19/10/12

Nadie sabe lo que pasaría el día después de la declaración unilateral de independencia

"El problema es que, al transformar unas quejas legítimas que precisan de una solución razonable, en un rumbo a lo desconocido, todos podemos terminar mucho peor de como empezamos. Nuestro argumento es que nadie sabe lo que pasaría el día después de la declaración unilateral de independencia. No ha habido procesos semejantes en Europa Occidental en tiempos contemporáneos. (...)

Como la aparición de un nuevo Estado con las circunstancias catalanas no ha ocurrido nunca, ignoramos lo que ignoramos acerca de cómo reaccionaría Cataluña, el resto de España y la Unión Europa.

 Por ejemplo, el Gobierno de Madrid se encontraría en una difícil tesitura. Aceptar un referéndum sin mayor queja podría ser interpretado como muestra de debilidad y dar lugar a una carrera a la independencia de otros territorios. El pánico a una cantonalización de España podría empujar a decisiones drásticas de las que pronto nos arrepentiríamos.

De igual manera, desconocemos cómo sería recibida esta independencia por la Unión Europea. ¿Aceptaría Francia como nuevo miembro a un Estado cuyo ideario nacionalista incluye como propio parte del territorio francés? E Italia, ¿aprobaría la adhesión de un Estado que sería un ejemplo para la independencia de su propio norte?

Pero incluso si Cataluña pudiera tener una entrada sin problemas en la Unión Europea, existe el riesgo de una ruptura generalizada de relaciones comerciales y de una lucha incesante por dividir los activos y pasivos de España que nadie puede evaluar en un contexto de fuerte crisis y cuyos costes puedan ser mucho mayores que las tan denostadas actuales transferencias.

Finalmente, el equilibrio de las fuerzas políticas en Cataluña y en el resto de España podría mutar dramáticamente. Los cambios constitucionales profundos en ausencia de un consenso abrumador vienen acompañados, demasiadas veces, de procesos de radicalización social y de políticas económicas populistas que las clases medias terminan pagando más que nadie. Aquellos que creen que pueden cabalgar el tigre del proceso de independencia pueden terminar tragados por el mismo para su posterior lamento.

Toda esta incertidumbre se agrava porque España, y sus familias y empresas estén o no en Cataluña, dependen hoy más que nunca de la financiación exterior. La real amenaza a la soberanía de Cataluña no es España, sino el enorme exceso de deuda acumulada por unos y por otros y que nos acerca a una intervención “dura” de la comunidad internacional.

 Y si a los españoles no nos queda más remedio que vivir con lo desconocido, los inversores extranjeros tienen muchas alternativas más seguras adonde mover su capital. 

No hay nada que asuste más a los inversores que la ignorancia de lo que ignoran —el prestar a un país que no saben lo que será a la vuelta de la esquina es inconcebible. Incluso una probabilidad pequeña de un hundimiento de la financiación causado por la independencia es un riesgo demasiado grande para asumirlo conscientemente."          ( / , El País, 11 OCT 2012)

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