"Leo por ahí que Miquel Calçada, Mikimoto, Míster Tricentenari,
se ha hecho con no sé cuántas licencias de radio, despojos del cierre
de la COM, por gentileza del CAC. No es que me sorprenda.
Pero sí me da
que pensar una cosa que durante años he intuido, barruntado, sin
atreverme a perfilarla demasiado claramente en mi mente. No era fácil
para mí. Suponía un desgarro tribal, una ruptura con lo que había mamado
con aplicación y emoción durante muchos años.
Ahora está muy de moda preguntarse por qué nadie había notado antes la
magnitud descomunal del 'Pujolgate'. Por qué todo el mundo pensaba que
era una cuestión infinitamente menor de lo que en realidad era. Más
puntual, menos sistémica. Muchos pensaban, pensábamos, que pasaba algo.
Pocos o ninguno tuvieron la audacia de imaginar que pasaba todo. Cuando
el indicio más poderoso de todo lo que estaba pasando lo teníamos
exactamente delante de las narices... y era la campante, rampante y
omnipresente mediocridad que oscurecía el cielo hasta taparlo casi por
completo. (...)
¿Por qué costaba tanto, pero tanto, tanto, y tanto, que la gente más o
menos brillante, más o menos lúcida, más o menos independiente, se
llevara, no diré ya el gato al agua, pero sí al menos una parte
razonable de presencia en la toma de decisiones, en la conducción del
día a día, en la ardua tarea de levantar y bajar la persiana, todos los
días?
¿Por qué siempre eran misteriosamente los peores, los más serviles,
los menos libres y originales, los que predominaban? ¿Por qué los
mejores, para hacer algo, tenían poco menos que disimular que lo eran,
que ponerse de perfil?
¿Que esto pasa un poco en todas partes? Seguro. Pero en Cataluña ha
llegado a pasar hasta un extremo y hasta un límite de horror al mérito
que da arcadas sólo pensarlo. ¿Es normal que mis profesores de
literatura catalana en el instituto jamás me hablaran de Josep Pla
mientras curso tras curso te obligaban a leer hasta casi la náusea, por
ejemplo, a Manuel de Pedrolo?
¿Es normal prescindir a sangre fría de la
excelencia y predicar masiva y machaconamente la mediocridad? ¿Es normal
que todo el que tenía una chispa de espíritu se tuviera que sentir
inadaptado, cuando no culpable?
Más que normal, seguramente es la única manera de perpetuar según qué cosas, según qué gente, según qué tropa...(...)" (Anna Grau, Crónica Global, Sábado, 6 de septiembre de 2014)
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