31/1/14

Las políticas económicas seguidas por los gobiernos españoles han servido a los intereses de las élites económicas catalanas

"(...) ¿Qué sentido, si lo tuviera, tiene la expresión, “España contra Catalunya”? ¿De qué España, de qué Catalunya, crees que se habla en el enunciado?

A mí el título del simposio me parece un disparate. No sólo por el “contra”, que también, sino muy especialmente por la utilización casi metafísica de los conceptos “España” y “Cataluña”, como si se tratase de dos entidades homogéneas, perfectamente definidas e invariables a lo largo de 300 años.

 No estamos en el terreno de la historia sino directamente en el de una determinada cosmovisión ideológica que nada tiene que ver con el interés por desentrañar seria y críticamente el pasado. De hecho, en la misma justificación de la celebración del congreso ya están explícitas las conclusiones del mismo. 

¿No exageras?

No, no creas que exagero; en la presentación del congreso que se hacía en la primera circular del mismo se decía textualmente lo siguiente:

L’objectiu és analitzar amb criteris històrics, des del segle XVIII fins als nostres dies, les conseqüències que ha tingut per al país l’acció política, gairebé sempre de caire repressiu, de l’Estat espanyol en relació amb Catalunya. L’anàlisi tindrà un caràcter transversal des del punt de vista temàtic, cronològic i disciplinari, amb participació d’historiadors, economistes, sociòlegs i lingüistes. 
Els diversos ponents analitzaran les condicions d’opressió nacional que ha patit el poble català al llarg d’aquests segles, les quals n’han impedit el ple desenvolupament polític, social, cultural i econòmic.

Leído lo cual, en mi opinión, y desde un punto de vista estrictamente académico, se podrían ahorrar (en cualquier sentido que se considere la palabra) el evento en cuestión. (...)

1714” es acaso una fecha mítica en parte de la historiografía catalana. También en el ámbito político. Sé que la pregunta es muy general pero debo hacértela. ¿Qué pasó en 1714? ¿Fue una revuelta popular? ¿Catalunya perdió sus “libertades nacionales”? ¿España empezó a ubicar su fuerte y amplia bota reaccionaria en el alma y en la sien del pueblo catalán?

Quiero advertir que yo no soy especialista en ese período y que, por tanto, hay historiadores mucho más cualificados que yo para responder a esas y otras preguntas relacionadas con la cuestión. 

Con todo creo que se pueden establecer algunas cosas que son poco discutibles, por ejemplo, que la llamada Guerra de Sucesión (cuyo desenlace en territorio peninsular fue la conquista de Barcelona por las tropas borbónicas) fue ante todo una guerra internacional con el trono español en juego y donde se decidían cuestiones fundamentales para el equilibrio político y económico entre las potencias europeas de la época. 

Fue también una guerra civil en el seno de los territorios peninsulares de la Monarquía hispánica, pero no, como a veces se pretende hacer creer, porque se enfrentaran entre sí los territorios que conformaban la monarquía sino porque la división entre borbónicos y austracistas se produjo en el seno de las diferentes sociedades peninsulares.

 Ni todos los castellanos apoyaron a Felipe V ni todos los catalanes (pero también aragoneses o valencianos) apoyaron al Archiduque Carlos de Austria. Desde luego, lo que esa guerra no fue, se mire como se mire, fue una guerra entre España y Cataluña, ni, muchos menos, una guerra de secesión catalana.

 En la guerra se dirimían muchas cosas, entre ellas, pero no únicamente, un determinado modelo de monarquía española. Pero el mantenimiento de dicha monarquía y, por tanto, la pertenencia de Cataluña a la misma, no era objeto de discusión.

Un punto que vale la pena destacar en estos momentos.

El desenlace de la guerra fue contrario a los intereses de los grupos que, en todo el territorio de la monarquía, habían optado por el Archiduque; en el caso de Cataluña, con el agravante de haber mantenido la resistencia de Barcelona cuando las potencias europeas habían dado la guerra por terminada y no cabía esperar ayuda alguna para una causa que ya estaba perdida.

 De la derrota militar se derivó el Decreto de Nueva Planta y la pérdida, efectivamente, de las instituciones de autogobierno en todos los territorios de la Corona de Aragón, incluyendo a Cataluña. Identificar esa pérdida con la de las “libertades nacionales” es una lectura ideológica que cada uno puede hacer o no hacer, y que presupone la existencia a principios del siglo XVIII de una nación catalana en el sentido moderno del término. 

Yo me sitúo entre los que creen que hablar de naciones antes de la revolución francesa y del ciclo americano y europeo de revoluciones liberales tiene escaso sentido.

Desde mi punto de vista, lo que cambia es el modelo de funcionamiento de la monarquía; se abandona el modelo “pactista” de la época de los Austrias (que no había estado exento de problemas a lo largo de los siglos) y se impone un modelo de estado crecientemente centralizado en línea con lo que estaba ocurriendo, por ejemplo, en Francia. 

No creo que eso sea necesariamente sinónimo de modernidad, como algunos sostienen, pero tampoco me parece que supusiera la ruptura de un modelo que conducía casi ineludiblemente hacia una monarquía de carácter constitucional, como argumentan otros.
¿El nuevo modelo fue perjudicial para Cataluña? 

Excelente pregunta. Tu respuesta…

Evidentemente pudo resultar perjudicial para los sectores (muy minoritarios) que habían hegemonizado el poder con el sistema anterior y que ahora pudieron verse desplazados por nuevos protagonistas.

 Me cuesta creer que al grueso de la población, a quienes no habían tenido privilegio alguno con el sistema liquidado, las cosas le fuesen peor con el nuevo modelo de estado; tampoco mejor, quede claro. La gente corriente no mejora o empeora su situación por el cambio de la correlación de fuerzas entre los grupos oligárquicos del país. 

Y durante estos tres siglos, ¿Catalunya ha quedado ubicada en un lugar marginal en el desarrollo del conjunto de España? ¿Se ha oprimido siempre su lengua, su cultura, su desarrollo social y económico?

La respuesta a la primera pregunta es que no. Creo que es difícil sostener lo contrario sin retorcer los hechos. La sociedad catalana ha tenido un papel de primer orden en la historia contemporánea española desde cualquier punto de vista que se mire la cuestión. 

Podríamos discutir si en algún aspecto (por ejemplo, la presencia de catalanes al frente del poder ejecutivo) ese papel podría y debería haber sido mayor (y, en el ejemplo anterior, yo creo que rotundamente sí), pero eso no convierte a “Cataluña” en un agente marginal en la historia española, por supuesto.

Tampoco creo que haya habido una política sistemática, continua y deliberada de frenar el desarrollo económico catalán por parte de los poderes políticos españoles. Si así fuera, habría que concluir que tales planes han resultado bastante ineficaces.

 Lo cierto es que han sido muchos los momentos de la historia contemporánea española en los que los intereses económicos catalanes han estado bien representados en “Madrid” y, como consecuencia de ello, así como de la capacidad para establecer alianzas con otros sectores poderosos de la economía española, las políticas económicas seguidas por los gobiernos españoles han servido a los intereses de las élites económicas catalanas. 

El proteccionismo de determinadas épocas o la política colonial de finales del XIX, por ejemplo, respondían a los intereses (no solo, es cierto, pero sí de forma clara) de la burguesía industrial y comercial catalana.

Sí creo que tiene claramente más fundamento la queja sobre las políticas lingüísticas y culturales. Desde la Nueva Planta hay una política oficial de preeminencia de la lengua castellana y de arrinconamiento de la catalana. Esa política se aplica, sin embargo, con grados diversos de intensidad a lo largo de estos trescientos años y, durante largos períodos, sin efectos catastróficos.

 No por falta de intención, probablemente, sino por falta de medios y decisión política. Lo cierto es que a finales del XIX la población catalana seguía hablando mayoritariamente en catalán, y si muchos catalanes no sabían escribir o leer su lengua, otro tanto ocurría con la mayoría de españoles castellanohablantes, que tampoco sabían leer ni escribir la suya; en la base de esto último estaba la falta de una apuesta clara del Estado por la escolarización general de la población.

 Así, por razones diferentes (pero con los mismos efectos), los catalanes eran analfabetos en su lengua como lo eran los castellanos, extremeños, aragoneses o andaluces en la suya. Y en proporciones pavorosas. (...)"            (Entrevista al historiador Francisco Morente,Salvador López Arnal, El Viejo Topo, Rebelión, 18/12/2013)

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