"Si quiere hablarse de un proceso independentista o de una aceptable
reinserción de Catalunya en una “nueva España” hay que explicar a la
población de Catalunya que el día después de la independencia el
contexto en el que se estará será muy distinto del actual y que, durante
muchos años, la independencia comportará más costes que beneficios.
No
será un infierno, pero tampoco ningún paraíso, y un paraíso, por cierto,
pleno de incertidumbres. Con una “declaración unilateral de
independencia” la transición sería dolorosa y no está claro que en el
extranjero se abrieran los brazos a la nueva Catalunya como si nada
hubiera pasado.
A mayor abundamiento, y como han dejado escrito
los profesores Joaquín Tornos y Xavier Pons en el reciente libro
colectivo ¿Existe el derecho a decidir? (Tibidabo), el derecho a decidir
no existe en nuestro mundo.
Junto a ello, yo mismo he dejado escrito en
un capítulo del libro del Colegio de Economistas Economía de Cataluña:
preguntas y respuestas sobre el impacto económico de la independencia
(Profit) que una Catalunya independiente entraría en un proceso
económico difícil al verse excluida de la Unión Europea y del apoyo del
Banco Central Europeo. (...)
Las ideas sobre los ahorros fiscales parecen ignorar que habría que
asumir costes por la creación del nuevo Estado y que la incertidumbre de
la transición generaría retraimiento en las inversiones y menos
exportaciones al resto de España -y quién sabe si al mundo si se
deslocalizaran ciertas multinacionales exportadoras-, lo cual daría
lugar a un mayor y más costoso desempleo que repercutiría, a su vez, en
un menor margen presupuestario para pago de servicios públicos,
intereses de la deuda, pensiones y subsidio de paro.
No voy a
discutir aquí si una Catalunya independiente gobernada desde la plaza de
Sant Jaume se gobernaría mejor, pues esto es muy subjetivo por más que
compañeros míos economistas insistan en que las prioridades de política
económica impulsadas desde la plaza San Jaume resultarían más
beneficiosas para Catalunya que las actuales de la Moncloa por más que
estas nos hicieron posibles los Juegos Olímpicos y nos hayan dejado el
sincrotrón, el Mare Nostrum, un aeropuerto y un puerto de primer nivel y
las cuatro capitales de provincia conectadas por el AVE. Hablar,
además, en este ámbito, de la corrupción no lleva a conclusiones de
mejora, pues hay corrupción aquí y allá.
Confiemos en que nuestros
políticos se den maña para que no haya que darle demasiadas vueltas a
lo que comportaría una eventual “declaración unilateral de
independencia”, pero, de momento, hay que informar desapasionadamente a
la ciudadanía de los riesgos que comportaría un futuro sin los arreglos
políticos capaces de evitar que la tentación separadora avance." (Un post-9-N mejor informado, de Francesc Granell en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 21/11/2014)
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