"El president neoliberal Artur Mas, el de EuroVegas, tras su reunión con
don Mariano, saludando a sus partidarios a la entrada del edificio de la
Generalitat en la Plaza Sant Jaume, la antigua plaza de la República en
tiempos añorados. (...)
y a pocos metros de él, cinco o seis, no más, saltándose el cordón policial, un filósofo aplaude entusiasmado.
No sólo aplaude sino que su cara muestra una admiración ilimitada por
el gran político institucional y por lo que su figura encarna en estos
momentos. Vitorea al líder, a su líder. Es Xavier Rubert de Ventós, el
amigo de Felipe González, el que negoció con la Administración Reagan la
permanencia otánica, el que habló hace una década de la conveniencia
pragmática de la apuesta por la independencia, el consejero áulico de
Pasqual Maragall, el compañero del sector catalanista-neoliberal del
PSC.
Ese mismo. Con su cara transpuesta, su entusiasmo ilimitado y su
más sincera admiración por un líder carismático para sectores
influyentes de las clases medias catalanas muy bien ubicadas en eso que
se llama “sociedad civil”.
¿Ese es, ese tiene que ser el
compromiso del filósofo? ¿No deberían otras veces argumentar que otro
mundo político-filosófico es posible, que otras vías transitables son
más razonables, que otras finalidades son más justas, más solidarias y,
sobre todo, tienen más en cuenta los intereses y sentimientos de los
desfavorecidos de la tierra catalana que no son pocos?
¿No hay filósofos
e intelectuales catalanes que deban alertar a la ciudadanía de qué muy
poco –y nada bueno- se puede esperar de un gobierno que ha sido líder
destacado en hachazos al demediados Estado de bienestar catalán, que ha
argumentado que la salud no es un derecho, que ha atacado –y ataca-
gravemente la educación pública y las partidas sociales más básicas, que
ha apostado por un infamia como Eurovegas y, que para acabarlo de
arreglar, ha puesto su manto neoliberal en una Barcelona World en
beneficio de La Caixa y de un empresario blavero subido a la ola de la
estafa y burbuja inmobiliaria?
Eso sí, para que las cosas
empiecen a quedar claras el senyor Francesc Homs, el portavoz del
gobierno catalán, el que llamó macarra a Montoro, ha declarado que
quizás -que tal vez, que posiblemente, que podríamos hacerlo mejor así,
que es una vía a explorar y a tener muy en cuenta-, que acaso la
decisión de la independencia no se haya de tomar en un referéndum. Que
nada de eso. Hay mucha ciudadanía y las cosas pueden desmadrarse un
pelín. Hay otra vía.
¿Se la imaginan? Efectivamente: que el Parlament
catalán surgido de las elecciones que se van a celebrar el próximo
octubre o noviembre, y que ellos esperan ganar por mayoría absoluta y
aplastante, la proclame. Sin que la ciudadanía se moleste en manifestar
abiertamente su posición. Ya están ellos para eso.
¿Así
entienden los líderes de Convergència el ejercicio del derecho de
autodeterminación? ¡Qué demócratas tan admirables! ¿Acaso piensan que la
vía de la consulta ciudadana no es tan segura y que alguna encuesta de
última hora ha señalado algún riesgo en la operación diseñada?
¿Piensan
tal vez que quitan de este modo todo atisbo de protagonismo a los
minoritarios sectores de la izquierda independentista? (...)
en uno de los últimos pasos de la sutil y calculada estrategia de la
Asamblea Nacional de Catalunya, uno de los múltiples tentáculos de CiU,
puede leerse (ayudo en la interpretación):
"En els casos en què
es preveu l'impediment d'un plebiscit pel govern espanyol, el full de
ruta proposa de seguir, com a complementaris de l'acció dels càrrecs
electes [de los cargos elegidos], els procediments establerts per
l'Agència del Cens Nacional del Poble Català” [3].
La Agència ha
abierto un censo en el que se pueden ya inscribir voluntariamente todos
los que se consideren miembros de la “nación catalana”. Sólo ellos.
El censo, prosiguen, ha de servir “perquè voti sobre la independència 'el poble català' i no 'la població' de Catalunya”.
¿Queda claro? Sólo el pueblo catalán que se reconoce como tal y se
inscribe en el censo, y no, en cambio, la heterogénea y diversa
población de Catalunya, se considere parte o integrante o no del pueblo
catalán. Es decir, los nacionalistas-independentistas se constituyen en
pueblo catalán y ellos, únicamente ellos, los que cocinan, guisan y
comen su propio marco político, deciden la independencia. ¡Un diez y
medio! (...)
¿Y la izquierda? ¿Dónde está la izquierda? ¿Paseando por el Pisuerga?" (Salvador López Arnal, Rebelión, 22/09/2012)
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