26/2/14

2.000 firmas de los obreros de la SEAT apoyaron el Manifiesto de los 2.300, contra la enseñanza únicamente en catalán

"En febrero de 1981 escribí un texto que acabó convirtiéndose en el Manifiesto de los 2.300. Siete meses después abandoné Cataluña. Fui uno de los miles de profesores que por aquellos años hizo lo mismo.

 Fue un éxodo invisible que casi nadie ha contado. Ahora lo hace Antonio Robles en un libro excelente: Historia de la resistencia al nacionalismo en Cataluña. La mayoría nos fuimos forzados por el ambiente de intransigencia y rechazo que sufrimos dentro del ámbito escolar y que empezó a extenderse a toda la vida social y cultural.

 Como enseñantes nos vimos señalados y excluidos por el simple hecho de no hablar catalán. Este era nuestro mayor delito. Estorbábamos para el proyecto nacional-independentista. La purga se hizo siguiendo el modelo pujolista: en silencio, incumpliendo la ley, negando los hechos, acusando y acosando individual y colectivamente a los que nos negamos a aceptar la imposición del monolingüismo.

 Muchos vieron en este exilio masivo una claudicación. El mismo Antonio Robles así lo expresa en su libro. Especial responsabilidad se nos atribuye a los promotores de aquel Manifiesto: al huir dejamos descabezado a un movimiento que tardó más de diez años en volver a resurgir. Provocamos, además, el efecto contrario: servimos de coartada para la radicalización de la política de exclusión del español que adoptó el eufemismo de normalización del catalán.  (...)

Sin que hubiéramos organizado ninguna campaña de recogida, empezaron a llegarnos montones de firmas. J. C. Marcano nos entregó un día cerca de 2.000 firmas de los obreros de la SEAT, el buque insignia de la lucha obrera antifranquista ahora convertido, de pronto, en anticatalán y lerrouxista. Nos sentimos desbordados y cuando alcanzamos unas 20.000 firmas paralizamos el proceso.

 ¿Para qué seguir? Aunque hubiéramos recogido 100.000, nada habría cambiado: los promotores éramos unos golpistas seguidores de Tejero a los que había que echar de Cataluña por las "buenas" o por las balas (así lo hizo Terra Lliure con F. J. Losantos).

Los firmantes del Manifiesto no éramos ningún grupo organizado, no teníamos ningún soporte o infraestructura técnica ni legal, no podíamos canalizar aquella respuesta espontánea.

 El principal objetivo era hacer una llamada de alerta, denunciar públicamente el proyecto nacionalista y sus métodos intimidadores y totalitarios, desenmascarar al pujolismo, que por un lado alentaba a Terra Lliure, y por otro, vendía en Madrid (¡y a qué precio!) su apoyo "a la gobernabilidad del Estado".

 El principal objetivo era advertir del peligro y abrir los ojos a los demócratas, al PSOE a UCD, para que frenaran lo que veíamos venir. La advertencia quedó hecha, por primera vez salió el problema fuera de Cataluña y en toda España (recordemos el debate en el programa de televisión La clave, en el que Amando de Miguel y yo defendimos el Manifiesto) llegó el eco de la polémica. Desgraciadamente, quienes debían haber reaccionado prefirieron mirar para otro lado. (...)

La decisión de abandonar Cataluña no entraba en nuestros planes. Al contrario, nuestro primer propósito fue organizarnos para dar continuidad al proceso que espontáneamente había surgido.  (...)

 A mí me expulsaron del PSC, no sin intentar antes que me sometiera a una especie de "consejo disciplinar". Jordi Font, amigo que lo había sido en la Facultad, que bien me conocía por ser yo uno de los activistas destacados del movimiento estudiantil, firmó la carta de expulsión. ¡Estaba yo para comités de disciplina, teniendo como tenía pendiente un consejo de guerra por supuestas ofensas al Ejército!  (...)

La conclusión fue para mí y para los otros primeros firmantes bien clara: No había nada que hacer, ni dentro ni fuera de Cataluña. Poco después vino el asunto de Banca Catalana, en que Felipe González claudicó y apuntaló vergonzosamente el "modelo catalán", esa mezcla de corrupción, chantaje, amenazas e impunidad en que Pujol siempre se movió como rana en el charco.

Así que, sí, me fui (nos fuimos) de Cataluña, pero no por cobardía ni irresponsabilidad, sino por frustración e impotencia. Algunos también lo hicieron por miedo. Que te insulten, te den una paliza, te amenacen de muerte o te peguen un tiro en la pierna, mientras esos terroristas reciben aplausos y a ti te culpen por ser un provocador y un facha, parece también motivo suficiente.

 Que al menos, como ha hecho admirablemente Antonio Robles en su libro, la historia de esta primera resistencia, y de las que siguieron después, no se olvide y anime a los resistentes de hoy a ocupar un espacio de libertad y verdad que el independentismo quisiera borrar con su sueño totalitario.

Comentarios:

MCL 23/02/2014 - 18:02h
 
Mi anhorabuena al autor. Hay que vivir en Cataluña para comprender el abandono de tantos Profesores como el de este escritor profesor . Fueron cerca de 14.000 por "traslado forzoso" . Profesores a los que se les hacia la vida imposible si no se doblegaban. Hay historias personales escalofriantes y apenas esbozadas en el libro de A. Robles.(...)"      (Santiago Trancón, Crónica Global, 23/02/2014)

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