"(...) Si nos centrados en el elemento aglutinador del independentismo escocés y
catalán que ha llevado a Escocia a pedir la independencia del Reino
Unido y a Cataluña, al derecho a decidir, caeremos en la cuenta que es
por pura codicia: Unos alegan tener petróleo y otros mayor renta per
cápita que el resto de españoles.
El egoísmo más ramplón, el camino
inverso a la construcción europea. Tiempo de oportunistas, sepultureros
de las ideas de justicia social, navajadas contra la progresividad
fiscal, el único instrumento que hace posible un mundo más justo y
solidario.
¿Qué es un Estado? ¿Acaso no es una sociedad solidaria donde
si no llegas tú, lo hace el vecino y todos juntos se convierten así en
un seguro de vida frente a la adversidad? ¿Sería justificable que
Extremadura pidiera la separación de España amparándose en qué han
tenido la fortuna de encontrar petróleo en sus tierras? ¿Sería
justificable que quien hasta ayer recibía más que aportaba, se levante
de la mesa común porque quiere comer más y mejor?
¿Sería justificable
que una región como Cataluña, que ha sostenido su desarrollo industrial
en los dos últimos siglos en los aranceles que España imponía para
proteger sus productos de la competencia exterior y garantizarle el
mercado español, quiera ahora desentenderse de las estrecheces del
conjunto cuando más nos necesitamos unos a otros?
Fíjense, no hablo de leyes, ni de política, solo de valores, de aquellos
valores de la Ilustración que nos hicieron más civilizados y nos dieron
autonomía individual, libertad para pensar e ideas para imaginarnos un
mundo sin fronteras, un mundo de ciudadanos.
Eran valores para la
humanidad entera. Ahora los separatistas catalanes los quieren en
exclusiva, fuera del alcance de quienes hasta ayer fueron sus hermanos.
Han pervertido los sentimientos de la gente tanto, que hay descendientes
de andaluces de primera generación que se indignan porque parte del
superávit fiscal de Cataluña sirva para sostener la sanidad en
Andalucía. (...)
¿cómo culpabilizar a esa gente corriente, que de buena fe ha salido a
la calle fascinada por la tierra prometida, que les han asegurado sus
políticos? Limitados en su libertad para pensar con criterio, lo más
cómodo es considerar que los ciudadanos han sido condicionados,
arrastrados sin su consentimiento, engañados, manipulados. Y por lo
mismo, inocentes de los excesos de los políticos.
No seré yo quien disculpe un ápice a los políticos nacionalistas de
su responsabilidad en la ola de desprecio a España que cimentan las vías
catalanas, las V estabuladas o cualquier programa serio o de humor de
TV3, pero los ciudadanos que se avienen con entusiasmo no son del todo
inocentes. La mayoría es gente adulta, con capacidad racional y
criterio.
Habremos de preguntarnos, como se preguntó Albert Rivera, si
la sociedad en que vivimos ha perdido los valores más hermosos de la
humanidad de tanto repetirlos en vano. Corear libertad, democracia y
derecho a decidir no basta para garantizarlos. Nada se puede decidir con
criterio si previamente no hay información contrastada. Cuando el
ciudadano prefiere la pereza al esfuerzo de obtenerla, cuando incluso
renuncia a exigirla, es más, cuando se empecina en negar lo que la
cuestiona, se convierte en cómplice de la propia manipulación. (...)
Los mismos que hoy niegan la Constitución en nombre del derecho del
pueblo a decidir, serían los primeros en matar mañana en una Cataluña
independiente si alguien cuestionara su Constitución. Los mismos que
ahora consideran lógico que una autonomía se separe de España,
considerarían intolerable que Tarragona quisiera hacer lo propio ante un
Estado Catalán independiente.
Quienes hoy alientan contra la desobediencia civil con una
superioridad moral infundada, son ciudadanos corrientes. Como gentes
corrientes son las que han comenzado una campaña de puerta a puerta para
vender la independencia. ¿Ignoran que hacer un mapa del voto es atentar
contra el voto secreto, fundamento mismo de la democracia?
Estamos viviendo los preámbulos de un camino sin retorno al odio. Se
vote o no se vote el 9-N una zanja de recelos se abrirá de forma
irreversible. Algunos políticos son directamente responsables, miles de
ciudadanos lo serán indirectamente. (...)" (Antonio Robles, Crónica Global, Lunes, 6 de octubre de 2014
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