"(...) Pero, a ver, ¿qué diantres quiere decir “el encaje catalán”? Nada, esa
es la cuestión. Es una expresión que viene muy bien a los empresarios
catalanes para salir del atolladero de silencio en el que se
encontraban, pero que nada aporta porque se mantiene en un irritante (o
calculado) juego de medias palabras, naderías bien sonantes, que no se
atreven a decir claramente lo que se piensa.
A ver, el llamado “encaje
de Cataluña” lo único que oculta es la insatisfacción antigua de los
nacionalistas catalanes por haberse generalizado en España el modelo de
autonomía que, en principio, sólo iba a corresponder a las mal llamadas “comunidades históricas”, Galicia, Cataluña y el País Vasco. (...)
Es lo que desde entonces, primeros años de la democracia, se conoce como el “café para todos”,
y esa igualdad es la que el nacionalismo catalán no ha podido superar
jamás. Sencillamente, les irrita que Murcia o La Rioja, que son dos
comunidades que utilizan constantemente en estos desahogos, tengan el
mismo estatus teórico, comunidad autónoma, que Cataluña.
A partir de
ahí, todos los agravios consecutivos que se van hilvanando, siempre
viejos, siempre latentes, cargados de tópicos, muchos de ellos
insultantes, contra los andaluces o los extremeños o contra los
madrileños.
La cuestión, verán, no es lo que piensen y lo que
digan, no, la cuestión es que si ese es el problema de fondo, si esa es
“la falta de encaje”, ¿alguien puede decir cómo se soluciona? ¿Qué
tendrían que hacer murcianos y riojanos, renunciar a la autonomía para que los catalanes, ahora sí, se sintieran diferentes y distintos?
Si ese es el “encaje”, si esos son los problemas, estaría bien que uno
de estos días alguien se detuviese un momento a explicarnos qué daño le
provoca a Cataluña, en qué la limita, que los murcianos o los riojanos
tengan una autonomía.
En su desmesura habitual, nadie como Pilar Rahola
ha sabido expresar este incomprensible resentimiento de muchos
catalanes, casi un sarpullido, provocado por la igualdad de los demás,
de sus vecinos. Dice Rahola: “Fuimos los grandes artífices de la lucha
autonómica y nos premiaron con el ‘café para todos’; éramos el motor
económico, y lejos de primarlo, se dedicaron a expoliarlo; descubrimos
que existía la alta velocidad y se fue a Sevilla; aportamos una lengua
milenaria, y se dedicaron a agredirla, con la vana esperanza de
castellanizarnos; había que apretar las tuercas tributarias, y ahí
estaba la vaca catalana. (…) El cansancio ha dado paso al rechazo, y el
rechazo ha traído un nuevo escenario”.
En fin, si en la ceguera es
capaz de decirse eso de que “descubrimos la alta velocidad”, pocos
comentarios pueden hacerse, salvo la pregunta anterior: Si ese es el
problema, ¿qué deben hacer las demás autonomías, a qué deben renunciar,
para que Cataluña no tenga problemas de encaje en España? Que nos lo
digan, porque así nos vamos enterando todos los demás.
La otra
vertiente oculta que tiene este mantra nuevo del ‘encaje catalán’ tiene
que ver, obviamente, con la financiación autonómica. Pero todo eso ya lo
conocemos de sobras, la pesadez tramposa de las balanzas fiscales, el
falso robo a Cataluña y la mendicidad de extremeños y andaluces, como si
en esas regiones todo el mundo viviera de la sopa boba.
Todo eso, ya
digo, lo conocemos hasta el hartazgo, pero lo que nunca dirán los nacionalistas catalanes es que se equivocaron en la Transición al aceptar un régimen fiscal especial para País Vasco y Navarra
que lo ha distorsionado todo; a lo que nunca se van a atrever es a
exigir un nuevo sistema de financiación que ponga fin a los privilegios
vascos y navarros para que todas las comunidades se rijan por el mismo
modelo y, por tanto, dispongan de las mismas posibilidades de
desarrollo.
Sin embargo, esa es, junto a otras dos iniciativas
legislativas más, la única salida que se le ve al conflicto catalán, y
por añadidura a los que puedan venir después en otras regiones. Un
sistema de financiación, de corte federal, que derogue el cupo vasco y
navarro; una ley de referéndum como la que ya estuvo en vigor en la
Transición (que exige una mayoría superior al 50 por ciento del censo,
no de los votantes, y en cada provincia); y la vuelta del recurso previo
de constitucionalidad. (...)
¿Nuevo sistema de financiación? Por supuesto, más avanzado e igual para
todos. ¿Una consulta? Por supuesto, pero con una mayoría reforzada como
exige la gravedad del modelo de Estado. ¿Nuevas competencias? Por
supuesto, siempre que quedan en la Constitución. Y el encaje, pues eso,
para quien quiera hacer como que dice, pero sin decir nunca nada." (El encaje catalán, de Javier Caraballo en El Confidencial, en Caffe Reggio, 20/02/2014)
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