"La antropóloga Teresa Giménez Barbat (Barcelona,
1955) ha mantenido un empeño a lo largo de su trayectoria política e
intelectual: poner la ciencia al servicio de la sociedad y la razón, en
el centro del debate público. Desde su temprano blog Tercera Cultura
hasta su trabajo como eurodiputada, con la creación de Euromind, todos
sus empeños convergen en la misma dirección. Miembro del grupo original
que fundó Ciudadanos, fue uno de los pocos intelectuales que sí dio el
paso a la política activa. En su más reciente libro, Contra el feminismo, su formación académica y sus lecturas la llevan a conclusiones que desafían el estatu quo
y las falsas verdades del feminismo radical, y a cuestionar a los
políticos de todo signo que aceptan acríticamente sus postulados no
científicos.
PREGUNTA.- Pienso en esa joven catalana, en el corazón del mainstream
catalanista, que un día decide asistir a las manifestaciones de
protesta por los asesinatos de ETA. ¿Cómo fue esa toma de conciencia?
¿Por qué rompes con tu círculo de creencias, con tu pequeña tribu?
RESPUESTA.- Yo tampoco sé exactamente cómo, pero te
puedo decir las cosas que me pasaban entonces. En aquella época yo
estaba muy interesada por el pensamiento escéptico y científico y estaba
en una asociación que se preocupaba por cosas que me parecían
absolutamente absurdas, algunas de ellas como los ovnis y todo esto, y
otras más interesantes, como las medicinas alternativas. En aquel
momento ya empezaba a ver que estaba creciendo en Cataluña también un
tipo de pensamiento que tenía una base mítica, pero que estaba empapando
la política, que era el nacionalismo, y que había gente que estaba
llevando todo esto tan lejos como para asesinar. Yo viví en una época de
crímenes cada día. Fue entonces que empecé a discutir con ellos, porque
muchos eran vascos y no decían nada sobre eso, y me parecía una cosa
tremenda lo que estaba pasando. Empecé a sentir que yo tenía que conocer
qué es lo que estaba pasando, porque yo venía de un entorno de
izquierda, de votantes socialistas. El entorno era moderadamente
nacionalista, o a mí me parecía moderado porque había crecido con eso.
Me parecía que yo tenía que conocer a esta gente que cuando había un
crimen se reunía, se concentraban al principio en la plaza San Jaime. A
mí me habían dicho un poco «sí, vale, les han matado, pero a ver, que
son fachas». Y fue cuando yo empecé a aparecer por la plaza San Jaime.
P.- Es curioso cómo el pensamiento escéptico te lleva primero
a examinar las creencias más absurdas de la sociedad, los ovnis o la
homeopatía, y de pronto volteas y ves que una de ellas es el
nacionalismo. Has contado que en la plaza de Sant Jaume hay un momento
en que te das cuenta que hay una gran hipocresía, porque los políticos
sienten la necesidad frente a la galería de hacer el homenaje, pero en
realidad sienten una profunda indiferencia.
R.- Indiferencia y desprecio.
P.- Y estas manifestaciones luego se trasladan a la plaza donde fue el crimen de Hipercor…
R.- Sí. Luego ya todo esto se traslada a Hipercor,
pero al principio era en la Plaza de Sant Jaume. A mí me parecía que
había una barrera entre los que se manifestaban porque eran víctimas,
porque eran gente que les habían matado a los suyos, que era gente que a
lo mejor venía también de los cuerpos y fuerzas de seguridad y se
ponían allá en la plaza con sus fotografías. Y así yo me fui acercando. Y
con el primero que contacté fue con Roberto Manrique, que había sido
víctima de Hipercor. También eran víctimas de Hipercor las que se
manifestaban. Y me fui concienciando. Y empecé a leer a mucha gente y al
final acabé yendo también a alguna manifestación. No sé si tú has leído
Diario de una escéptica, pero ahí cuento cómo me voy a San Sebastián a una manifestación. Un periodista de La Vanguardia y su mujer se habían camuflado en el autobús, y al día siguiente aparece una noticia en La Vanguardia
diciendo que todos éramos de extrema derecha y no sé qué tanto.
Curioso, porque yo tenía detrás una pareja joven que eran sindicalistas,
había gente de todo tipo. Me empezó a parecer que era un escarnio.
Había gente que estaba abusando de su poder en los medios de
comunicación para lanzar un mensaje que era totalmente falso y que no
tenía que ver con la realidad. Además, la profunda injusticia que se
estaba cometiendo con una serie de personas. Y a partir de aquí, me iba a
las concentraciones que luego se daban enfrente de Hipercor, donde
habían hecho un monumentillo que había pagado el ayuntamiento y tal. Y
mi sorpresa era, para mí que era tan evidente que había que estar allí,
que allí no había aparecido nadie. Me acuerdo que reconocí a Ignacio
Vidal Folch una vez.
P.- Lo cuentas en el Diario y también en tu libro sobre Ciudadanos, Citileaks.
R.- Fue darme cuenta, tomar conciencia de lo que
significaba el nacionalismo, esta supremacía con la que yo no es que
hubiera colaborado, pero vivía inmersa y era como el aire que respiraba.
También conocí a Arcadi Espada. Acudí a él para presentarme, porque estaba en esta asociación de escépticos y porque él había escrito Contra Catalunya,
y me pareció que podía estar dentro de esta línea de. A partir de aquí
hubo una relación de mucho aprendizaje, incluso mutuo. Arcadi es Arcadi,
es muy potente intelectualmente, sabe mucho, pero yo en aquel momento
estaba muy interesada por la ciencia y le conté cosas y él empezó a
interesarse también, y empezó algo bastante bonito. Al final, resultó en
que teníamos conversaciones sobre «oye, ¿y por qué no hacemos algo en
Cataluña?», «¿por qué no es posible crear algún partido político?». En
aquel momento a todo el mundo te decía que estabas absolutamente loco.
Era algo totalmente descartable. Y con el único que podía hablar de esto
era con Arcadi. Y bueno, ahí empezó la cosa.
P.- Esa es la semilla de la que nace Ciudadanos. Me interesa
mucho también esta idea de ver el nacionalismo como un sistema completo
que incluye incluso a sus críticos, porque paga la prensa, porque la
oposición compra el mismo relato nacionalista. Y de pronto se vuelve un
espacio en donde nadie puede pensar distinto y no hay lugar para la
disidencia. Y coincido contigo que ahí el rol de Contra Catalunya,
de Arcadi Espada, fue central. Antes lo había hecho Boadella con Els
Joglars, de empezar a señalar las fracturas en el sistema. ¿Cómo fue el
nacimiento de Ciudadanos, esos primeros debates de los que tú formaste
parte desde la primera sesión?
R.- Yo me acuerdo el día que me llamó Arcadi y me
dijo: «oye, vamos a vamos a poner esto en marcha». Y me dijo que
llamaría a unas personas que pensaba que estarían interesadas y que yo
llamase a alguien que me pareciera que estaba en esta línea. La verdad
es que yo era una outsider absoluta. Yo solamente conocía a
Francesc de Carreras, porque en aquella época había tenido una cierta
amistad con Victoria Camps por motivos familiares y había ido al Foro
Babel un par de veces. Al principio fui pensando «pero esta mujer,
¿dónde me lleva? Esto un nido de fachas». Dentro del mundo en el que yo
había estado hasta entonces, el Foro Babel, que promovía el castellano y
la defensa del español, no te digo que fuera duro, pero tuve que
superar mis propios prejuicios.
P.- Y tu propio sesgo de cuna, digamos. Y entonces empiezan a
reunirse y de pronto se impone la idea de que hay que hacer un partido
político. Y sin sospecharlo aglutina una enorme energía social casi
desde el principio.
R.- Sí. Al principio fue llegando gente que compartía esta visión de Cataluña
y de la traición del PSC, porque muchos venían del PSC o habían estado
cerca. Esa traición al votante, al ciudadano, que se sentía tan catalán
como español, que también pensaba que tenía un lugar la lengua
castellana en Cataluña. Lo que pasa es que eran más partidarios de hacer
manifiestos, proclamas, discusiones, debates, revistas, publicaciones…
P.- Pero sin pasar a la arena política.
R.- Yo desde el principio dije que me parecían muy
bien todas las proclamas, todos los libros, todo, pero que lo que
teníamos que hacer era dar el paso. Si no estábamos de acuerdo y no
teníamos a quién votar, por qué no lo creamos nosotros. Claro, yo lo
dije como una persona totalmente ingenua, sin darme cuenta de las
dificultades y de lo que esto significaba.
P.- El esfuerzo gigante.
R.- El esfuerzo gigante que luego me costó un par de años de mucho estrés.
P.- Del núcleo original de Ciudadanos, que se reunió en El Taxidermista,
que lanzó aquel manifiesto pidiendo a la sociedad que organizara un
partido y que fue tan importante, ¿por qué ninguno de estos connotados
intelectuales, entre los que te incluyo, donde estaban Félix de Azúa,
Francesc de Carreras, Félix Ovejero, Iván Tubau, Arcadi Espada, Albert
Boadella, Ana Nuño y demás, dijo «yo lo encabezo, yo doy el paso a la
política, yo cruzo la frontera»?
R.- Cuando esto ya se vio que cogía velocidad y que no era una locura, cuando el acto del Tívoli, que fue algo…
P.- Lleno absoluto.
R.- Un lleno absoluto, se quedó gente en la calle.
Algo extraordinario. En aquel momento ya vimos que estábamos manejando
algo que empezaba a tener vida propia, ya estaba en marcha. Lo que
sucedió es que no había nadie que viniera del mundo de la política. Eran
periodistas, escritores, dramaturgos. Yo venía de la empresa privada.
P.- Bueno, habías estudiado antropología.
R.- Sí, pero no tenía un trabajo académico, tenía
una novela publicada en aquel momento y escribía en algunas revistas,
pero temas que tenían que ver con la «tercera cultura», la interfaz
entre la ciencia y las humanidades.
P.- A eso vamos a volver, porque es el eje de tu vida política también.
R.- Sí, esto es muy importante en mi vida, pero es
que no teníamos, nadie quería. Y yo empecé a pensar que podría ser
posible cuando la cosa ya estaba bastante avanzada y estábamos creando
las listas para el Parlamento de Cataluña. En aquel momento me lancé a
dar el paso. Lo que pasa que fue un poco complicado el ajuste con mis
compañeros. No todos lo veíamos de la misma forma en aquel momento. Ya
esa idea de un partido que no fuera ni de izquierdas ni de derechas, que
se centrara en los proyectos, en su visión de cómo tenía que ser
Cataluña y también cómo tenía que ser España, parecía una idea que todo
el mundo aplaudía, porque llegó gente del PP, gente del PSOE, pero a la
hora de crear el partido, había personas que pensaban que eso solamente
podía ser un partido de izquierdas.
P.- Eso lo cuentas muy bien en Citileaks, la tensión
entre la gente que estaba segura que solo un partido de izquierdas
tenía sentido con esos postulados y el área liberal que pensaba, por el
contrario, que la dicotomía izquierda-derecha no reflejaba los problemas
reales.
R.- Exactamente. Hubo una grieta ahí, y cuando el
partido ya se puso en marcha, fue un poco paradójico que lo encabezara
un chico joven, sin ninguna experiencia política tampoco, pero que sí
tenía un empuje y algo que muchos, ni siquiera algunos de los
intelectuales que tú dices, tenía, que era esa capacidad del discurso
incluso improvisado.
P.- Carisma y oratoria.
R.- Sí, ambas cosas. Bueno, el carisma yo creo que
lo fue construyendo después, entonces era un poco amateur, pero sí, era
campeón de debate universitario. O sea que les pasaba la mano por la
cara a muchos que a lo mejor tenían un discurso, pero que viendo toda
aquella gente desde arriba de un estrado mirando, se bloqueaban porque
no tenían las herramientas para hablar. Esto es muy importante en
política, y también es la parte oscura.
P.- Por supuesto, porque se presta a la manipulación o la
demagogia. Un aspecto que me sorprende es un partido que nace con ese
impulso, que cubre una necesidad evidente, que reúne una enorme fuerza
social, porque no solo obtuvo tres diputados al Parlamento catalán en
sus primeras elecciones, que algo era increíble, sino que siguió
creciendo, hasta volverse casi una alternativa al Gobierno. No sé por
qué fracasa un partido así, porque esa fuerza de la sociedad española
sigue demandando un partido liberal.
R.- También cuando sale Ciudadanos, al poco sale
UPyD [Unión, Progreso y Democracia]. ¿Qué hubiera pasado si la fuerza
que impulsó UPyD, con unos personajes tan potentes como Rosa Díez,
Carlos Martínez Gorriarán, se hubieran unido?
P.- Fernando Savater.
R.- Fernando Savater
nos apoyaba a los dos, porque cuando había un mitin de Ciudadanos, iba,
y cuando era de UPyD, también iba. Había una serie de personajes que
hubieran deseado partirse en dos, pero que mientras había esta
confusión, ellos nos apoyaban a todos. Había gente que fue leal a la
idea.
P.- Un problema es que UPyD nace en el mismo espacio que
Ciudadanos, y si hubieran sido una única fuerza se hubiera conjuntado
mucho más.
R.- Yo creo que sí. Lo que ocurre es que quizá las
cabezas de Ciudadanos y las de UPyD eran demasiado… en fin, con su deseo
particular de poder.
P.- Es lógico que alguien que encabeza un partido, por otra parte.
R.- Y además Rosa Díez era una persona con una
experiencia enorme, lo que no tenía Albert Rivera. Y aunque al principio
sí que parecía que aceptaba un poco el statu quo que se había
creado en Ciudadanos, o sea, que había una persona que nos representaba,
que era Rivera, luego ya le pareció que esto no iba a ningún lado.
P.- Ahora, los votantes, en el fondo, dirimieron esa disputa
apoyando a Ciudadanos. Y sin embargo UPyD volvió a cierta marginalidad,
triste, pero real.
R.- Bueno, tenía su peso en Madrid, al principio.
P.- Pero el problema es que luego Ciudadanos empezó a cometer una serie de errores. ¿Cuáles serían esos?
R.- Yo creo que las alturas intoxican y hubo gente
que alcanzó un nivel muy alto políticamente hablando y además empezó a
soñar en que fuera más alto aún, porque la idea que teníamos nosotros
sobre Ciudadanos es que iba a ser lo que se llama un partido bisagra,
pero un partido bisagra, tú sabes, puede tener mucho poder, o sea, un
partido bisagra es capaz de empujar las políticas en un lado u otro.
P.- Lo estamos viendo con el nefasto Gobierno de Pedro Sánchez.
R.- Absolutamente. Esto quizá empezó a parecerle
poco a algunas personas. Claro, es muy difícil, a posteriori dices «esto
lo hizo mal», «aquí se equivocó», «eso tenía razón», «esto no»… Yo creo
que sí que hubo un fallo, en el sentido de no esperar a un momento más
adecuado, si es que íbamos a ser un partido hegemónico en España. Pero
claro, si nosotros hubiéramos respetado absolutamente nuestros programas
iniciales, que eran en algunos sentidos poco flexibles, porque era la
defensa de España, de la ciencia, de la razón, estábamos condenados a no
ser un partido de masas. Porque claro, un partido que quiere ser una
opción de voto para muchos millones de personas, necesariamente se va
desdibujando. Aquí se perdió la fuerza de Ciudadanos, porque Ciudadanos
tenía una oferta muy concreta, pero si luego la ibas a desdibujar… Por
ejemplo, yo ahora, por el libro que he escrito y por temas que a mí me
han preocupado siempre, a mí me parecía absolutamente absurdo toda esta
necesidad de estar representados en el orgullo gay, por ejemplo. Porque
ahora no tanto, pero en aquella época era tachado de facha, Ciudadanos.
Entonces te empeñas en estar en un lugar donde no se te quiere y tú
tampoco sabes por qué quieres estar ahí.
P.- Renunció a sus ideas para ganar un público que no ganó, pero traicionando sus ideas.
R.- Sí, había unas ideas básicas, que era la
cuestión de Cataluña, del nacionalismo, del catalán, del castellano,
pero todo lo demás no se respetó. Quizá porque no había nacido de los
que dirigían Ciudadanos, no eran cosas que tuvieran interiorizadas.
Entonces, esa fuerza se desechó. (...)"
(Entrevista a Teresa Giménez Barbat, Ricardo Cayuela Gally , TheObjetive, 22/09/24)