20/10/07

La lucha contra el terrorismo es siempre por la libertad

“Volvemos a lo de siempre: en el País Vasco no luchamos para evitar que nos maten, sino para recuperar nuestra libertad constitucional. Que es la que nos roban día tras día las coacciones de un nacionalismo establecido a cuyos dictados (políticos, educativos, culturales, etcétera) debes someterte de buen grado o protestando un poco para cubrir las apariencias, salvo que prefieras que vuelvan los de la bomba y el tiro en la nuca.

Hasta hace cuatro días, como éstos ya no parecían tan empeñados en matar como antes, los acomodaticios de turno decían sentirse casi felices. Incluso había socialistas, pobres almas, que aseguraban verse más amenazados en Madrid -donde se les insultaba en los bares por llevar EL PAÍS bajo el brazo, mire usted qué cosa- que en Rentería o Hernani.

Vamos, más o menos igual que pasaba en los mismos lugares durante el franquismo, según Mayor Oreja: falta de libertad, claro, pero "absoluta placidez" por lo demás. Sin embargo, ahora ya no hay tregua y, por tanto, la falta cotidiana de libertad política es vista como algo insoportable: por lo visto, para algunos lo único intolerable de los radicales violentos es que maten, pero resulta más o menos aceptable en cambio lo que nos quieren imponer matando. (…)

Tratan de convencernos de que la quema de fotos de los Reyes o la oposición a exhibir la bandera constitucional es cosa de unos cuantos, un puñado de cernícalos extremistas. Muy cierto, pero eso no logra tranquilizarnos. ¿Saben por qué? Porque estamos acostumbrados ya en este país a que minorías de ínfima implantación popular o subnormal calado ideológico logren determinar el presente político de la mayoría de los ciudadanos.

También los que matan en el País Vasco son poquísimos y quienes les apoyan son minoritarios, pero estamos sufriéndoles como si fueran un infinito enjambre. ¿Acaso alguien puede creerse de veras que en Cataluña, Euskadi o donde sea hay una mayoría de separatistas? Y sin embargo, ésa es la impresión que da, no sólo dentro de España sino también a los observadores extranjeros.

Y se les hacen concesiones políticas como si fueran la inmensa mayoría: ¿volvemos a recordar ahora el entusiasmo real y cuantificable suscitado por los referendos de los estatutos autonómicos más recientes?” (FERNANDO SAVATER: Cuentistas; El País, ed. Galicia, Opinión, 20/10/2007, pp. 15)

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