18/10/11

La inmersión lingüística introduce la desigualdad de derechos y oportunidades entre los ciudadanos. Con fundamento podemos decir que: inmersión es discriminación

"¿Cuántas veces habrá escuchado y leído el lector este mantra político de la boca y la pluma de los defensores de la inmersión sean políticos o educadores: “la inmersión lingüística es un modelo de éxito”? Pero, ¿ha oído o leído algún dato que avale o pruebe esta afirmación? Jamás.

Porque esta afirmación es de las que no necesitan pruebas: es un dogma de fe. Por eso tienen que repetirlo… para que los creyentes crean. Pero si uno es de los que, al menos en materia de educación, tiene la rara manía de no hacer afirmaciones sin antes comprobarlas, la cosa resulta bien distinta.

Afortunadamente existe un sencillo modo de comprobar afirmaciones en materia educativa y más concretamente respecto al rendimiento escolar: el informe PISA, que lleva a cabo la OCDE a nivel internacional. A partir de los datos que este informe proporciona se puede, por un procedimiento estadístico sencillo, evaluar el impacto diferencial que el modelo de inmersión lingüística tiene selectivamente sobre castellanohablantes y catalanohablantes. Y los resultados no pueden resultar más escandalosos.

Algunos datos previos ayudarán a quien esté interesado por la verdad de la inmersión: la población escolar en Cataluña se compone de un 59% del alumnado que es castellanohablante (habla castellano en su casa), un 37%, catalán, y un 4%, otras lenguas. Pues bien, no hay más que consultar el informe Equidad, excelencia y eficiencia educativa en Cataluña. Un análisis comparado (2008), patrocinado por la Fundació Jaume Bofill, entidad catalanista y subvencionadísima por el Gobierno autonómico catalán, sobre la base de los datos proporcionados por el informe PISA 2006 para comprobar una verdad palamaria: los alumnos que hablan castellano obtienen una media de 40 puntos por debajo de los que hablan catalán.

¿A qué podemos atribuir esta manifiesta diferencia? A diversas causas, en primer lugar al diferente nivel socioeconómico cultural (ESCS). Pero, y aquí esta el quid de la cuestión, si comparamos grupos homogéneos de nivel socioeconómico y cultural de castellanohablantes y catalanohablantes, la diferencia -el informe sólo proporciona datos respecto a la prueba de ciencias- se mantiene.

Para el nivel bajo (80% castellanohablantes, 20% catalanohablantes) la diferencia es de 17 puntos; para el nivel bajo-medio (69%/31%), 12 puntos; para el medio-alto (56%/44%), 41 puntos; para el nivel alto (41%/49%), 20 puntos. En todos los niveles socio-económicos culturales, por tanto, la diferencia es notable. En consecuencia, esa diferencia no puede ser atribuida al distinto nivel económico-social y cultural de castellanohablantes y catalanohablantes, sino a la inmersión lingüística: los escolares castellanohablantes reciben la enseñanza en una lengua que no es su lengua habitual mientras que los catalanohablantes reciben la enseñanza en su lengua habitual.

La desigualdad que introduce el sistema de inmersión resulta así patente. Los menos favorecidos socialmente (aquellos escolares que proceden de familias con menor nivel socio-económico y cultural, mayoritariamente castellanohablantes) son castigados con una carga adicional: tener que estudiar exclusivamente en una lengua que perjudica severamente su rendimiento escolar.

El que se diga que es para su integración resulta así un sarcasmo cruel. Que el que lo diga se diga de izquierdas, un insulto a la inteligencia.

No acaban aquí las cosas. El informe de Consejo de Trabajo Económico y Social de Cataluña en su Informe sobre el riesgo de fracaso escolar en Cataluña, elaborado a partir de los datos de PISA 2006, nos proporciona un dato estremecedor: solo entre el 10 y el 11% de los alumnos catalanohablantes se sitúan mínimo en el nivel inferior (inferior o igual a 1) de competencias (comprensión lectora, matemáticas, ciencias), cifra que se duplica en el caso de los castellanohablantes y se cuadruplica o más en el caso de los que hablan otras lenguas.

Pero quien dice menor rendimiento escolar dice mayor riesgo de fracaso escolar. El informe elaborado por Convivencia Cívica Catalana (CCC) a partir de los datos de PISA 2006 no deja dudas. (...)

Pero la inmersión lingüística extiende también sus efectos discriminatorios en función de los sexos: tiene un efecto discriminatorio más severo sobre las niñas que sobre los niños. En el estudio ya citado de CCC, puede leerse:

Sumariamente, una de cada cuatro chicas castellanohablantes tiene un nivel deficiente de matemáticas frente a sólo una de cada diez chicas catalanohablantes. Pero, además, la diferencia relativa entre el rendimiento de chicos y chicas entre catalanohablantes y castellanohablantes pasa del 10,4% a 16.8%.

No es este un dato que debería extrañar a quien conozca las recomendaciones de la UNESCO en materia de lengua de enseñanza: la enseñanza en lengua materna y el bilingüismo escolar es un arma muy eficaz para luchar contra la desigualdad por razón de sexo. (...)

La inmersión lingüística introduce la desigualdad de derechos y oportunidades entre los ciudadanos (unos tienen derecho a la enseñanza en lengua materna, otros no lo tienen, con los efectos que se han constatado). Es la inmersión lingüística la que atenta contra la cohesión social al vulnerar derechos y libertades fundamentales que son la base de la convivencia y la paz social.

Con fundamento podemos decir que: inmersión es discriminación. Argumentar que la cohesión social depende de la exclusión como lengua docente de una de las lenguas que hablamos los catalanes es decir lo mismo que decían los responsables de la educación en el régimen franquista para excluir el catalán de la docencia: que la unidad de España dependía de eso."          (lavozdebarcelona.com, 18/10/2011)

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