucifijos se suprimieron de las escuelas para imponer un
modelo de inmersión lingüística que, como el de antaño, guarda más
relación con los intereses políticos de la clase dirigente que con un
supuesto beneficio pedagógico.
La perversidad de este sistema
radica principalmente en su obligatoriedad -no poder elegir entre ser
escolarizado en catalán, castellano o inglés-, pero también en el hecho
de que se haya elevado la lengua catalana como parte estructural de la
identidad catalana sin la cual no puede haber integración o cohesión
social. Una verdad revelada que convierte cualquier crítica hacia el
modelo educativo en un sacrilegio contra Catalunya y el catalán.
Más
allá de esta perversidad, como sucede con toda religión, también se
evidencia una especie de doble moral: defender públicamente el catalán
en la escuela, pero llevar a los hijos al Liceo francés o a la Escuela
alemana.
Son muchos y conocidos los personajes públicos independentistas
que prefieren que su prole se eduque en el bilingüismo o el
trilingüismo, y eso sí que seguramente no contribuye ni a la cohesión
social ni a la igualdad de oportunidades. Libertad de elección solo para
quien pueda pagar. (...)
Esta religiosidad a la hora de tratar el tema de la lengua se mezcla a
menudo de un romanticismo que dificulta aun más abordar el tema desde la
racionalidad y los derechos de los ciudadanos castellanohablantes.
Forma parte del imaginario colectivo creer que “pensamos y sentimos” en
la lengua madre.
Un supuesto que la neurociencia, cada vez más, se
atreve a desafiar. En palabras del científico y lingüístico Steven
Pinker esta creencia forma parte de la “estupidez convencional” y lo
explica muy bien en su libro ‘El instinto del lenguaje’ (Alianza, 2012):
“Depende realmente el pensamiento de la palabra? ¿Es verdad que la
gente piensa literalmente en inglés, cherokee, kivunjo? (...)
La idea de
que el pensamiento es lo mismo que la lengua constituye un buen ejemplo
de la podría denominarse una estupidez convencional (...). Todos hemos
tenido la experiencia de haber proferido o escrito una frase y al
momento mismo de terminar habernos dado cuenta de que eso no era
exactamente lo que queríamos decir. Para que uno pueda sentir eso tiene
que haber un “algo que queríamos decir” que sea diferente de lo dijimos.
A veces no es sencillo encontrar palabras que valgan para expresar
adecuadamente una idea. Cuando escuchamos o leemos algo, solemos
recordar el sentido general, y no las palabras exactas, de manera que
tiene que haber un sentido que no sea lo mismo que las palabras que lo
expresan. Y además, si los pensamientos dependen de las palabras, ¿cómo
es posible que se puedan acuñar nuevas palabras?; ¿cómo es posible
traducir de unas lenguas a otras?”. (...)
En el sistema educativo catalán, los derechos de los ciudadanos
catalanohablantes están actualmente reconocidos y salvaguardados.
Quienes no gozan de la misma suerte son los ciudadanos
castellanohablantes. Si en Catalunya se continua aprendiendo el
castellano no es porque el sistema lo propicie, sino porque la ley no es
lo suficientemente totalitaria para imponerse en una sociedad compleja
donde buena parte de la televisión, la vida pública y el mercado son en
castellano. (...)" (Laura Fábregas, 10/04/2015)
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