"(...) Estábamos en los 30 últimos años, tras la reinstauración de la
Generalitat a finales de los setenta, ¿esta España que explota a
Catalunya ha seguido ejerciendo su papel explotador?
Si te
refieres a la explotación económica, la respuesta dependerá de lo que
cada uno considere que implica esa expresión. Hoy en día se ha
convertido en lugar común eso del “España nos roba” o términos como el
de “expolio fiscal”, que incide en la misma idea. El problema es que se
trata de una cuestión de una gran complejidad técnica sobre la que ni
los propios expertos (y yo, por supuesto, no llego ni a aficionado en
ese campo) se ponen de acuerdo.
El propio concepto de “balanza fiscal”
es objetado por muchos como un instrumento útil para medir esa supuesta
“explotación”. Incluso aceptando el uso de las balanzas fiscales, los
expertos no se ponen de acuerdo en cuál de los dos modelos de cálculo
(el de flujo monetario o el de carga-beneficio) permitiría calcular
mejor la situación fiscal de Cataluña en relación con el estado.
Y
llegado el momento de hacer los cálculos, tampoco hay acuerdo unánime
sobre cómo computar los gastos del estado que no tienen una distribución
territorial clara (embajadas, ejército…), dónde debe ser computado el
IVA soportado fuera de la comunidad donde es finalmente liquidado, si
hay que neutralizar o no las balanzas fiscales, si se ha de tener en
cuenta o no el déficit de la seguridad social, etc.
Todo eso no es
baladí porque según los criterios que se elijan se obtienen resultados
muy diferentes entre sí. Como cabía esperar, cada parte opta por aquel
modelo y aquellos criterios que refuerzan sus posiciones (la del expolio
en un caso, la del beneficio para Cataluña en el otro) Es curioso, sin
embargo, que cuando se plantea la cuestión por parte de quienes hablan
de expolio, casi nunca se contemplan en la ecuación las balanzas
comerciales.
Buena parte de las transferencias fiscales a los
territorios de menor renta del estado sirven para incrementar la
capacidad de consumo de sus ciudadanos que, en buena parte, adquieren de
esa manera un volumen de productos procedentes de los territorios de
renta elevada (como Cataluña) superior al que consumirían si aquellas
transferencias no se produjeran.
Es decir, que el déficit fiscal genera,
al menos en parte, un mayor superávit comercial que el que se obtendría
sin la existencia de aquel. En definitiva, la cuestión es mucho más
compleja que lo que el “España nos roba” quiere hacer creer. Pero ya se
sabe que una mentira mil veces repetida puede acabar convertida en una
especie de verdad revelada.
Desde mi punto de vista, además, el
uso de conceptos como “déficit fiscal” o “déficit de inversiones”
podría tener derivadas peligrosas.
Por ejemplo.
¿Por qué aplicarlo sólo a la relación entre el Estado central y las
comunidades autónomas? ¿No hay enormes transferencias de renta entre,
pongamos por caso, el área metropolitana de Barcelona y las comarcas de
Lleida? ¿Lleida nos roba a quienes vivimos en Barcelona y su entorno
urbano?
¿Qué decir del déficit fiscal en términos de clase? ¿Podrían
quejarse los ciudadanos de la zona alta de Barcelona porque pagan en
impuestos municipales mucho más de lo que el ayuntamiento revierte en
sus barrios?
Si fuera el caso.
Exacto, si fuera
el caso. ¿Las inversiones públicas deben ser siempre proporcionales a
la aportación de los territorios, sean estos comunidades autónomas o
municipios? En ese caso ¿dónde queda el papel reequilibrador del Estado?
Creo que son preguntas que la izquierda ha de hacerse antes de seguir a
pies juntillas lo que es un discurso que, en mi opinión, tiene poco que
ver con las tradiciones emancipatorias.
¿Es posible que se estén
produciendo desajustes en el terreno fiscal y en el terreno de la
inversión pública por parte del Estado en Cataluña? Es posible (incluso
muy posible), pero es tarea de la izquierda hacer su propio análisis,
desde sus referentes de solidaridad entre los pueblos de España, sobre
la existencia o no (y el grado) de esos desajustes, sin aceptar sin más
los datos que unos u otros ponen sobre la mesa desde posiciones que
representan siempre intereses de parte (y que no suelen ser los de las
clases populares, todo sea dicho).
Finalmente, la izquierda no debería
perder de vista que, incluso suponiendo que el déficit fiscal de
Cataluña fuese excesivo, dicho déficit sería infinitamente más pequeño
que lo que nuestras clases dominantes nos roban año tras año mediante el
fraude fiscal o la “ingeniería fiscal” aplicada a un sistema de
impuestos que ya de por sí es profundamente injusto en términos
sociales.
Y no veo en la izquierda catalana (con las excepciones de
rigor) que se privilegie esta denuncia sobre la otra. Eso no es sino
hacer seguidismo de aquellos que tienen un proyecto profundamente
antisocial, y que, no nos engañemos, es el que se llevaría a la práctica
de llegarse a la independencia de Cataluña bajo su liderazgo. (...)" (Entrevista a Francisco Morente, Salvador López Arnal, Rebelión, 30/12/2013)
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