12/10/12

En las últimas semanas, los cantos de sirenas dirigidos desde los partidos nacionalistas hacia la comunidad castellanohablante de Cataluña se han intensificado

" (...) Inmersos en una espiral de radicalización del discurso secesionista, los partidarios de la separación del resto de España son conscientes de la importancia de atraer hacia su proyecto rupturista a los ciudadanos de Cataluña que tienen el español como lengua habitual, y que son mayoría, según todas las encuestas. (...)

Sin embargo, esta estrategia no es nueva. En febrero pasado Eduard Voltas, ex secretario de Cultura de la Generalidad -bajo cuyo mandato el Grup Cultura 03, para el que había trabajado anteriormente y con el que vuelve a colaborar actualmente, recibió subvenciones multimillonarias por parte del Gobierno autonómico-, advertía desde las páginas del diario Ara de que ‘en el camino de la victoria’ del objetivo de la secesión ‘el catalanismo ha de abrazar la lengua castellana‘.
Y explicaba su teoría:
‘¿Usted daría apoyo a un político que no hablase nunca en su lengua? ¿Se apuntaría a un proyecto que emitiese señales de no amar las cosas que usted ama, o incluso, de menospreciar las cosas que usted ama? [...] Si yo fuese un catalán de identidad española, ante la hipótesis de la independencia estoy seguro de que me preguntaría: de acuerdo, con la independencia viviríamos mejor, pero en este Estado catalán que me proponen, ¿yo podré continuar siendo yo? ¿Mi lengua, mis costumbres, mis referentes, serán respetados y asumidos como propios por el nuevo Estado? ¿O serán tratados como una molestia, como una anomalía que se ha de ignorar o superar? [...] El futuro Estado catalán no se puede construir sobre la base de la alergia a la diversidad interna, sino de su plena asunción, porque en caso contrario se convertirá en inviable. Lo que propongo es neutralizar este riesgo desde ahora mismo, dar un paso adelante y asumir el castellano como una cosa propia. No digo tolerarlo, no digo soportarlo como una especie de fatalidad histórica que nos ha tocado padecer, no digo simplemente respetarlo, sino convertirlo en un activo, tratarlo como un elemento definitorio de la Cataluña de hoy y de mañana. Incorporarlo al relato del país [por Cataluña] del futuro. Encajarlo en nuestro proyecto de Estado’.
Voltas advirtió entonces que la percepción del castellano ‘como una amenaza para el catalán’ por parte de ‘muchos catalanistas’ genera ‘desconfianza’ en mucha parte de la ciudadanía. Y propugnó ‘un cambio sincero de actitud’ en el independentismo para ‘mimar’ la ‘lengua propia y amada de, al menos, la mitad de nuestros compatriotas’, que ‘además es un activo económico brutal’, prometiendo ‘que la Cataluña independiente continuará siendo como mínimo bilingüe’, que ‘será un espacio rigurosamente garantista de los derechos lingüísticos de todos los ciudadanos’ y que ‘el castellano continuará siendo oficial’. (...)

Los gestos de la Generalidad para tratar de convencer a los castellanohablantes de un futuro dulce y bondadoso para con ellos tras la hipotética secesión irán en aumento en los próximos meses y años. Este mismo martes se ha conocido que, a diferencia de lo ocurrido en la Feria de Frankfurt de 2007, el Instituto Ramon Llull incluirá a autores en lengua española en su delegación a la Feria del Libro de París de 2013, en la que Barcelona será la ciudad invitada. 

Sin embargo…

 Por mucho que intenten convencer de que una Cataluña independiente sería respetuosa con los derechos lingüísticos de la comunidad castellanohablante, la situación actual no augura que eso fuese así en caso de que una hipotética ruptura, y más bien parece un mensaje interesado que esconde un alto grado de cinismo.

 Los mismos que plantean esta estrategia defienden el actual sistema de inmersión lingüística escolar obligatoria exclusivamente en catalán, que en contra de la ley prohíbe el español como lengua vehicular.

También se han mostrado abiertamente partidarios de las medidas de política lingüística desarrolladas por la Generalidad en los últimos años, tales como las multas a los comercios que rotulan únicamente en castellano; los reglamentos lingüísticos municipales que imponen el uso exclusivo del catalán; le Ley de Acogida, que exige acreditar saber catalán a los inmigrantes que quieren acceder al certificado de arraigo; o la discriminación de todo tipo de subvenciones a las empresas que no utilizan el catalán.

 La hipocresía llega hasta el punto de que los promotores de esta iniciativa apoyan a entidades como Plataforma per la Llengua que, a través del Correllengua -organizado por la Coordinadora d’Associacions per la Llengua Catalana (CAL)-, reclaman suprimir la oficialidad del español en Cataluña."           (lavozdebarcelona.com, 09/10/2012)

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