"En febrero de 1981 escribí un texto que acabó convirtiéndose en el Manifiesto de los 2.300.
Siete meses después abandoné Cataluña. Fui uno de los miles de
profesores que por aquellos años hizo lo mismo.
Fue un éxodo invisible
que casi nadie ha contado. Ahora lo hace Antonio Robles en un libro
excelente: Historia de la resistencia al nacionalismo en Cataluña.
La mayoría nos fuimos forzados por el ambiente de intransigencia y
rechazo que sufrimos dentro del ámbito escolar y que empezó a extenderse
a toda la vida social y cultural.
Como enseñantes nos vimos señalados y
excluidos por el simple hecho de no hablar catalán. Este era nuestro
mayor delito. Estorbábamos para el proyecto nacional-independentista. La
purga se hizo siguiendo el modelo pujolista: en silencio,
incumpliendo la ley, negando los hechos, acusando y acosando individual y
colectivamente a los que nos negamos a aceptar la imposición del
monolingüismo.
Muchos vieron en este exilio masivo una claudicación. El mismo Antonio
Robles así lo expresa en su libro. Especial responsabilidad se nos
atribuye a los promotores de aquel Manifiesto: al huir dejamos
descabezado a un movimiento que tardó más de diez años en volver a
resurgir. Provocamos, además, el efecto contrario: servimos de coartada
para la radicalización de la política de exclusión del español que
adoptó el eufemismo de normalización del catalán. (...)
Sin que hubiéramos organizado ninguna campaña de recogida, empezaron a
llegarnos montones de firmas. J. C. Marcano nos entregó un día cerca de
2.000 firmas de los obreros de la SEAT, el buque insignia de la lucha
obrera antifranquista ahora convertido, de pronto, en anticatalán y
lerrouxista. Nos sentimos desbordados y cuando alcanzamos unas 20.000
firmas paralizamos el proceso.
¿Para qué seguir? Aunque hubiéramos
recogido 100.000, nada habría cambiado: los promotores éramos unos
golpistas seguidores de Tejero a los que había que echar de Cataluña por
las "buenas" o por las balas (así lo hizo Terra Lliure con F. J. Losantos).
Los firmantes del Manifiesto no éramos ningún grupo
organizado, no teníamos ningún soporte o infraestructura técnica ni
legal, no podíamos canalizar aquella respuesta espontánea.
El principal
objetivo era hacer una llamada de alerta, denunciar públicamente el
proyecto nacionalista y sus métodos intimidadores y totalitarios,
desenmascarar al pujolismo, que por un lado alentaba a Terra Lliure,
y por otro, vendía en Madrid (¡y a qué precio!) su apoyo "a la
gobernabilidad del Estado".
El principal objetivo era advertir del
peligro y abrir los ojos a los demócratas, al PSOE a UCD, para que
frenaran lo que veíamos venir. La advertencia quedó hecha, por primera
vez salió el problema fuera de Cataluña y en toda España (recordemos el
debate en el programa de televisión La clave, en el que Amando de Miguel y yo defendimos el Manifiesto) llegó el eco de la polémica. Desgraciadamente, quienes debían haber reaccionado prefirieron mirar para otro lado. (...)
La decisión de abandonar Cataluña no entraba en nuestros planes. Al
contrario, nuestro primer propósito fue organizarnos para dar
continuidad al proceso que espontáneamente había surgido. (...)
A mí me expulsaron del PSC, no sin intentar antes que me sometiera a una
especie de "consejo disciplinar". Jordi Font, amigo que lo había sido
en la Facultad, que bien me conocía por ser yo uno de los activistas
destacados del movimiento estudiantil, firmó la carta de expulsión.
¡Estaba yo para comités de disciplina, teniendo como tenía pendiente un
consejo de guerra por supuestas ofensas al Ejército! (...)
La conclusión fue para mí y para los otros primeros firmantes bien
clara: No había nada que hacer, ni dentro ni fuera de Cataluña. Poco
después vino el asunto de Banca Catalana, en que Felipe González
claudicó y apuntaló vergonzosamente el "modelo catalán", esa mezcla de
corrupción, chantaje, amenazas e impunidad en que Pujol siempre se movió
como rana en el charco.
Así que, sí, me fui (nos fuimos) de Cataluña, pero no por cobardía ni
irresponsabilidad, sino por frustración e impotencia. Algunos también
lo hicieron por miedo. Que te insulten, te den una paliza, te amenacen
de muerte o te peguen un tiro en la pierna, mientras esos terroristas
reciben aplausos y a ti te culpen por ser un provocador y un facha,
parece también motivo suficiente.
Que al menos, como ha hecho
admirablemente Antonio Robles en su libro, la historia de esta primera
resistencia, y de las que siguieron después, no se olvide y anime a los
resistentes de hoy a ocupar un espacio de libertad y verdad que el
independentismo quisiera borrar con su sueño totalitario.
Comentarios:
Mi anhorabuena al autor. Hay
que vivir en Cataluña para comprender el abandono de tantos Profesores
como el de este escritor profesor . Fueron cerca de 14.000 por "traslado
forzoso" . Profesores a los que se les hacia la vida imposible si no se
doblegaban. Hay historias personales escalofriantes y apenas esbozadas
en el libro de A. Robles.(...)" (Santiago Trancón, Crónica Global, 23/02/2014)
Comentarios:
MCL
23/02/2014 - 18:02h
No hay comentarios:
Publicar un comentario