"Nada más lejos de mi intención que incurrir en la sinécdoque Pujol que
confunde a Cataluña con su familia, ni tengo mi conciencia familiar mal
pagada como para sentirme obligado a poner en práctica el programa
político de mi abuelo; pero me resulta imposible en este artículo, en el
que expresaré mi oposición personal al referéndum convocado por la
Generalitat de Cataluña, no referirme a mi abuelo y a mi padre, que
siempre supieron valorar los periodos democráticos de nuestra historia,
dramáticamente escasos por cierto. (...)
Mi causa no es una Constitución concreta, como no lo fue la suya, mi
causa no es la Monarquía o la República; la razón de mi compromiso
político, que desborda el ámbito partidario, sigue siendo la defensa de
la libertad y la igualdad ante la ley de los ciudadanos españoles.
Es la
defensa de la democracia, que no es otra cosa que el punto de unión
entre la libertad individual y la ley. Por eso hoy defiendo la
Constitución del 78, que representa todos estos valores y que nos ha
permitido vivir un largo periodo de paz y libertad, sin cárceles ni
exilios para los adversarios, para los disidentes.
Hoy ante el irreflexivo reto de los nacionalistas catalanes, ante su
exuberante demostración de insolidaridad, ante su particularismo
desagradable, nos debemos oponer sin matices.
Pero no sólo por estas
razones; también, y sobre todo, porque el éxito de sus demandas
representaría el más rotundo fracaso de la ciudadanía y porque su
pretensión nos roba al resto de los españoles el derecho a decidir
nuestro futuro, a autodeterminarnos, como lo hacemos cada vez que
depositamos nuestro voto en las urnas. (...)
Podemos pensar en renovar nuestro marco constitucional, pero no para
dar satisfacción a los independentistas catalanes, sino para encontrar
formas mejores de participación de todos los ciudadanos en el espacio
público, de todos, y por supuesto nunca bajo la amenaza de un chantaje
intolerable, sino con la razón como instrumento y todos los ciudadanos
españoles, incluidos los catalanes, como objetivo.
Hoy es el momento de defender la Constitución del 78; relacionar su
modernización con el referéndum independentista, con soluciones
federales o asimétricas, es asegurar no que los nacionalistas en España
nunca pierden, algo que todos sabíamos, sino que han empezado un periodo
en el que siempre ganan.
No creo que este artículo se diferenciaría mucho del que pudiera
escribir un socialista francés, un laborista británico, lo acaban de
hacer en Escocia, o un socialdemócrata alemán. Todos ellos desde su
perspectiva ideológica saben lo que son, saben lo que quieren, y les
resultaría insoportable la derrota en su país de la ley a manos de la
arbitrariedad, que en ocasiones puede beneficiar a su facción pero
siempre perjudica al conjunto.
Tampoco desentonaría en Indalecio Prieto o en Julián Besteiro –y
probablemente a Pablo Iglesias le parecería innecesario–, cuando estaba
más claro en el socialismo español que su objetivo eran las personas y
no los territorios, los menos favorecidos y no las etnias, cuando la
fraternidad era más importante que el particularismo y la nación el
ámbito en el que se desarrollaban las tensiones sociales.
Prieto dejó su testamento en México, cuando al lado de una escultura
del fundador del partido socialista se declaró doblemente español, sin
necesidad de adjetivos, y el catedrático de Lógica dejó el suyo en unas
intervenciones radiofónicas que son una de las más bellas y honorables
páginas de un periodo dramático para España, el de la Guerra Civil;
muriendo unos meses más tarde en Carmona, rodeado de curas vascos,
simbolizando perfectamente que la contienda española fue eso, una triste
guerra entre españoles, y no una guerra de los españoles contra
Cataluña o contra Euskadi, como intentan hacernos ver los nacionalistas.
Por ello me asombra el silencio de los sindicatos y me preocuparía si
el PSOE en estos momentos buscara una diferencia con el PP, que le
debilitaría más que lo que le distinguiría.(...)" (NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL MUNDO – 07/10/14, en Fundación para la Libertad)
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