"Es la versión catalana del piove, porco governo de los
italianos. Un invento que resulta muy práctico para endosar al vecino
todas nuestras caquitas y aparecer así ante el mundo y ante nosotros
mismos mucho más guapos y relucientes.
Es un elemento fundamental en la
implantación subliminar del nacionalismo: España es la causa de todos
nuestros males y desgracias. Más aún: es el mal por antonomasia. D’Espanya, ni gent ni vent.
España es tan mala, que la misma palabra ya mancha, y hay que evitarla.
El español, en consecuencia, es un ser ontológicamente perverso del que
hay que huir. En las manifestaciones se utiliza como insulto: “Espanyol el que no boti“. En Cataluña, si dices que eres español te la juegas: ¡es que vas provocando, hombre! Textual: a mí me sucedió hace una semana. (...)
La gran inmigración de los años 60-70, que dobló la población de
Cataluña, tuvo también gran importancia en el desprestigio de España y
el correspondiente prestigio de Cataluña. Por un lado, los catalanes
nativos veían venir de España gentes más pobres que ellos, con quienes competían en el trabajo, en el espacio y hasta en las novias.
Igualar España a pobreza y Cataluña a riqueza era una manera de retener
la primacía de los nativos ante los competidores recién llegados. Por
otro lado, los inmigrantes dejaban en su tierra un pasado incómodo y
llegaban a otra tierra que esperaban que fuera mejor.
Su propia
biografía representa España como lo que se deja atrás, y Cataluña como
lo que se adquiere. Ellos también reforzaban la ecuación España-mala
Cataluña-buena. Todos esos factores, debidamente explotados por el
nacionalismo reinante, han contribuido a la situación actual: España es
motivo de vergüenza, mientras Cataluña lo es de orgullo. (...)
España ha llegado a ser, para mentalidades rudimentarias, la encarnación
del mal. Peajes, balanzas fiscales: todo son agravios. Aquí la gente está convencida de que los catalanes pagamos más que el resto de españoles.
Y si el bosque se quema, siempre hay un simple que dice que ha sido
culpa de españoles, y se lo reímos. Son todo mentiras, pero nadie se
esfuerza en desmentirlo. Y así crece la bola. (...)
La hispanofobia existe, pero lo terrible es que esté bien vista en
Cataluña, a todos los niveles, y que hasta los intelectuales simpaticen
con ella. Algunos de ellos descaradamente la alimentan, está claro, y
quizá cobran por ello.
Es hora de desprestigiar a los hispanófobos, y de
restaurar el apego a España como Estado: o sea, garantía de igualdad, libertad y democracia. Con bandera incluida: y quien tenga complejos, allá él." (lavozdebarcelona.com, 09/10/2012, Jesús Royo es catedrático de Instituto de Lengua catalana)
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