Encuentro entre la Grossa de Nadal y el presidente Artur Mas en el Palau de la Generalitat. / Albert Garcia
"La publicación especial de promoción de La Grossa de fin de año,
distribuida el fin de semana del 5 y 6 con la prensa catalana, me ha
provocado un sentimiento de incomprensión e indignación que quiero poner
de manifiesto. Sin entrar en la conveniencia de esta nueva lotería —ya
hice en su momento mis matizaciones—, hoy quiero destacar la política
comunicativa que se ha utilizado para difundir la iniciativa. (...)
Sabemos bien que una imagen vale más que mil palabras, y esta merece
que le prestemos atención. Evoca las señoras del siglo pasado con
elevados recursos económicos, esposas de señores importantes, que
visitaban a los pobres y practicaban la beneficencia con una sonrisa
vacía que no transmitía ni reflexión, ni inteligencia, ni capacidad
decisoria, ni acción consciente, ni voluntad para transformar un mundo
que les era favorable, elogiadas a cambio de una limosna.
Creía que nuestra sociedad había cambiado y que dicha realidad estaba
superada, pero parece que todo lo contrario: la vieja figura femenina
se recupera y se identifica como portadora de una riqueza y una
felicidad fáciles, sin esfuerzo, intentando generar un claro espejismo
en un contexto de pobreza y desigualdades.
Pero si esta es mi reflexión
al contemplar la figura, la indignación que me provoca leer la
entrevista imaginaria que le hacen a La Grossa es muy superior y me
incita a exponer mis argumentos.
Nos presentan a una mujer familiar y buena cocinera que hace unas
croquetas deliciosas y que ha aprendido de sus padres los valores del
sacrificio y la solidaridad. (...)
Resulta curioso que se mencione un concepto como el sacrificio, hoy
totalmente olvidado por el nulo sentido que tiene en sí mismo,
relacionado con creencias puramente religiosas.
Y todavía es más curioso
que la calidad que se destaca sea su capacidad culinaria, una habilidad
que me parece muy bien pero que no representa precisamente la imagen de
una mujer moderna, independiente, autónoma, trabajadora, con
responsabilidades políticas o directivas. (...)
Pero la provocación no acaba ahí. La señora Grossa nos habla también
de su buena cabeza y presume de buenas piernas; dice que le gusta salir
en televisión y que le encanta que le regalen flores y la besen. Podría
pensarse que no cabe más banalidad, pero sí, todavía hay más: acaba
diciéndonos que le gusta el deporte y se pregunta si el cava con que los
deportistas celebran las victorias pica cuando se lo derraman por el
cuerpo.
Le parece divertido y emocionante. Y añade una frase
vergonzante: el mundo del deporte le gusta porque “los jugadores son tan
guapos...”
Para terminar, cuando le piden que exprese un deseo responde que le
gustaría vender muchos boletos para ayudar a muchos niños y niñas.
Obviamente, todos compartimos la preocupación por la situación de
muchísimas personas de nuestra sociedad y muy especialmente por la
infancia, pero tal como se expresa es la plasmación evidente de la
beneficencia del siglo pasado, centrada en ayudar a los pobres y si son
niños mejor todavía porque dan más pena.
Si seguimos por este camino, no
tardaremos en volver a encontrar por nuestras calles mesas de
recaudación con muchas señoras como la Grossa luciendo sus vestidos y
sus joyas para ayudar al desvalido que conmemore el día de turno. (...)" (
Teresa Crespo , El País, 16 OCT 2013 )
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