La periodista Margarita Rivière. /ENRIC CATALÀ
"(...) ¿Qué decir de los periodistas que a lo largo de estos años han vivido al calor del pujolismo?
A los que no vivíamos de ese calor nos ponían verdes y nos
desacreditaban en confidenciales pagados por Convergència. Por ejemplo,
para desacreditar mi independencia, decían que era del PSOE.
Miquel
Sellarès, fundador de la Asamblea Nacional Catalana y personaje de larga
historia que siempre ha vivido del presupuesto público, dirigía estos
confidenciales. En una revista de Euskadi escribió un artículo donde a
Enric Bastardes, Ernest Udina y a mí nos calificaba de "fascistas
blancos".
Demencial. Sellarès, mano derecha de Pujol desde el comienzo,
fue fundador de la Escuela de Policía, los Mossos d'Esquadra e, incluso,
jefe de una especie de servicio secreto de la Generalitat, que se
conocía como "los mortadelos".
Me puso tan verde Sellarés que tuvo que salir en mi defensa un medio radical-nacionalista, El Llamp,
que en 1987 ya utilizó un titular profético: "Catalunya, un estado
dentro de Europa".
Criticaron desde el anonimato y la falta de respeto a
profesionales solventes. Se dice pronto. Había una guerra de
confidenciales, la mayoría de los cuales venían de la parte
nacionalista, que eran los que tenían dinero y desacreditaban a los
periodistas que no controlaban.
Jordi Pujol estuvo 23 años siendo presidente de la Generalitat sabiendo que tenía dinero escondido en el extranjero.
Yo no tenía nada personal contra los nacionalistas. Respetaba aunque no
compartía que hubiera gente que tenía el nacionalismo como ideología.
¡Cómo no tenía que respetarlo en un país plural! Lo que era terrible es
que si no estabas con ellos, estabas contra ellos. No se podía aguantar.
Y a los que nos atrevíamos a distanciarnos, nos la tenían jurada. Yo
tuve problemas de todo tipo. El primero que me llevó a la radio en
catalán fue Josep Cuní, porque tiene criterio propio y se lo agradezco
mucho.
La mayor parte de los periodistas
que se beneficiaron del pujolismo están muy bien situados ahora, en la
nueva situación política que vive Catalunya.
Todo el respeto que me merecen las ideologías no me lo merecen los
oportunistas y esta profesión está llena de ellos. Nos hemos equivocado
mucho como colectivo no educando bien a la gente en ética. Pero tampoco
tenemos tanta culpabilidad. Yo soy fundadora de El Periódico y sé cómo
determinada generación nos esforzamos para que hubiera empresarios
decentes en el mundo de la prensa. ¡Y mira como estamos! Ahora los
diarios los controlan los bancos, como explica muy bien Pere Rusiñol en
su libro Papel mojado. (...)
¿Qué pensó cuando supo que Jordi
Pujol, responsable de muchas de las presiones y problemas que sufrió
usted como periodista, confesó que ha tenido dinero escondido en el
extranjero durante 34 años?
Me extrañó
mucho que lo dijera, que confesara algo malo. Me extrañó menos cuando vi
la forma. Pensé que era un acto de soberbia sublime. Pedía perdón
porque había actuado mal, intentaba justificarse y nos pedía que
fuéramos buena gente y lo perdonásemos. En el Parlament, en su
comparecencia, volvió el Pujol que conocimos los periodistas de aquella
época.
Abroncó a los diputados. Sentí vergüenza. Y fue otro acto de
soberbia. Este hombre es soberbio. Es muy inteligente, habla muchos
idiomas, sabe maniobrar, tiene una memoria fantástica, pero es soberbio.
Mala cosa para un político, que deben ser humildes.
¿Y ahora qué hay que hacer? ¿Reinterpretar nuestra historia?
Sí, habría que reinterpretarla. Volver a mirar qué nos ha pasado, qué
hemos hecho y por qué no nos hemos enterado de nada. Y los periodistas
tenemos un trabajo absolutamente fundamental. No quiero ningún tipo de
protagonismo pero a mí Enrique Arias Vega, director de El Periódico de
Catalunya, donde yo tenía una sección diaria que se llamaba "La burbuja"
cuando se produjo todo el tema de Banca Catalana, me prohibió hablar de
él.
Hay que entender que había intereses empresariales. Ante un señor
como Pujol, de quien dependían algunos ingresos publicitarios... No era
la primera vez que me pasaba. Ya me pasó muchos años antes, en 1973, con
El Corte Inglés en el Diario de Barcelona. Y El Corte Inglés entonces
no es el de ahora. No pude publicar una información muy sencilla de una
chapuza que habían hecho.
Carlos Jiménez Villarejo ha
explicado muy bien que salir sin un rasguño de Banca Catalana le dio a
Pujol una impunidad absoluta. Mena lo ha corroborado.
¿Cómo reaccionó?
En mi caso sólo podía hacer una cosa: guardarme mis opiniones. Publiqué
un articulito en el otro lugar donde escribía, la revista El Món, donde defendía a los ocho magistrados que no apoyaron que Pujol no rindiera cuentas ante la Justicia. Había una omertà
con Jiménez Villarejo y Mena y contra los que no habían pasado por el
aro del señor Piqué Vidal, que era uno de los abogados de Jordi Pujol.
Años después, Piqué Vidal pasó por la cárcel.
En mis años en la agencia
EFE intenté probar -pero no lo conseguí nunca- que la Audiencia había
sido, de alguna manera, convenientemente satisfecha en cierto tipo de
necesidades por una de las partes. Nunca se pudo probar
periodísticamente.
Ahora habría que saber la verdad
de la herencia de Pujol, de donde sale el dinero y una serie de
cuestiones que todos sospechamos en ese momento pero que no podíamos
expresarlo. Yo lo hice en El Món y Arias Vega me
dijo que me había equivocado.
Y era un artículo de colegio de monjas que
ahora nos haría reír, pero en ese momento era el colmo de la crítica a
Pujol. Los periodistas lo que detectábamos era la gente que hablaba "por
boca de". Yo tenía unas fuentes y escuchaba determinadas expresiones
que luego me las repetían mis jefes del diario. Y salían de Lluís
Prenafeta, el secretario general de la Presidencia.
Ahora se ha difundido la idea de que todo el mundo lo sabía...
A mí me sorprendió. Es la primera vez que he visto a Pujol
autoinculparse. Me han comentado que lo hizo aconsejado por unos
abogados que ya no tiene. Creo que se ha equivocado porque ha confirmado
algo él solo.
Ahora le podemos llamar defraudador, lo que antes no
hubiéramos podido hacer, porque él mismo se ha delatado. ¿Porque lo ha
hecho? Caben todo tipo de especulaciones. Dejémoslas para los que
especulan y los periodistas jóvenes que tienen mucho que investigar. Yo
ya estoy fuera de circulación y, por suerte, no es trabajo mío. (...)
Si cuando estalló el caso Banca Catalana Jordi Pujol hubiera dimitido, ¿qué habría pasado?
Habríamos creído todos un poco más en la democracia. Lluís Foix
escribió hace unos días en El Ciervo que "en un verano de los años
noventa le comenté a Pujol que se decía por Barcelona que su hijo Jordi
cobraba comisiones. Me razonó que todo el mundo lo hacía pero que su
hijo lo hacía mucho mejor, más rápido y con mejores resultados". Es muy
interesante. Es otra autoinculpación.
Ha pasado lo
que ha pasado. Me da igual. Y ha pasado por culpa, un poco, de haber
confiado en una clase política que se merecía nuestra confianza como
ciudadanos. Habíamos pasado del franquismo a una democracia y deseábamos
que la clase política fuera demócrata.
Todo se aprende en la vida. Me
doy cuenta ahora que soy mayor. A veces, cuando eres joven, eres ingenuo
por falta de saber que el ser humano tiene unas debilidades
inconfesables. De Pujol nadie lo pensaba, pero ha pasado.
Habríamos deseado que nuestros políticos fuesen honestos, pero resulta
que muchos de ellos no lo han sido. Con lo cual, los que lo han sido
pasan desapercibidos. Aquí tenemos nuestro papel los medios de
comunicación, a los que sólo interesa el conflicto. Siempre digo que si
las mujeres hubiéramos dirigido los medios, el conjunto de valoración de
las noticias habría sido otro.
Hay un momento especial en nuestra historia reciente que es cuando Jordi
Pujol salió al balcón del palacio de la Generalitat y dijo que "a
partir de ahora de ética y moral hablaremos nosotros, no ellos". ¿Como
lo vivió?
No estaba en el Parlament pero
seguí con atención lo que pasaba. Hubo un asedio al Parlament. Entonces
no se llamó asedio: se llamó patriotismo. Cuando los del 15M rodearon el
Parlament lo trataron de sitio.
Ese día gritaban "Pujol, presidente;
Catalunya independiente". Yo tenía una tía muy carca, que se ponía de
rodillas ante la tele franquista para ver las charlas de monseñor Guerra
Campos, obispo de extrema derecha. Ese día fue a la manifestación a
favor de Pujol.
Ahora no me extraña. He leído y
estudiado historia y esto suele ocurrir en este tipo de "movidas"
históricas. Siento compararlo con Hitler, pero es así. Hemos sido
víctimas de la propaganda. Lo fuimos también en la Guerra Fría y en
otros momentos del siglo XX. Nos han engañado por todas partes. (...)" (Entrevista a Margarita Rivière, Siscu Baiges
, eldiario.es, 07/10/2014)
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