"La Comisión Europea lo ha dejado bien claro: Catalunya causaría baja
inmediata de la UE en el momento mismo de convertirse en un Estado
independiente. Los tratados europeos no prevén qué hacer en un caso así,
pero sí estipulan con meridiana claridad quiénes son los Estados
miembros de la UE y Catalunya no aparece entre ellos. Reintroducirla en
la Unión como socio número 29 obligaría a reformar los tratados, para lo
cual sería necesaria una negociación y la unanimidad de todos los demás
miembros.
La realidad de esta situación la ha advertido el vicepresidentes de
la Comisión Europea Joaquín Almunia y la ha confirmado -como muy bien
explica Beatriz Navarro en un artículo clarificador en La Vanguardia-
el ex jefe del servicio jurídico del Consejo Europeo, Jean-Claude
Piris.
Quienes quieran seguir abundando en los argumentos jurídicos
pueden buscar las opiniones del profesor Jordi Sellarès (Esade) o el trabajo redactado en el año 2000 por Andrés Ortega y José María de Areilza.
Llegado el momento, que el trámite para formalizar el reingreso en la
UE fuera más breve o más largo, más fácil o más penoso, dependería
mucho de la voluntad política de los socios europeos: entre ellos España
– y ya se sabe el papel perverso que juega el despecho en muchos
divorcios-, pero también Francia o el Reino Unido, poco interesados a
priori en que el ejemplo cunda. Pero aún imaginando el escenario más
favorable, la nueva Catalunya independiente necesitaría un tiempo para
hacerse un hueco como sujeto internacional que ahora no tiene, incluido
en la UE. Así son las cosas.
El periodo transitorio en el que Catalunya estaría fuera de la UE
podría servir para hacer una nueva consulta a los catalanes. Esta vez
sí, sobre la adhesión a la Unión Europea. A fin de cuentas, el reingreso
supondría volver a ceder –esta vez, a Europa- una gran parte de la
soberanía nacional recuperada, particularmente en materia económica,
financiera y fiscal.
O sea, dejar una parte sustancial de la
independencia –ahí donde más duele- por el camino. ¿Por qué dar por
supuesto que los soberanistas catalanes pueden estar interesados en que
la nueva Catalunya independiente quede de nuevo sometida a los dictados
de Bruselas, Berlín y París (más, en ciertos casos, Londres, Roma y
Madrid)?" (La Vanguardia, 14/10/2012)
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