24/1/14

El déficit fiscal catalán financia su superávit comercial... como todo el mundo sabe

"(...) Estábamos en los 30 últimos años, tras la reinstauración de la Generalitat a finales de los setenta, ¿esta España que explota a Catalunya ha seguido ejerciendo su papel explotador?
Si te refieres a la explotación económica, la respuesta dependerá de lo que cada uno considere que implica esa expresión. Hoy en día se ha convertido en lugar común eso del “España nos roba” o términos como el de “expolio fiscal”, que incide en la misma idea. El problema es que se trata de una cuestión de una gran complejidad técnica sobre la que ni los propios expertos (y yo, por supuesto, no llego ni a aficionado en ese campo) se ponen de acuerdo.

 El propio concepto de “balanza fiscal” es objetado por muchos como un instrumento útil para medir esa supuesta “explotación”. Incluso aceptando el uso de las balanzas fiscales, los expertos no se ponen de acuerdo en cuál de los dos modelos de cálculo (el de flujo monetario o el de carga-beneficio) permitiría calcular mejor la situación fiscal de Cataluña en relación con el estado.

 Y llegado el momento de hacer los cálculos, tampoco hay acuerdo unánime sobre cómo computar los gastos del estado que no tienen una distribución territorial clara (embajadas, ejército…), dónde debe ser computado el IVA soportado fuera de la comunidad donde es finalmente liquidado, si hay que neutralizar o no las balanzas fiscales, si se ha de tener en cuenta o no el déficit de la seguridad social, etc.

 Todo eso no es baladí porque según los criterios que se elijan se obtienen resultados muy diferentes entre sí. Como cabía esperar, cada parte opta por aquel modelo y aquellos criterios que refuerzan sus posiciones (la del expolio en un caso, la del beneficio para Cataluña en el otro) Es curioso, sin embargo, que cuando se plantea la cuestión por parte de quienes hablan de expolio, casi nunca se contemplan en la ecuación las balanzas comerciales. 

Buena parte de las transferencias fiscales a los territorios de menor renta del estado sirven para incrementar la capacidad de consumo de sus ciudadanos que, en buena parte, adquieren de esa manera un volumen de productos procedentes de los territorios de renta elevada (como Cataluña) superior al que consumirían si aquellas transferencias no se produjeran.

 Es decir, que el déficit fiscal genera, al menos en parte, un mayor superávit comercial que el que se obtendría sin la existencia de aquel. En definitiva, la cuestión es mucho más compleja que lo que el “España nos roba” quiere hacer creer. Pero ya se sabe que una mentira mil veces repetida puede acabar convertida en una especie de verdad revelada.

Desde mi punto de vista, además, el uso de conceptos como “déficit fiscal” o “déficit de inversiones” podría tener derivadas peligrosas.

Por ejemplo.

¿Por qué aplicarlo sólo a la relación entre el Estado central y las comunidades autónomas? ¿No hay enormes transferencias de renta entre, pongamos por caso, el área metropolitana de Barcelona y las comarcas de Lleida? ¿Lleida nos roba a quienes vivimos en Barcelona y su entorno urbano?

 ¿Qué decir del déficit fiscal en términos de clase? ¿Podrían quejarse los ciudadanos de la zona alta de Barcelona porque pagan en impuestos municipales mucho más de lo que el ayuntamiento revierte en sus barrios? 

Si fuera el caso.

Exacto, si fuera el caso. ¿Las inversiones públicas deben ser siempre proporcionales a la aportación de los territorios, sean estos comunidades autónomas o municipios? En ese caso ¿dónde queda el papel reequilibrador del Estado? Creo que son preguntas que la izquierda ha de hacerse antes de seguir a pies juntillas lo que es un discurso que, en mi opinión, tiene poco que ver con las tradiciones emancipatorias.

 ¿Es posible que se estén produciendo desajustes en el terreno fiscal y en el terreno de la inversión pública por parte del Estado en Cataluña? Es posible (incluso muy posible), pero es tarea de la izquierda hacer su propio análisis, desde sus referentes de solidaridad entre los pueblos de España, sobre la existencia o no (y el grado) de esos desajustes, sin aceptar sin más los datos que unos u otros ponen sobre la mesa desde posiciones que representan siempre intereses de parte (y que no suelen ser los de las clases populares, todo sea dicho).

 Finalmente, la izquierda no debería perder de vista que, incluso suponiendo que el déficit fiscal de Cataluña fuese excesivo, dicho déficit sería infinitamente más pequeño que lo que nuestras clases dominantes nos roban año tras año mediante el fraude fiscal o la “ingeniería fiscal” aplicada a un sistema de impuestos que ya de por sí es profundamente injusto en términos sociales. 

Y no veo en la izquierda catalana (con las excepciones de rigor) que se privilegie esta denuncia sobre la otra. Eso no es sino hacer seguidismo de aquellos que tienen un proyecto profundamente antisocial, y que, no nos engañemos, es el que se llevaría a la práctica de llegarse a la independencia de Cataluña bajo su liderazgo. (...)"                   (Entrevista a Francisco Morente, Salvador López Arnal, Rebelión, 30/12/2013)  

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